72 eurodiputados de Europa oriental piden la dimisión de Borrell

  • El viaje del Alto Representante a Moscú sigue generando polémica en Bruselas

72 eurodiputados habían firmado hasta la noche del lunes una carta en la que piden la dimisión del Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. Si el español no dimite, le piden a la presidenta de la Comisión Úrsula Von der Leyen que tome cartas en el asunto y sea ella la que ponga a Borrell de patitas en la calle, a pesar de que la alemana no tiene competencias para hacerlo.

La carta, promovida por el eurodiputado estonio del Partido Popular Europeo Riho Terras y que hasta ahora fue firmada por conservadores y ultraderechistas, asegura que la visita de Borrell a Moscú fue “humillante” y “dañó gravemente la reputación de la Unión Europea”.

Aseguran los firmantes que Borrell decidió viajar a Moscú “por propia iniciativa”. En realidad lo enviaron 23 de los 27 ministros de Exteriores de la Unión (todos menos el polaco y los tres bálticos). También aseguran que la decisión de viajar a Moscú se tomó “sin tener en cuenta los crímenes cometidos por el régimen de Putin contra opositores políticos”.

Dicen también los signatarios de la carta, entre los que no hay ningún eurodiputado de Europa occidental, que “Borrell dijo falsamente que no había habido debate europeo sobre sanciones”. Si se tiene en cuenta las reuniones de ministros de Exteriores celebradas desde finales del año pasado, no ha habido ningún Estado miembro que pusiera sobre la mesa la posibilidad de sancionar a Rusia por la detención de Alexei Navalny.

Aseguran también que “Borrell no defendió los intereses europeos cuando el ministro de Exteriores ruso Serguei Lavrov criticó a la Unión Europea y a Estados Unidos. En lugar de plantar cara a Lavrov, Borrell atacó a nuestro principal aliado, Estados Unidos, sobre Cuba”. Borrell dijo en la conferencia de prensa que, al igual que Rusia, la Unión Europea estaba en contra del embargo estadounidense a Cuba. Esa la política oficial europea desde hace décadas.

También critican en su carta que Borrell felicitara a Rusia por el desarrollo de su vacuna, la Sputnik V “a pesar de que no ha sido aprobada por la Agencia Europea del Medicamento”. Por todas esas razones aseguran que Borrell “causó un grave daño a la reputación de la Unión Europea” y a la dignidad de su cargo. Por eso creen “que la presidenta de la Comisión Europea debería dar un paso si Borrell no dimite voluntariamente”.

Von der Leyen respalda a Borrell

Von der Leyen ya salió el lunes a respaldar a Borrell. Según Eric Mamer, portavoz jefe de la Comisión Europea, la presidenta, de la misma familia política que la mayoría de los firmantes, piensa que “porque un viaje sea delicado no vamos a renunciar a él”. Al contrario que con el resto de comisarios, Von der Leyen no eligió la cartera de Borrell ni puede quitársela. Una competencia que es responsabilidad de los gobiernos.

Fuentes diplomáticas europeas explicaban ayer a NIUS que uno de los problemas tras el viaje de Borrell de Moscú es la diferente percepción que existe según las tradiciones diplomáticas. El entorno de Borrell está compuesto principalmente de diplomáticos y funcionarios españoles, italianos y franceses, que posiblemente ven con menos aprehensión las declaraciones y decisiones de Moscú que los diplomáticos de países que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética (Letonia, Lituania y Estonia) o que estuvieron bajo la órbita soviética (Polonia y Chequia).

Borrell participará esta tarde en un debate en el Parlamento Europeo en el que deberá explicar su viaje y en el que estos eurodiputados le podrán pedir explicaciones. En el entorno del Alto Representante crece el malestar con algunos gobiernos que están criticando duramente el viaje –el ministro de Exteriores letón ironizaba sobre las ganas que tenía de escuchar a Borrell contar su viaje- cuando nunca han pedido otra política hacia Rusia y cuando son de los países más dependientes de Rusia en cuanto a hidrocarburos y que más perderían si la Unión Europea apretara las clavijas a Moscú.

Algunos funcionarios europeos estiman que ciertas críticas sólo se entienden como parte de debates nacionales, de dirigentes políticos que deben mostrar dureza con Moscú ante sus rivales políticos. Vendría a ser una situación similar a la que se sucede continuamente entre los eurodiputados conservadores españoles con respecto a Venezuela.

Otras fuentes estiman que, al contrario que su antecesora Federica Mogherini –conocedora de los límites de un cargo que depende de que los ministros de Exteriores le dan un claro mandato, que en el caso de Rusia nunca le han dado-, Borrell no se esconde. A pesar de saber que iba a Moscú con Alemania negándose a detener la construcción del gasoducto Nordstream 2 y Francia negándose a hablar de sanciones por la detención de Navalny.

Borrell dijo la semana pasada en un debate en la Fundación Robert-Schuman que es “cuando las cosas van que hay que comprometerse” a hablar, a negociar. Los dirigentes nacionales europeos le habían pedido que fuera a Moscú a palpar el ambiente para ellos tomar una decisión en la cumbre de finales de marzo. Y Borrell se encontró con una Rusia que no tiene intención de dialogar y que se siente fuerte porque sabe que no hay consenso europeo para más sanciones. La visita terminó en un fiasco.