Según informa The Daily Mail, la víctima comprobó sus niveles de azúcar en sangre, se administró la dosis correspondiente para toda la noche y se sentó en su cama a leer un libro. Fue entonces cuando se dio cuenta que el dispositivo que le inyectaba la insulina, que funciona por bluetooth, no dejaba de hacerlo y consiguió quitárselo.
Al ir a la habitación donde había dejado el aparato para revisarlo se encontró a su pareja, Laura Hopkin de 33 años, y el dispositivo con la pantalla iluminada indicando que había sido utilizado. Llamó a las autoridades para contar lo sucedido y posteriormente fue trasladado a un hospital donde lo ingresaron hasta que sus niveles de azúcar en sangre volvieron a la normalidad.
Le administró tal cantidad de insulina que le podría haber provocado hipoglucemia, coma y convulsiones. La acusada terminó reconociendo los hechos pero dijo que lo había hecho bajo los efectos del alcohol, había bebido vino tras una fuerte discusión con su pareja. Finalmente, se ha salvado de la cárcel, su sentencia fue suspendida y solo deberá realizar 30 días de rehabilitación, 120 horas de trabajo y un pago de 580 €.