Al Magreb se le atraganta la recuperación del turismo

  • La crisis sanitaria internacional golpea fuertemente a Marruecos y Túnez, cuyos principales mercados emisores son los países del sur de Europa

  • La decisión de las autoridades marroquíes de cerrar el espacio aéreo al Reino Unido, Alemania y Países Bajos provoca una cascada de anulaciones de reservas en las últimas jornadas

Una de las consecuencias de la crisis sanitaria mundial, cuando el planeta se desliza lentamente hacia la pospandemia, está siendo ya un cierto cambio en las preferencias de los viajeros, tanto en el tipo de turismo como en los destinos elegidos. Los riesgos estrictamente sanitarios y las restricciones impuestas a los desplazamientos han provocado en Europa un repliegue de los viajeros en favor de los mercados domésticos. Un fenómeno que está repercutiendo negativamente en el turismo en el norte de África –nos referimos, sobre todo, a Marruecos y Túnez-, cuyos principales mercados emisores son comunitarios. Con todo, una convulsión como la pandemia de la covid-19 demuestra los riesgos que entraña hacer cálculos y previsiones.

Tras un desastroso 2020 –en todas las latitudes-, las previsiones más optimistas apuntaban a la recuperación a lo largo de este año del turismo en Marruecos y Túnez. A pesar de un verano prometedor –en algunos lugares como Marrakech las cifras fueron muy positivas-, globalmente este 2021 –a falta de poco más de dos meses para cerrar el ejercicio- no ha acabado siendo así.

Marruecos

Marruecos lleva depositando en el potencial turístico del país como una parte de las esperanzas de su desarrollo económico desde hace más de dos décadas. Aunque la progresión del número de visitas no ha estado a la altura de las previsiones –efectos de la Primavera Árabe y deficiencias estructurales combinados- en la última década, el turismo representa en Marruecos algo menos del 7% del PIB.

En 2019, antes de la crisis sanitaria, visitaron el país magrebí 13 millones de personas (aunque esta cifra incluye a los marroquíes de la diáspora) que dejaron unos ingresos por valor de 7.410 millones de euros. Una progresión que se vio frenada en seco con la pandemia de la covid-19.

Conscientes de los riesgos para un sistema de salud público precario, las autoridades marroquíes han dado durante toda la pandemia siempre prioridad a la cuestión sanitaria sobre la economía. El turismo ha sido uno de los sectores más perjudicados por las medidas adoptadas por el Gobierno para controlar la expansión del coronavirus. Baste un dato para situar la crisis: la caída de la actividad turística en el verano de 2020 se situó por encima del 65% respecto al último año normal.

A pesar de la suspensión de la Operación Paso del Estrecho este verano –las fronteras terrestres de Marruecos continúan cerradas desde marzo de 2020-, la apertura del espacio aéreo a mediados del mes de junio permitió que el sector experimentara durante el verano una notable recuperación, sobre todo en localidades costeras y Marrakech. A finales de agosto, Marruecos registraba 3,5 millones de entradas, un importante incremento respecto a los 2,2 millones de 2020, aunque muy lejos de los 13 millones de 2019.

“Nosotros hemos notado una indudable mejoría, sobre todo desde septiembre para acá. A pesar de que se solicita la PCR de entrada, hay reactivación y se trata mayoritariamente de clases medias. Hay mucha gente que nos está preguntando por la Navidad”, explica a NIUS la española Nuria Núñez, propietaria de Viajes Marrakech Tours, agencia de viajes de habla hispana especializada en viajes en grupo y en familia.

Pero las autoridades marroquíes volvieron a adoptar decisiones que tendrán necesariamente una repercusión negativa sobre el turismo en las próximas semanas y meses. Alertadas por el repunte de casos –y la expansión de una nueva variante del virus-, Rabat decidió suspender sine die las conexiones aéreas con tres de sus principales mercados en la UE: Reino Unido, Alemania y Países Bajos (donde, además, reside una parte nutrida de los emigrantes marroquíes en el continente). Una medida adoptada, como otras tantas durante la pandemia, sin margen alguno de maniobra para ciudadanos y empresarios del sector: entró en vigor horas después de su (primer y único) anuncio.

La decisión de suspender conexiones con Reino Unido, Alemania y Países Bajos –el día 5 de octubre las autoridades marroquíes habían hecho lo propio con Rusia- provocaba, como titulaba un medio marroquí, “una lluvia de cancelaciones” en Marrakech, centro turístico por excelencia del país, principal marca de Marruecos, a pocas fechas del puente de Todos los Santos. Recordemos que la ciudad ocre y Agadir representan casi el 60% de las pernoctaciones en el conjunto de Marruecos.

Asimismo, los dos primeros mercados emisores de turistas al país magrebí, España y Francia, continúan desde el pasado 14 de julio en la lista de países “de riesgo elevado” para las autoridades marroquíes. Ello implica a los viajeros que pretendan entrar en Marruecos la obligatoriedad de presentar un test PCR negativo y un certificado de vacunación (los no vacunados han de pasar por una cuarentena en un establecimiento hotelero pagado de su propio bolsillo). La mejoría palpable de la pandemia en Francia y España no ha merecido en cualquier caso la revisión del estatus de los dos países europeos –también de Portugal- a ojos de las autoridades marroquíes.

Recordemos que el 30 marzo de este año, en plena Semana Santa, Marruecos suspendió las conexiones aéreas con España y Francia por mor de la situación sanitaria. Una decisión, adoptada sin previo aviso a las autoridades españolas, que dejó atrapados a miles de turistas españoles por todo Marruecos. El 15 de junio Rabat volvió a abrir sus cielos a España y Francia.

El corolario del modo de proceder de las autoridades marroquíes no es otro que la desconfianza de los viajeros. “Tengo muchas ganas de volver a Marruecos. Pero sigo sin fiarme de los riesgos de viajar allí y que me quede atrapada sin poder volver a casa”, explica a NIUS Elisa García, una joven sevillana graduada en estudios árabes, ex residente en la capital marroquí. El temor ahora entre viajeros y expatriados españoles en el país norteafricano es que a Rusia, Alemania, Reino Unido y Países Bajos le siga España.

“Hoy nuestros clientes, en particular los franceses, están muy inquietos porque tienen el recuerdo del cierre de fronteras en marzo de 2020, que ocurrió de un día para otro, sin ninguna preparación”, afirmaba en el digital marroquí Medias24 el director general del grupo Es Saadi Marrakech Resort, Jean-Alexandre Bauchet-Bouhlal.

La renuncia por razones sanitarias por parte de Marrakech de la celebración entre los días 30 de noviembre y 3 de diciembre de la Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo –la ciudad de Madrid ha recogido el guante- es el último ejemplo de la prudencia con la que vienen actuando las autoridades sanitarias marroquíes.

Túnez

Cuando el público europeo comenzaba a recuperar la confianza en el mercado tunecino –las convulsiones políticas y sociales de la Primavera Árabe y el terrorismo, aún permanecen en la retina colectiva los atentados de Túnez capital y Susa en 2015, hicieron un daño importante al destino tunecino-, llegó el frenazo en seco de la pandemia. El turismo representa más del 13% del PIB del país magrebí.

No ha sido especialmente bueno el último verano para el sector. A diferencia de Marruecos, Túnez experimentó el pasado verano una situación crítica como consecuencia de la tercera ola de la pandemia. Las bajas tasas de vacunación y la falta de medios de la salud pública estuvieron a punto de causar el colapso del sistema. La crisis sanitaria alcanzó la calle y desembocó en una crisis política en la que el pequeño país magrebí sigue instalado.

En julio, en plena temporada turística estival, las autoridades francesas –primer mercado emisor del país del Magreb- situaban a Túnez en la lista roja. Solo saldrían de la misma hace dos semanas, al igual que Marruecos y Argelia. Según datos recogidos por AFP, los ingresos turísticos tunecinos cayeron un 54% en los primeros meses de 2021 respecto al año pasado y de un 60% respecto a 2019.

La caída de visitantes procedentes de la UE ha sido suplida, aunque solo en parte por turistas rusos, siempre atraídos por el buen tiempo de la región –y la competitividad de los precios-, además de más despreocupados por la pandemia cuando se trata de viajar. En los últimos meses el sector, consciente de los límites del turismo de sol y playa, insiste en la necesidad de diversificar la oferta teniendo en cuenta los atractivos turísticos de un pequeño pero variado país.

Argelia

Con enormes potencialidades pero un régimen político sin demasiado interés por explotarlas, las cifras turísticas argelinas son extraordinariamente modestas respecto a las de sus vecinos magrebíes. A pesar de la insistencia verbal de las autoridades argelinas respecto a la necesidad de diversificar la economía –altamente dependiente de las exportaciones de hidrocarburos-, lo cierto es que el sector sigue estando ínfimamente desarrollado.

A las dificultades para obtener el visado turístico se suma la falta de infraestructuras y de promoción –reflejo del poco interés de las autoridades argelinas por desarrollar el sector-, y en poco ayuda la falta de seguridad existente en determinadas zonas del país, especialmente en el sur. Argelia es el mayor país de África en superficie.

La falta de visitantes extranjeros explica que el grueso del contingente de turistas sea doméstico. Según el presidente de la Federación Hotelera argelina, Ahmed Oulbachir, en declaraciones citadas por Le Monde, la actividad del sector ha experimentado “una regresión del 25% respecto a la normalidad”.

Tras un año prácticamente en blanco y otro, el que termina, lejos de la normalidad –está por ver aún el efecto del repunte de la pandemia en Europa con el invierno a la vuelta de la esquina-, el sector turístico de los países del Magreb espera con ansia la llegada de 2022, que espera sea el año de la vuelta a la normalidad. Recuperar la confianza del turista europeo será la clave. Además, el sector está obligado a repensar el turismo en la región, que la pandemia del coronavirus ha colocado, de manera inopinada, ante su más prueba más exigente.