Nueva vida para los iconos de la arquitectura hispana en Tánger

  • Dos proyectos ya en marcha recuperarán el Gran Teatro Cervantes y la plaza de toros de Tánger, dos de los símbolos de la cultura española en la antigua ciudad internacional

  • El cine Alcázar volvió a abrir sus puertas el pasado mes de junio, tras casi veinte años de abandono

Ajena a los vaivenes en las relaciones entre Madrid y Rabat, Tánger sigue su camino, a su aire, a su ritmo. Con orgullo, dicen algunos que siempre resurge. La ciudad, como todas las grandes urbes, es una realidad de asfalto y cristal pero también una idea, el producto de miradas ajenas y propias, de un pasado que nunca volverá pero sigue forjando el presente y de un futuro incierto que ya se está escribiendo hoy. Una ciudad mimada a la que sigue haciendo falta que la cuiden, pero que, a la vez, crece y se desparrama con descaro como la gran urbe del Estrecho y el Mediterráneo occidental que es hoy.

En la idea y praxis de Tánger, pasada y actual, el español, el hispano, es un elemento fundamental. Cierto es que la lengua española está en retroceso en el norte del país desde la independencia de Marruecos, pero se resiste a abandonar Tánger, como ocurre también en la cercana Tetuán. “El español era la lengua vehicular de Tánger en el período internacional, por lo que la cultura hispánica es parte constitutiva de la identidad de la ciudad”, explica a NIUS Farid Othman-Bentria Ramos, gestor cultural y poeta tangerino.

Coincidencia o no, en los últimos meses las autoridades locales han logrado cambiar la suerte para bien de tres edificios de aroma y raigambre hispánica. No diremos de origen o autoría española porque no fueron obra de las autoridades españolas sino de iniciativas privadas tangerinas (en algunos casos con participación directa de españoles; no así en otras). Nos referimos al Gran Teatro Cervantes, la plaza de toros y el cine Alcázar. En los próximos años, inshallah, como se dice por aquí tanto en la dariya –árabe dialectal marroquí- del norte del país como en el castellano local, los tangerinos y visitantes podrán volver a disfrutar de los tres edificios, después de décadas de lamentos sobre su suerte. “El Gran Teatro Cervantes, la plaza de toros y el cine Alcázar son lugares de memoria que identifican Tánger”, resume a NIUS la escritora tangerina Randa Jebrouni.

No son los únicos rastros de una cultura, la hispánica tangerina, víctimas del abandono y el olvido, pero es motivo de regocijo para muchos –lo está siendo en la orilla norte del Estrecho, por qué negarlo- la recuperación de esta tríada de símbolos de un cierto Tánger. No en vano, el conjunto de la antigua medina tangerina hoy objeto de un amplio proceso de amejoramiento urbanístico que va mucho más allá del embellecimiento, el cual se ha denominado ‘Tanger Métropole’.

El nuevo cine Alcázar, una realidad

En junio de este año, justo cuando las relaciones bilaterales entre España y Marruecos vivían sus semanas más difíciles, el cine Alcázar reabrió sus puertas tras ser objeto de una sobria y feliz restauración. Ubicado a la entrada del barrio tangerino de Marshán, en la calle Italia, el Alcázar ha sido rehabilitado gracias a un programa de restauración enmarcado en el proyecto global de recuperación de la medina tangerina a cargo de Wilaya de Tánger y del Estado marroquí, según se hacía eco el digital local Le360. Las obras han tenido un coste de unos 425.000 euros.

El Alcázar fue erigido en 1913 y fue teatro antes de convertirse en sala de cine cuatro años después por razones puramente comerciales. Contaba con aforo para 700 personas. Tras sufrir una inexorable decadencia, el espacio fue definitivamente sumido en el abandono hasta su cierre definitivo en 1993. El cineasta italiano Bernardo Bertolucci lo inmortalizó en una secuencia de la película ‘El cielo protector’.

“Los dueños del teatro eran judíos tangerinos, de la familia Cohen, y todo el cine que se proyectaba en él era en español”, explica el poeta Othman-Bentria a NIUS. La lengua castellana era la predominante en el barrio, que daba cobijo a numerosos españoles (aventureros, expatriados, inmigrantes, hijos de familias mixtas, refugiados tras la Guerra Civil) y a judíos sefardíes. Hay que recordar que en el momento de mayor presencia hispana, en la década de los 50, vivían en la ciudad más de 45.000 españoles además de unos 20.000 judíos marroquíes (mayoritariamente sefardíes) que se expresaban habitualmente en lengua castellana.

Desescombrando el Gran Teatro Cervantes

Por su ubicación, en pleno centro de Tánger, a los pies del bulevar Pasteur y mirando al mar, la situación de abandono en que se halla sumido el Gran Teatro Cervantes desde hace décadas ha sido especialmente triste. “Es el edificio que ha dolido más, está en el alma de la ciudad y aquí la culpa ha sido de las dos partes, Marruecos y España”, explica a este medio Othman-Bentria, miembro de los equipos de trabajo bilaterales que se empeñan en la recuperación del citado edificio y de otros muchos elementos del patrimonio compartido.

Pero con el final del verano los observadores más atentos se percataron de que el recinto exterior del teatro se llenaba de cascotes, hierros y hasta de restos de butacas. Efectivamente, habían comenzado las obras de desescombro. Era el inicio de un delicado proyecto de restauración –dado el estado del edificio- del Gran Teatro Cervantes de Tánger, que requerirá, según los conocedores del mismo, al menos tres años en completarse.

Todo comenzó a cambiar a comienzos de 2019, cuando el Consejo de Ministros español donaba de manera irrevocable la propiedad del edificio a Marruecos. El Gobierno de España destacaba el “indudable valor arquitectónico y cultural” del Gran Teatro Cervantes y reconocía que “precisa una fuerte inversión para su rehabilitación, lo que las distintas administraciones españolas no han podido ofrecer”.

Según la comunicación del Ejecutivo español, Marruecos ofreció su compromiso de “mantener un componente español en la programación cultural del teatro, teniendo lugar la reversión de la propiedad a España en caso de que no se llevase a cabo la restauración del inmueble o este se destinase a fines distintos de los acordados”.

Además, en el texto de cesión publicado en el BOE en marzo de 2019 se precisaba que Marruecos “restaurará el edificio en su totalidad, respetando la arquitectura original, tanto de la fachada como del interior, preservando el diseño original del teatro”, además de garantizar que el inmueble servirá “para la promoción de la cultura en general y de las culturas española y marroquí en particular”. Asimismo se especificaba que la restauración “será efectuada en un plazo de tres años como máximo, salvo acuerdo en contrario de las partes”. Teniendo en cuenta que han transcurrido casi dos años y medio desde la publicación del texto en el BOE y que los trabajos no han hecho más que comenzar, parece claro que no se cumplirán los plazos previstos.

Un “hito arquitectónico”

De estilo modernista, el Gran Teatro Cervantes es fruto del esfuerzo de los españoles Esperanza Orellana y su marido Manuel Peña, que sufragaron el proyecto de su bolsillo (medio millón de pesetas) en 1911. Dos años después concluían las obras, en la que participó exclusivamente personal español –desde el arquitecto hasta los decoradores, pasando por la mano de obra y la compañía de construcciones civiles- en un terreno conocido como ‘la huerta de Frasquito el sevillano’, que pertenecía al tío de Orellana. El nombre de la mecenas sigue dando nombra a una calle próxima al edificio en una placa de estilo sevillano –azulejos blancos con letras negras en piezas individuales.

El Cervantes vivió su esplendor en la década de los 50 y por el pasaron las mejores voces de la canción española de su época, desde Manolo Caracol hasta Valderrama pasando por Lola Flores, Pepe Marchena o Imperio Argentina. Aunque, más allá de la copla, también actuó en él el tenor italiano Enrico Caruso o se representaron obras de Shakespeare y autores árabes. Fue el gran teatro de la ciudad.

“La construcción del Cervantes se inspiró en los más bellos teatros de la Europa del siglo XIX. Fue hecho con los mejores y más nobles materiales, combina los diversos modos de la artesana menestralía: de ello dan fe también sus cancelas y enrejados del patio de entrada en hierro forjado, el escenario, la claraboya, los palcos, el patio de butacas con sus pilares de mármol rojo”, describe a NIUS el experto en arquitectura y urbanismo español en Marruecos Mustafa Aklay Nasser. “Desde su construcción a comienzos del siglo pasado el Gran Teatro Cervantes se convirtió en uno de los símbolos inconfundibles de la ciudad del Estrecho. Un hito urbano”, resume el también director de la Escuela de Oficios de la Arquitectura y Construcción de la Universidad Privada de Fez.

La independencia de Marruecos y la partida de la mayor parte de españoles de la ciudad hicieron entrar al Cervantes en una profunda decadencia de la que ya nunca se recuperaría, especialmente marcada a partir de los setenta del pasado siglo. En manos de arquitectos locales, el proyecto contará con comisiones mixtas hispano-marroquíes que velarán para que el futuro del edificio se adecúe a las exigencias de los dos países. “Van a intentar mantenerse elementos de base como el telón”, avanza Othman-Bentria.

“Desde su construcción a comienzos del siglo pasado el Gran Teatro Cervantes se convirtió en uno de los símbolos inconfundibles de la ciudad del Estrecho. Un hito urbano”

Aunque muchas son aún las incógnitas sobre cómo lucirá el nuevo Gran Teatro Cervantes y cuáles serán sus usos el comienzo de los trabajos constituye, sin duda, una buena noticia. “Era ya casi de justicia divina que se arreglara esa joya de la arquitectura de principios del siglo XX como ejemplo de esa apuesta tangerina por ser el epicentro mediterráneo de la cultura”, afirma a NIUS la escritora sevillana Rocío Rojas-Marcos.

La plaza de toros

La plaza toro –o blasa toro, para ajustarnos más a la fonética local-, porque así, sin apellidos, en singular y sin preposición, se conoce en el árabe marroquí de la zona al coso taurino tangerino, sigue luciendo sólida y desafiante al tiempo en la carretera de Tetuán, en una zona hoy modesta y distante del centro de la ciudad (que, por extensión, adquirió el nombre de plaza toro) y rodeada de mezquitas. Al margen de la de Melilla, es hoy la única plaza de toros de África.

La existencia del coso se debe al impulso de Rafael Ordóñez, hermano del torero conocido como ‘El Niño de la Palma’. Fue inaugurado en agosto de 1950 con una corrida que contó con el rejoneador Ángel Peralta y los matadores ‘Parrita’, ‘Calerito’ y José María Martorell Navas. (Hay que recordar que la historia taurina de Tánger es anterior a la construcción a la plaza superviviente: a finales del siglo XIX se construyó en las afueras de Tánger el conocido como coso de El Mediar. En los años 40 del siglo XX se celebró un festival taurino en el estadio de Marchán, que había diseñado en una explanada del barrio homónimo el ingeniero sevillano José Ochoa Benjumea. Y hubo una escuela taurina junto al muelle).

La nueva plaza tangerina llegó a contar con capacidad para 13.000 personas y su ruedo fue cubierto con albero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) en recuerdo de La Maestranza sevillana. Por ella pasaron matadores como Manuel Benítez ‘El Cordobés’, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín o Miguel Báez ‘El Litri’. Lo cierto es que solo sirvió de coso taurino durante seis años, y en él acabaron celebrándose combates de boxeo, ferias comerciales y recitales musicales. Fue abandonado veinte años después de su inauguración. En los últimos años el edificio ha servido de refugio a inmigrantes africanos o como comedor social para familias necesitadas.

Hubo que esperar hasta 2005 para que la Diputación Provincial de Cádiz y el Consejo Regional Tánger-Tetuán firmaran un acuerdo para llevar a cabo un proyecto de recuperación de la plaza. En 2016 el edificio fue declarado monumento histórico nacional. Ha tenido, en fin, que transcurrir medio siglo de abandono para que la plaza comience una nueva etapa que culminará con su habilitación como espacio multiusos.

Como ganadores del concurso público abierto por las autoridades regionales, tres jóvenes arquitectos locales, Hicham Khattabi, Jaouad Khattabi y Younes Diouri, se encargarán de rehabilitar el coso y su entorno, pues el proyecto ya en marcha contempla la rehabilitación integral de la zona. Se espera que esté listo en menos de dos años, toda vez que la estructura del edificio se encuentra en relativo buen estado.

“Nuestra propuesta es un equilibrio entre los elementos arquitectónicos que hay que revelar y subrayar y algunas notas contemporáneas inducidas por el nuevo programa, sin alterar, sin embargo, el espíritu del lugar. El techo de lona fue también un deseo de completar la obra con una ligera cubierta que recordara al rojo de las muletas. Una reverencia final a la historia de la tauromaquia”, explicaba Younes Diouri al medio local La Dépeche 24h.

Este periodista ha tenido ocasión de visitar el interior del antiguo coso y le ha embargado una mezcla de tristeza y emoción, consciente quizás de que sea la última oportunidad de contemplar graderíos, vomitorios, baños, y hasta cantina de aspecto fantasmagórico antes de que las máquinas comiencen a hacer su trabajo. Aunque Google nos marque en el mapa ‘Arènes de Tanger’, en la ciudad todo el mundo la llama blasa toro. Y así esperamos que la sigan conociendo en su nueva etapa.

La incógnita del uso y gestión

El elenco de edificios de construcción o alusión hispánica en Tánger no es breve, y no todos han corrido por fortuna la suerte del Alcázar, la plaza de toros y el Cervantes. Baste recordar la redacción del antiguo diario ‘España’, cuyo edificio –diseñado y ejecutado por españoles- en impecable estado de conservación sirve hoy como oficina de una entidad bancaria marroquí sin que quede rastro de su antigua función. O el antiguo cine Goya, construido por el empresario judío tangerino Mimon Cohen en 1949, que vuelve a lucir renovado como Megarama Goya desde hace dos años en pleno centro de la ciudad. La gran cuestión que se plantea ya para la citada tríada como para otros tantos lugares erigidos en el esplendor del Tánger internacional y hoy en trance de recuperación es su uso y gestión futuros en la ciudad actual.

“Creo que la restauración de estos tres edificios debe tener en cuenta lo que demandan los habitantes más cercanos: que sean lugares multifuncionales, no solo salas de cine o teatro, sino que tengan bibliotecas, salas de conferencias y exposiciones, talleres o festivales. No pueden seguir como funcionaban en el pasado, aunque siempre quedarán como lugares de memoria para los habitantes de la ciudad”, defiende la hispanista Randa Jebrouni, autora del recientemente publicado ensayo ‘La letra y la ciudad: Tánger en las literaturas española y marroquí actuales’.

Por su parte, para Rojas-Marcos, autora del ensayo ‘Tanger, segunda patria’, “los proyectos de rehabilitación de edificios que estaban en un estado de abandono lamentable son necesarios tanto por los edificios en sí, que son parte del patrimonio histórico de la ciudad, de su singularidad e idiosincrasia propia, como por la mejoría que esas obras van a suponer para las zonas en que se sitúan”.

“Las restauraciones demuestran que hay una voluntad de emprender una nueva política de gestión del patrimonio ausente hasta ahora”, asegura con optimismo Akalay Nasser. Un patrimonio que va más allá de las grandes construcciones y a las señalizaciones, pues es, sobre todo, inmaterial y memorístico. Y ese será un trabajo más arduo y de largo alcance. Pero algo está cambiando ya con el inicio de la recuperación del Gran Teatro Cervantes, el cine Alcázar y el coso taurino de Tánger. Inshallah.