Parma, la máquina del tiempo que anticipa el cambio político en Italia

  • El domingo se celebran unas elecciones regionales que podrían cambiar la suerte del Gobierno

  • Parma es uno de los motores económicos de la región y ya anticipó la caída de la izquierda en el cinturón rojo

Los asientos parecen recién tapizados, los baños están limpios y no falta un enchufe para cada pasajero. Los trenes que unen Emilia Romaña, esa región de la Italia agrícola, son modernos; nada que ver con los hierros desvencijados que recorren el sur del país. Desde la ventanilla se ven los campos verdes, antes poblados por jornaleros y todavía hoy cultivados.

El mayor cambio lo representan las pequeñas industrias, que han convertido esta región en una de las más ricas de Italia. Las fábricas se multiplican a medida que el tren se acerca a Parma, uno de los motores económicos de la zona. Lo que ocurra en esta ciudad en las elecciones regionales de este domingo puede resultar definitivo para el futuro político del país.

También lo fue hace un siglo, cuando se produjeron aquí las primeras huelgas agrarias. Al calor de la fuerte actividad intelectual parmesana, habían surgido movimientos campesinos, organizados en sindicatos y cooperativas. La aparición de esta cultura rural de masas explica el ascenso de Benito Mussolini -que también nació en la región-, con un discurso nacionalsocialista dirigido a estas clases.

Pero, cuando el dictador llegó al poder se alió con los latifundistas y envío a 10.000 escuadristas, comandados por el militar y aviador Italo Balbo, para contener la sublevación. Hoy, en la ribera del río, se lee en dialecto: “Balbo, cruzaste el Atlántico, pero no Parma”. Las tropas fascistas tuvieron que retirarse, en lo que fue un primer ensayo de la especie de guerra civil que vivió el país durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Todo esto es el ‘Novecento’ de Bertolucci. La historia de un siglo que todavía hoy se respira en Parma. Sus calles celebran a los mitos locales, como Verdi o Toscanini, hijos de una ciudad señorial que antes de anexionarse al Reino de Italia fue capital de un Ducado de gusto francés. Parma no es la Bolonia tirada y estudiantil, sino una ciudad bien. Pero en la plaza principal, delante del palacio de los Farnese, lo que comanda es una estatua a un partisano, el héroe de la resistencia contra los fascistas.

Esa última batalla, en la que los campesinos volvieron a levantarse en armas, fue la que decantó la hegemonía del Partido Comunista. Terminada la guerra, gracias al dinero del Plan Marshall, el Gobierno italiano aprobó una reforma agraria, con la que los campesinos parmesanos ganaron definitivamente la lucha de clases. Los jornaleros se convirtieron en pequeños propietarios, aunque para contrarrestar su reducido tamaño se agruparon en cooperativas.

Es lo que terminó de romper Italia en dos, ya que mientras esta zona se enriquecía, en el sur la reforma fue un absoluto fracaso. Los quesos y jamones parmesanos adoptaron apellidos con denominación de origen. Expuestos como están al mercado exterior, les gusta llamarse el Silicon Valley del sector agroalimentario.

El 'Ohio italiano'

Aunque, cuando toca hablar de política, la prensa prefiere catalogar a Parma como el 'Ohio italiano'. Fue comunista cuando tocó y socialista después, aunque ya desde hace dos décadas la izquierda no gobierna en la ciudad. Anticipó antes que el resto la caída de una socialdemocracia que ya no iba de la mano de esas clases sociales del ‘Novecento’, del de Bertolucci y del real. La primera década del XXI la vivió con un alcalde de centroderecha y en 2012 volvió a adelantarse a su tiempo para convertirse en la primera capital de provincia en manos del Movimiento 5 Estrellas (M5E).

Ese alcalde, Federico Pizzarotti, ostenta el bastón de mando todavía hoy, aunque ya no pertenece al M5E. También él comprobó que por ahí no había futuro y fundó una marca política, con la que consiguió ser reelegido. Hoy asiste a los mítines del candidato del centroizquierda, al que le presta su apoyo en estas elecciones regionales. “Aquí, como en muchos países, la derecha gana porque la izquierda no sabe dar un mensaje coherente. Pienso en Trump, que ha sido pionero en anteponer lo nuevo contra lo viejo, el sistema contra quien quería desguazarlo. Y esto no lo ha entendido ningún movimiento de izquierda en Europa”, asegura.

La derecha, comandada por la Liga de Matteo Salvini, ya consiguió imponerse en las últimas elecciones nacionales a los socialdemócratas en Parma. Y eso que aquí el discurso migratorio -enarbolado por Salvini- apenas funciona, porque casi no hay inmigrantes. La tendencia política se consolidó en las últimas europeas, donde la Liga ganó en el conjunto de la región. Con un discurso dirigido hacia quienes votaban comunista, lo que pretende ahora Salvini es conquistar también el último bastión que le queda a la izquierda. La paradoja es que los nietos de esos partisanos inmortalizados en estatuas se terminen pasando a la extrema derecha.

El otro cambio fundamental que arrojarán estas elecciones es el equilibrio de fuerzas en el otro bando. Se estima que el M5E conseguirá menos del 5% de los votos. “Espero que el Cinco Estrellas, con los resultados que tendrá en Emilia, vaya hacia un final prematuro”, visualiza Pizzarotti, que un día perteneció a este partido. Su pronóstico es que se volverá a una política de dos bloques, en el que la derecha tiene muy claro que su línea es el nacionalismo de Salvini, mientras que la izquierda “debe renovar su discurso y abandonar los viejos dogmas”.

Un periódico del siglo XVIII

Esa disputa entre las dos Italias está siempre presente en los parajes parmesanos, por más que pasen los años. Aunque aquí el tiempo, ya se ha dicho, se mide de forma algo peculiar. Un edificio moderno a las afueras, como de fábrica de polígono industrial, acoge la sede de La Gazzetta di Parma, un diario fundado en 1735, que mantiene una atávica disputa con La Gazzetta di Mantovapor el título del periódico más antiguo de Italia.

En las oficinas de la edición parmesana se conservan las portadas de la época del Ducado. “Han pasado 200 años, pero el espíritu de ciudad elegante y del buen gusto se mantiene en el ADN de los habitantes, que no están tan a la izquierda como otras ciudades de la región”, sostiene Claudio Rinaldi, director del periódico.

También él coincide en que “si la izquierda se queda sin su último estandarte es muy difícil que el Gobierno pueda seguir”. Y en que en una ciudad que “suele ser precursora de lo que después se extiende a otros sitios”, es probable que “la derecha tenga una ligera ventaja”. Una exposición de fotografía recuerda estos días la historia de la Gazzetta. En ellas se ve a Parma dando la bienvenida a Garibaldi, después en disputa con Mussolini y más tarde votando por la República. Quizás sea el momento de abrir una nueva etapa.