Los que siguen teniendo casa han podido recoger algunas cosas acompañados por los bomberos, pero los que ya saben que nunca podrán volver a ella están a la espera de que los políticos, por una vez, cumplan su palabra. Las imágenes de Salvini de cena y risas la noche de la tragedia no dan muchas esperanzas, aunque los políticos más cercanos, los que viven en la zona afectada, han asegurado desde el primer momento que la vida de los ciudadanos que puedan quedar en los escombros y lograr que los que se han quedado desahuciados puedan tener un techo son sus prioridades.
Las imágenes de un puente que, según los bomberos está condenado a caerse, y que presenta grietas con esos bloques de vivienda debajo obligan a pensar que el desalojo era inevitable. Eso no evita que los vecinos se pongan nerviosos, tensos, cuando por su seguridad les explican las razones por las que no pueden entrar a sus casas.
Los más de 600 evacuados de los once edificios que rodean el corazón del desastre salieron con lo puesto y ahora solo pueden esperar. Lo han perdido todo, aunque vistos los escombros, respiran porque siguen vivos. Los bomberos intentan calmarles, pero a algunos la emoción les puede. No es fácil dejar toda una vida atrás.
Los hay que sí han logrado salvar lo que más quieren. Es el caso de Francesca, que ha recuperado a su gata, a la que ha llevado a casa de su hermana. O Andrea que ha podido hacerse con sus documentos, para poder casarse con su novia dentro de un mes. Pero todo se olvida cuando uno contempla cómo hay vecinos que llevan años acostumbrados a tener el puente al lado de su casa, casi dentro. De hecho uno de los pilares muerde uno de los edificios lo que da muestra de las locuras de construcción de una Italia desordenada.