Venezuela se ahoga sin gasolina

  • Según la empresa de rastreo Tanker Trackers, tres buques iraníes llegarán a Venezuela en dos semanas cargados con 131 millones de litros de gasolina

  • Las colas de vehículos esperando para surtirse pueden llegar a durar hasta doce días en las zonas más afectadas del país

  • Médicos y enfermeras denuncian que no pueden llegar a sus puestos de trabajo porque no tienen cómo movilizarse

"Es cruel. Deprimente. Es humillante". "Ir a echar gasolina supone perder un día entero de trabajo". "Esto está pasando desde hace mucho tiempo. El gobierno no se ha preocupado por mantener la industria petrolera y luego se llena la boca diciendo que somos el país con las mayores reservas del mundo ¿Y para qué?". "Tengo 80 años y he hecho nueve horas de cola con mi hija, con miedo a que nos asalten por la noche". "En Caracas es un poco mejor, pero mi familia en el interior del país ha llegado a estar 12 días haciendo cola y al final no había combustible". "Si pagas a los soldados 10 o 20 dólares no haces cola. Hay otra fila para enchufados”.

Venezuela está sin gasolina. Otra vez. Y los venezolanos exclaman impotentes reclamos que no suenan nuevos. Suenan quizá un poco más silenciosos de puro cansancio por repetir sin recibir una respuesta. Como si poder moverse, vivir, trabajar o ir a comprar alimentos fuese un derecho retórico.

El país caribeño, con las mayores reservas certificadas de crudo del mundo (298.400 barriles) registró el pasado mes de julio su producción más baja desde 1910, alcanzando apenas 339.000 barriles por día, según datos de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de la que Venezuela forma parte.

Las colas para echar gasolina son un esperpento impensable de tiempo, kilómetros y paciencia; no solo para un país petrolero por excelencia, sino para el imaginario de casi cualquiera. Y cuando la situación se nota en Caracas, burbuja a pesar de todo en comparación con el resto del país, es que la cosa es grave. Y en Caracas se nota estos días, y de qué manera. Las colas para surtir combustible a los vehículos dan la vuelta a las rotondas, a las manzanas de los barrios y a los recovecos de la autopista Francisco Fajardo, orgullo arquitectónico de los años 50, arteria más importante de la capital que conecta los siempre dispares y clasistas este y oeste de la urbe.

El gobierno de Nicolás Maduro echa la culpa de esta situación a las sanciones impuestas por EEUU, pero hasta julio de 2019, el país caribeño era uno de los principales suministradores de crudo no refinado al gobierno de Donald Trump. Paradojas de la geopolítica. Fue a partir de ese momento, cuando según datos del Departamento de Energía norteamericano, EEUU dejó de comprar crudo proveniente de los pozos de Maracaibo, al occidente del país caribeño.

Desde ese momento, EEUU también procura que Venezuela no coloque sus barriles en el mercado internacional y hasta marzo de este año, la petrolera rusa Rosneft hacía de intermediaria entre Petróleos de Venezuela (PDVSA) y compradores extranjeros, tercierizando la venta para evitar las sanciones y el bloqueo. Pero la salida del gigante ruso del entramado comercial, empeoró la situación para Nicolás Maduro.

La Casa Blanca, tras años de persecución sistemática del dictador venezolano a su pueblo (que ha provocado el mayor éxodo de habitantes de un país en la historia reciente, tras la guerra de Siria), decidió presionar al mandatario donde más duele, con un bloqueo comercial y cerrando todas las cuentas de la élite comunista en Estados Unidos al tiempo que se les persigue por narcotráfico entre otras causas. Decenas de altos funcionarios del chavismo están inmersos en procesos judiciales en Estados Unidos.

Desfalco chavista de PDVSA

Sin embargo, las medidas coercitivas son solo una parte del problema, pero lo cierto es que la industria petrolera venezolana está destruida desde hace años debido al desfalco de sus riquezas que han hecho sus gerentes durante la época del chavismo en el poder. El actual presidente de PDVSA y Ministro de Petróleo de Venezuela, Tareck el Aissami, ha sido incluido en la lista del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU (ICE, por sus siglas en inglés) como uno de los diez prófugos más buscados por “narcotráfico internacional”.

Desde la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (Futpv), denuncian que las refinerías venezolanas se caen a pedazos desde hace años porque no se ha invertido en su mantenimiento. En enero de este año, PDVSA cerró Amuay y Cardón, dos de sus últimas refinerías activas en el país, por “múltiples fallas y la falta de crudo para procesar”; según un informe técnico al que tuvo acceso la firma S&P Global Platts y que publicó el diario Cambio 16.

Durante todos estos meses, Cardón y El Palito, la tercera refinería activa en Venezuela, han estado funcionando intermitentemente y muy por debajo de su nivel de producción. Amuay nunca se reactivó. El Palito, con capacidad para producir 145.000 barriles de combustible diarios, estaba operando al límite hasta antes de esta nueva crisis, produciendo solo entre 8.000 y 10.000 barriles por día. Las cifras sobre cuántos barriles estaba produciendo Cardón son confusas, aunque los números del sindicato petrolero hablan de 22.000, muy por debajo del millón de barriles capaz de producir el complejo de Paraguaná al que pertenece, ubicado en el Estado Falcón, en el centro occidente del país.

En julio, ambas refinerías sufrieron dos incendios graves y a finales de agosto, según informaron los trabajadores petroleros, se desconectaron sus unidades de craqueo catalítico. En estos momentos, no hay información oficial sobre si se han vuelto a poner en marcha y de ser así, cuántos barriles estarían produciendo. El gobierno de Nicolás Maduro anunció un “Plan de Contingencia Especial de Suministro de Gasolina” mediante un comunicado, pero a día de hoy, todavía no se ha especificado en qué va a consistir dicho plan. Durante la crisis de escasez de combustible que el país sufrió durante los meses de febrero, marzo, abril y mayo de este año, el gobierno, en boca de su ministro de petróleo, el mencionado Tareck El Aissami, también anunció un plan de contingencia especial que nunca se aplicó.

El pasado lunes, Eudis Girot, director ejecutivo de la Futpv, anunció una buena noticia que podría suponer un respiro, al menos temporal, para la grave situación de desabastecimiento, al menos en Caracas y alrededores; aunque por el momento, la situación en la calle continúa siendo la misma y las colas no cesan. Según el sindicalista, el tanquero Beauty One de PDVSA, descargó en la planta de distribución de Puerto Carenero, a unas tres horas de la capital del país, 9.538.800 litros de gasolina de 91 octanos (el equivalente a 60.000 barriles) y 15.898.000 litros de gasoil (100.000 barriles), que serán repartidos entre los vehículos de la zona. Solo Caracas tiene una demanda diaria de más de 33.000 barriles.

Tanques iraníes camino de Venezuela, otra vez

Otra noticia hasta el momento extraoficial, está copando algunas conversaciones sobre gasolina durante estas jornadas de inmovilidad aciaga por necesidad. La presunta llegada de incógnito a Venezuela (con su radar desactivado), según la agencia de noticias de Bloomberg, de un tanquero iraní de nombre “Honey”. El buque traería dos millones de barriles de condensado de South Pars (yacimiento de gas natural condensado situado en el Golfo Pérsico. Se trata del yacimiento de gas más grande del mundo compartido entre Irán y Catar).

Según la misma agencia, lo más probable es que “la carga sea utilizada por la petrolera estatal PDVSA para ser mezclada con un crudo venezolano similar al alquitrán para ayudar a apuntalar la producción en la Faja Petrolera del Orinoco”.

Por su parte, tres tanqueros iraníes con 131 millones de litros de gasolina (el equivalente a 823.899 barriles) llegarán a Venezuela en las próximas dos semanas. Así lo ha informado en su cuenta de Twitter, TankerTrackers.com, especializada en información de este tipo y en rastrear buques petroleros a nivel internacional. Se trataría de los tanqueros Fortune, Forest y Faxon, que ya arribaron al país caribeño en el pasado mes de junio con más combustible. En estos momentos, según la misma empresa de rastreo, se encontrarían haciendo un rodeo por el sur de África y navegan con sus sistemas de GPS desactivados, lo cual, aunque supone un riesgo para la seguridad de su tripulación, es una medida para evitar las sanciones estadounidenses.

Recordemos que la llegada de cinco tanqueros iraníes el pasado mes de junio a Venezuela cargados con más de un millón y medio de barriles de combustible, fue la solución a la crisis de desabastecimiento que ya se prolongaba a lo largo de todo el territorio nacional durante varios meses provocando una situación insostenible en mitad de la cuarentena por la pandemia del coronavirus. Nicolás Maduro ha ampliado sus negocios con Irán, país aliado del régimen y también bloqueado por EEUU, después de que las empresas rusas Rosneft Trading SA, TNK Trading SA, y la mexicana Libre Abordo SA rompieran sus vínculos con el chavismo.

Venezuela, el país del hambre

Ahora, Venezuela está más pobre que al comienzo de la cuarentena, los servicios son más ineficientes y los venezolanos se preguntan qué más pueden llegar a soportar como sociedad. La escasez de gasolina está provocando que en mitad de la crisis por la COVID-19, muchos profesionales de la salud no puedan llegar hasta sus lugares de trabajo en hospitales públicos y privados. Oscarelis Silva, delegada sindical del Hospital El Algodonal de Caracas, uno de los centros centinela habilitados para el tratamiento de la pandemia, denuncia a NIUS, que al menos el 30% de los médicos y enfermeras que trabajan en el centro no está pudiendo asistir a su puesto para desempeñar su trabajo de primera necesidad en estos momentos. Silva califica el asunto como de “emergencia nacional”.

Muchos enfermos, por la misma causa, tampoco pueden llegar al hospital. Sencillamente no pueden moverse de sus casas por la falta de combustible que afecta al transporte tanto público como privado.

Mauricio es un venezolano padre de una niña con leucemia. Desde el pueblo de Camatagua, en el Estado Aragua, a unas dos horas y media de la capital, explica a este diario por teléfono su desesperación. Necesita llegar a Caracas porque a Mari, su hija de nueve años, le toca ir al hospital de niños para recibir su tratamiento, que suele llegar a cuentagotas. Además, ahora, la niña tiene una infección de orina y está más delicada que nunca. Mauricio, después de mover muchos hilos, ha conseguido un salvoconducto especial sanitario para que le surtan gasolina con prioridad en la estación de servicio del pueblo; pero los militares a cargo se niegan a hacerlo si no reciben un previo pago en dólares.

“No sé qué hacer. Estoy desesperado. Estoy tratando de localizar a la alcaldesa del pueblo para ver si me ayuda, pero por el momento no he conseguido hablar con ella. ¿Cómo voy a pagarles 20 dólares a esos soldados? ¿De donde voy a sacarlos? Tengo mi salvoconducto. He ido con mi hija, para que la vean, que está enferma, pero aún así no quieren ayudarme. ¿Qué más puedo hacer?”, se queja en una llamada entrecortada por la mala calidad de las telecomunicaciones; y pareciera como si se ahogara con cada frase.

Mauricio es comerciante y desde que su hija se enfermó hace un año y medio, se dedica a ella en cuerpo y alma, y lo poco que gana lo destina a su tratamiento médico, caro y difícil de conseguir en Venezuela. 20 dólares puede suponer un mes de trabajo sin descanso y varios botes de pastillas.