José María Fonseca, el vino de oeste a este

  • Fonseca es el presidente de Terras Gauda, una marca presente en cuatro de las principales zonas vinícolas de España

  • En los años 80 y 90 revolucionó la industria gallega del vino y su expansión internacional

  • "Con su inseparable pajarita, es una persona propia de la época de la Ilustración", dicen de él sus amigos

Cuenta la leyenda que cuando el legendario explorador y navegante cartaginés Himilcón llegó en su viaje por la costa atlántica al valle de O Rosal creyó haber alcanzado el paraíso. Una tierra verde, fértil poblada de huertas, bosques, maizales y viñedos acostados en una de las márgenes de un río de ríos, el Miño caudaloso. Aquí echó raíces profundas José María Fonseca (Ourense, 1950) y para mejor saber le sugiero que empecemos por el principio, por cómo acaba siendo bodeguero un economista y funcionario: “En la pregunta está un poco la respuesta, mi trabajo de funcionario era el de responsable de formación profesional ocupacional en la provincia de Pontevedra y de aquí salieron los cursos de viticultura y enología que fueron una auténtica revolución en Rías Baixas. Esto me empezó a meter cada día más en un mundo que ya me gustaba desde siempre, que era el mundo del vino. Como es sabido, soy ourensano, muy cerca del Ribeiro, y empecé a ver las posibilidades que teníamos con las variedades nobles que hay aquí, que ya están reconocidas en todo el mundo".

"Empecé también a pensar que había que hacer un tipo nuevo de viticultura, pasar de esa improvisación casi mítica de los vinos: “Este año salió bien… No, no, no, el vino tiene que salir bien siempre”, y esto me hizo concebir un proyecto justamente en la zona que más me gustaba, en O Rosal. Y creo que no me equivoqué: metí en danza a mi familia, amigos, y fui profundizando hasta llegar a Terras Gauda. Sí hay un tema que es muy importante: conviene señalar que aquí teníamos la única posibilidad de conseguir en aquel momento una dimensión de fincas que en otro sitio sería irrisorio pero no en Galicia, para poder hacer una viticultura interesante".

"Entramos de la manera que se podía hacer: a través de los montes en mano común y así comenzamos con las primeras 30 hectáreas que plantamos y que hoy son ya 165 las que están ligadas a la bodega, este es el resumen que explica el porqué en este proceso hubo un momento en el que hice compatible mi trabajo de funcionario con una asesoría financiera que tenía y la creación de la bodega de la que fui presidente desde el inicio, y paulatinamente fui dejando todo lo demás y quedándome con lo que me gustaba, que era el mundo del vino”.

Adaptó su alma a este territorio que tiene la sonoridad del viento y el rumor del río. Aquí crea Terras Gauda, que en su progresiva expansión se transforma en un gran grupo que hace vinos en otras partes de España y acoge también una conservera de productos de cercanía, “A Rosaleira”. “La elección de O Rosal fue clara desde el principio. Los vinos de la zona los conocía muy bien, mi padre era médico en Ourense, pero lo que más le podía gustar cuando venía los fines de semana a nuestro sitio de veraneo era llevarnos a comer por ahí, entre A Guarda y Baiona, siempre con vinos de O Rosal de clara influencia portuguesa, que en mi opinión eran los que mejor se elaboraban en toda Galicia. Eran vinos limpios, muy bien trabajados, se cuidaban mucho los detalles y con el tiempo se demostró que esas variedades típicas de aquí, el albariño, loureiro, caiño blanco (una auténtica joya), la treixadura que está presente en todas las zonas de Galicia y también en el norte de Portugal y la acidez que proporcionan los suelos que es menor a la de otras zonas de las Rías Baixas como factor clave. Mi idea era pues hacerlo aquí y no paré hasta conseguirlo”.

“En este territorio, de tus pies a tu frente, andando, andando, andando, me pasaré la vida”, escribió Pablo Neruda en su poema “La infinita”.

El vino entrando como una suave borrasca que cruza la península de oeste a este, desde O Rosal al Bierzo, y de la Ribera del Duero a La Rioja. Un Camino de Santiago a la inversa. Una peregrinación vinícola desandando viñedos, remarcando huellas: “Todo esto es un proceso largo -continúa- que va ligado a un proyecto emprendido hace tiempo con mucha ilusión, porque en este oficio sin amor el fracaso está asegurado porque el vino es un mundo muy particular que requiere de una grandísima atención, como todo lo que tiene que ver con la agricultura, así que para hacer un buen vino este elemento es esencial. Hay quien dice que el vino donde se hace es en la viña y nosotros lo que hacemos en bodega es sacar lo mejor de lo que nos da la tierra. Cabeza y corazón para hacer una buena viticultura, atender a las parcelas y sus maduraciones en el momento de la recogida”.

La primera parada quiero hacerla con un muy buen amigo de José María al que admiro profundamente, el economista y presidente del Consejo Económico y Social, el vigués Antón Costas: “Fonseca es una de esas pocas personas singulares que te encuentras a lo largo de la vida y a las que te gustaría parecerte. Es el ser humano más amable, afable y afectuoso que conozco, a la vez que un empresario emprendedor, ambicioso e innovador que en los años 80 y 90 revolucionó la industria gallega del vino. Combina un entusiasmo romántico por la mejora y la investigación vinícola a la vez que tiene un sentido muy práctico y comercial necesario para moverse en los mercados nacionales e internacionales. En una ocasión, en unas jornadas, escuché cómo una persona le preguntaba si era difícil hacer buen vino. Su respuesta fue antológica. “Si tienes uvas, hacer vino es fácil, lo que es difícil es venderlo”. Pienso que este criterio ha sido fundamental para la expansión del Grupo Terras Gauda tanto en España como a nivel internacional.

Con su inseparable pajarita, José María es una persona propia de la época de la Ilustración: culto, amante de la música, el cine, la literatura, la buena comida, el buen vino, es también un navegante consumado. Y ante todo amigo de sus amigos”.

La expansión

A José María, haber nacido en Ourense seguramente le confirió un espíritu viajero, aventurero, pero su carácter parece más bien mediterráneo, con una cierta predisposición a la alegría y la sonrisa permanente, quizá por eso un día emprendió el viaje, como la extensión de un abrazo, la expansión de un sentir, y dio un primer salto geografías arriba hacia el Bierzo, hizo una pausa en Sardón de Duero y llegó a Alfaro, la zona más oriental de La Rioja: “En un momento dado Terras Gauda fue un bombazo, tuvimos muchísima aceptación en el mercado, esto hizo que muchos se interesaran por lo que estábamos haciendo y hasta entidades bancarias como Caixa Galicia adquiriera una participación que ahora está en manos de Abanca; esto unido a Xoviga, restauradores, familiares y amigos… Como te dije, metí en danza a todo el mundo. Este período coincide con el despertar de la mencía, que ahora está escribiendo su propia historia. En Galicia la trayectoria de los blancos podríamos decir que ya está hecha y la de los tintos se está haciendo y entonces nos decidimos a poner un pie en el Bierzo por la buena relación que habíamos establecido con Pittacum. Una comunión perfecta que nos permitió entrar en ese territorio. Hicimos un esfuerzo enorme para contribuir a esa dimensión de la mencía. Pittacum es un vino singular y creo que hemos demostrado que no solamente se pueden hacer vinos de crianza sino que se pueden hacer vinos de crianza extraordinarios”.

“Seguía nuestro crecimiento, necesitábamos exportación, queríamos hacer más cosas y por amistad personal conmigo de uno de los fundadores de Quinta Sardonia, que a su vez participaba en Terras Gauda desde el inicio, llegamos a esta bodega, que era propiedad de un grupo de abogados entre los que estaba Antonio Alonso Lasheras, cuya familia tenía una granja en Sardón de Duero que incluía quesería y un viñedo emblemático en el que hacemos Quinta Sardonia de la mano de Peter Sissek. Nosotros en aquel momento tampoco disponíamos de una capacidad económica muy grande pero sí teníamos una importante red comercial, que es lo que ellos necesitaban, e hicimos un intercambio de acciones, ellos pasaron a ser accionistas de Terras Gauda y nosotros adquirimos Quinta Sardonia y a partir de ahí emprendimos nuestro siguiente sueño: La Rioja, la zona más importante y emblemática de España. Muchas bodegas de allí hicieron el camino a la inversa, hacia Galicia, mayoritariamente a Rías Baixas porque son vinos que por economía de escala son complementarios en su portafolio. A mí, sin embargo me ha gustado hacer el camino al revés: primero asentándonos en Galicia, adquiriendo enseñanza y prestigio. En términos económicos lo que mueve La Rioja es importantísimo, y en un mundo tan difícil como el de la distribución del vino tener un portafolio que incluya todos estos vinos era algo que asentaba definitivamente nuestro edificio. Y no me gustaría que por esto se nos viese como gente ambiciosa que quiere tener los pies en todas partes, sino que la propia dinámica de nuestra empresa y la filosofía de fondo que hay detrás te va llevando a donde tienes que ir”.

“En cuanto a la conservera de A Rosaleira esto sí que ha sido un problema de corazón puro y duro porque era la primera de conservas vegetales que hubo en Galicia, que nació de un hombre ilustrado, José Sánchez García, maestro y alcalde de O Rosal, una zona privilegiada por sus horas de sol y un clima idóneo para los productos de huerta. Fue él quien trajo líos mirabeles desde la zona de Alsacia y del Rhin y no sé si es pasión de padre pero a mí me gustan más los de aquí. Él, después de ilustrar e instruir a la gente de su municipio que eran en su mayoría agricultores, inventó esta huerta con los mirabeles y trayendo también la feijoa. Estaban ya en la 3ª generación y haciendo unos productos estupendos, sin conservantes, ni aditivos. Una maravilla. Pero las nuevas formas de mercado le dejaron en una situación delicada y todas las miradas se giraron hacia nosotros para que el proyecto no se perdiera y hemos conseguido enderezar, mantener la empresa. Estamos muy contentos de que haya sido así”.

“El camino fue largo. Pero existió el espacio” escribió Francisco Brines.

El vino como verdad y fantasía en la vida de José María, arraigado a sus profundas convicciones y a este paisaje en el que la tierra va cantando de vid en vid. Así surge en nuestra conversación cuánto tiene de potencial el vino gallego: “Muchísimo, de hecho te diría que en los 30 últimos años hemos pasado de 0 a 100. La recuperación de variedades autóctonas con potenciales aromáticos increíbles nos ha permitido hacer unos vinos finísimos, además de esa frescura y punta de acidez que le dan los suelos de nuestra tierra les convierten en vinos emblemáticos, cada día más conocidos. Hoy el albariño ya es una marca en todo el mundo y es el que abrió el camino, las puertas para el enorme potencial que tenemos en Galicia, unánimemente reconocido. Como te dije antes, no es casual que grandes bodegas de La Rioja y otras zonas hayan venido a asentarse aquí porque saben que es donde se pueden conseguir estos blancos. Respecto a los tintos hay un camino por recorrer que, perdona que me repita, se está haciendo ahora. Hacemos vinos elegantes, bien hechos, que se podrían comparar con grandes vinos del mundo. Veo que hay un futuro muy prometedor porque se dan dos cosas indiscutibles: la calidad (ya nadie la pone en duda) y la singularidad y eso en el mundo del vino es bien importante”.

Abro la conversación a un amigo común, Fernando Ónega, sé de su aprecio por José María y sus vinos y admiro su manera de contar, su forma audaz e impecable para retratar todo aquello que atraviesa por su mirada. Le llamo y le pillo muy enfaenado, pero otra de las cualidades de Fernando en su enorme generosidad. Me atiende, me escribe: “Hasta donde sé, hay por lo menos tres José María Fonseca Moretón, aunque no sé por su orden.

Uno es Fonseca, sin nombre de pila ni segundo apellido. Para decirlo con más propiedad, la institución Fonseca. Es básicamente el emprendedor que un día montó un negocio de vino y ahora ya funciona como una multinacional: tiene “fábrica” en muchos sitios, produce diversas marcas y rompe fronteras para las ventas. Creo que ya puede imponer condiciones a los gobiernos.

Otro es Fonseca Moretón, extraña mezcla de humanista y administrador. El humanista se manifiesta en la conversación privada, preferiblemente ante un buen chuletón, en la que deja esta impresión: tiene categoría de sabio. El administrador hace ostentación de capacidades en los consejos de las empresas que dirige. Debe ser el único presidente del mundo que dirige con ironía y aplicación de la sabiduría popular. Una peixeira de Cangas o de Marín tiene para él más lecciones que el último Nobel de Economía.

El tercero es José María Fonseca, la persona. Si hay que cantar, canta. Si hay que tocar algún instrumento, los toca todos. Pero su última especialidad es el saxofón. Igual que en la empresa, lo trabaja en grupo y en locales cerrados. No hay noticias de víctimas de sus noches de conciertos. En los últimos veinte años que lo pude tratar asistí a su transfiguración: ahora, quizá por el apellido, quizá por la apariencia, se le está poniendo cara de cardenal. Y además, de cardenal del Renacimiento. Con mujer e hijos, como los cardenales antiguos. Le quitas la pajarita y le pones un alzacuello, y dan ganas de rezarle. Yo lo suelo hacer”.

La defensa del vino, los nuevos proyectos y la música

La Fundación para la Cultura del Vino nació de un proyecto previo que habían hecho otras bodegas, sobre todo de la mano de Marqués de Riscal, y que se quedó un poco abandonado; desde hace algún tiempo lo conforman algunas de las bodegas más importantes de España y el Ministerio de Agricultura: la mencionada Marqués de Riscal, La Rioja Alta, Muga, Pago de Carraovejas, Vega Sicilia y Terras Gauda. Esta fundación que preside en la actualidad Pablo Álvarez, de Vega Sicilia, y hace algunos años la presidió nuestro protagonista de este sábado. Le pido que me hable de ella: “La principal tarea que hacemos es defender con uñas y dientes al vino español y procurar que tenga el prestigio que se merece en todo el mundo. Por otro lado, también procuramos el conocimiento de grandes vinos del mundo en nuestro territorio. Esto se traduce en una serie de acciones que venimos haciendo anual o bienalmente como es el “sabor de los grandes”, que quizá sea la cata de vinos más importante que se hace en España, editamos además una revista técnica, “Terruños”, en la que procuramos que escriba la gente más emblemática del sector. El último número es interesantísimo porque habla de las manos de los productores, bodegueros de las variedades españolas más olvidadas o desconocidas y por ello hay un artículo mío hablando del caiño blanco. Tenemos acuerdos con el Museo Thyssen para todo lo que tenga que ver con el mundo del vino, hemos hecho concursos de fotografía sobre el románico en toda España, hacemos catas en el extranjero con vinos españoles a través de las embajadas, hemos traído a masterwines de todo el mundo a España y también les hemos pedido que ayudaran a nuestros vinos en el tema de la exportación. En definitiva, defender y prestigiar al vino español, ya que somos una de las mayores extensiones de viñedo del mundo, y tenemos también la mayor riqueza varietal”.

El presentador de programas culturales más reputado de Francia, Bernard Pívot, dice en su “Diccionario del amante del vino”: “Cuando leo, vendimio las palabras y después de vendimiar vuelvo a la lectura”. José María Fonseca habla de vinos y de vendimias como quien canta a la vida. Su patria son sus amigos, sus vinos, el universo de sus viñedos que encierran posibilidades cifradas de felicidad. Sus proyectos de futuro pasan por el Bierzo y La Rioja y de eso quiero que me hable: “Realmente del Bierzo está ya consolidado en lo que es el vino, la zona en la que estamos que es Arganza, hemos ampliado la bodega añadiéndole unos caserones adyacentes y un patio interior que es una maravilla. Estamos reformando todo para darle un impulso grande al enoturismo, que en estos últimos tiempos va a una velocidad supersónica, y habida cuenta de que nuestra ubicación está al lado del Camino de Santiago, pues con más motivo”. “El gran trabajo que hemos hecho en el Bierzo es la dignificación de la mencía en el sentido de la crianza: tenemos un vino de finca que se llama Valdelaosa que es una mencía suave y delicada, con un poco de madera. Todos los vinos que tenemos tienen un puntito de madera: el Petit Pittacum, que también es un vino más ligero, en el que está toda la mencía en su esplendor del trago largo; el propio Pittacum, que tiene la esencia pura de la mencía, con una crianza de 14 meses en barrica que dependiendo de la añada nos da un vino de personalidad única. Y el nuevo proyecto es un vino de maduración tardía a base de alicante bouschet y garnacha tintorera. Una joya. En esta zona seguiremos haciendo lo que el tiempo nos vaya diciendo”.

“El proyecto que nos tiene realmente absortos ahora, donde estamos concentrando nuestros mayores esfuerzos, es en La Rioja, en Alfaro, donde está nuestra bodega y tiene mucho que ver con este vino que hoy nos acompaña, del que luego hablaremos en detalle.

Desde que llegamos aquí empezamos a reconvertir el viñedo sobre todo a graciano, que le da un perfil único a los vinos de rioja. Y las garnachas que aquí son extraordinarias al pie de la Sierra de Hez y por supuesto el tempranillo y el mazuelo. Gozamos de la libertad que nos da el tener el vínculo del recién llegado que ama el vino, eso se plasma en el vino que queremos hacer, este que tenemos delante: Finca Estarijo, definido sobre todo por el graciano, la garnacha y también por el tempranillo y mazuelo. Seguramente haremos algún vino más de finca, que iremos afinando con crianzas largas y envejecimiento en botella”.

“Otro de los proyectos es el del aceite que hemos hecho con arbequina, con el que hemos obtenido el 2º puesto en el Concurso de Aceites de La Rioja. Vamos a lanzarlo al mercado al tiempo que el Finca Estarijo”.

Antes de concluir la charla llamo a Antón y a Carmen Fonseca (sus hijos) para que sean ellos quienes cierren el círculo de intervenciones acerca de su padre. Me piden hacerlo por escrito, una breve y concisa misiva que reproduzco: “Es de bien nacidos ser agradecido. Primero a Palabra de Vino por brindarnos la oportunidad de poder escribir en vida lo que a nuestra madre ya no podemos decirle. Y luego a nuestro padre, por enseñarnos a pescar, regalarnos las cañas y enseñarnos a valorar ese pescado.

Para cuando estas líneas estén publicadas, seremos padre y tía, y solo deseamos poder inculcarle a su nieta los valores y ese saber disfrutar de la vida que a él le distinguen. Ese éxito, personal y profesional, del deber cumplido con el que su abuelo hace frente a la vida disfrutándola al máximo. Esperamos también que herede su oído musical, el olfato para un buen vino, la vista para el negocio, el gusto por las buenas personas y el tacto para hacerlas felices a su lado.

Imprime su firma en millones de botellas, deja su impronta en todo aquel que tiene el gusto de conocer al “hombre de las mil pajaritas””.

El periodista Carlos Delgado sostiene que “el vino, como la música, tiene una línea horizontal, melódica, que se corresponde con sus aromas, y la línea vertical, armónica, que se manifiesta en la experiencia palatal”. José María destila las notas musicales desde su saxo, una sinfonía del pensamiento, y por ello quiero conocer su opinión sobre el paralelismo entre el vino y la música: “Son dos mundos que van muy entrelazados: en las zonas de vino es donde hay más bandas de música por metro cuadrado, la gente canta más, se comunica mejor, se ríe más, y en definitiva es gente más abierta… El vino ayuda a todo esto porque es alegría e imprime ese puntito de espontaneidad. Nuestras fiestas van ligadas a la música y al vino, sería difícil imaginar por ejemplo unos sanfermines sin bandas de música y sin vino”.

Finca Estarijo

“Manolo, he elegido este vino porque en este momento de mi vida, es donde hemos puesto todos nuestros esfuerzos y, con toda modestia, nuestro saber y experiencia para sacar, sin presiones ni prejuicios, lo mejor de la región vinícola más emblemática de España en vinos tranquilos.

Nuestro prestigio nos obliga a afinar (recordemos los vinos finos de La Rioja) en sentido literal y figurado y a apostar por las variedades más emblemáticas de la zona, en concreto más allá del tempranillo, que está y debe estar presente, están el mazuelo y la garnacha extraordinaria cultivada a 700 metros de altitud, al pie de la Sierra de Hez, y el graciano procedente de nuestra finca que da nombre al vino.

El mimo en la viticultura y un trabajo minucioso en la bodega hacen lo demás.

Esta es nuestra primera añada en el mercado, 2016”.

Le digo a José María que esta es una añada gallega, porque ¿qué sabemos hacer los gallegos? Esperar (nos reímos). Fue una vendimia pues tardía provocada por un invierno lluvioso y un tiempo seco y caluroso en verano. Lluvias en septiembre y un octubre fresco y seco proporcionaron buenos parámetros de acidez, aromas…

El vino tiene nervio y frescura, es muy gustoso en boca, ofrece aromas balsámicos, armonía, equilibrio que hacen de él un vino fino y muy elegante. Propiciador del buen hablar.

Me reconforta haber pasado el día con este bodeguero paisano y amigo. Su compañía es sinónimo de buenos momentos, de plenitud en la valija del afecto, de sobremesa gloriosa, de esa experiencia única que supone saber escucharle para aprender, para absorber conocimiento. Me ha gustado entender su manera de levantar cimientos, plantar nuevas ilusiones, nuevas oportunidades, de saber buscar lo que se desea encontrar.

“Crecen los sueños para cantar, para reír, para volver a ser feliz”, decía en su canción Facundo Cabral.

Nos decimos adiós, o hasta luego, porque nos emplazamos a un buen cocido por fechas navideñas. En el abrazo final y agradecido se lo digo: ha sido una suerte haber podido estar allí donde ya estabas tú.

Palabra de Vino.