Percebeiros: Desafiando la alerta roja

Sandra Mir / Fernando Hernández 16/12/2011 15:28

“Llevamos dos meses sin salir, ahora son las fechas importantes donde ingresamos el 30% de nuestras ganancias anuales, si estas semanas son malas van a ser unas navidades muy jodidas” comenta Toñico, un percebeiro de familia que lleva más de 20 años consiguiendo el sustento suspendido de cuerdas sobre arneses que se tambalean de pared a pared en canales de agua golpeados por las olas.

Los percebeiros bromean mientras miran fijamente al océano “Me parece que este año poco marisco vais a comer en Madrid” dice Ángel y todos se ríen, es la sonrisa de aquellos que ven que su dinero en plena campaña se queda enterrado bajo el mar.

Los percebeiros tienen que pagar un seguro, tienen carnet profesional para poder marisquear y el máximo de pesca posible que pueden sacar al día son cinco kilos. Teniendo en cuenta que se les paga entre 40-70 euros el kilo, cada día que el mar les da la espalda les suponen unos 250 euros menos a sus cuentas.

Son las doce del mediodía y muchos se alejan del santuario de la Barca, el lugar donde tendrían que haber bajado a las rocas, pero hay dos, Gerardo y Casimiro, jóvenes, con apenas un año de experiencia, que comienzan a ponerse el traje de neopreno.

Ellos si que van a arriesgarse “Estamos en crisis, hay que pagar la hipoteca y comer, así que vamos a ver si cogemos un kilito”, nos comenta uno mientras cogen sus redes.

Pasan dos horas rodeados por olas de casi diez metros, corriendo entre rocas resbaladizas, con la manos ensangrentadas y los huesos entumecidos.

Y ustedes son testigos de primera mano de su infierno porque Gerardo lleva en su pecho colocada una cámara subjetiva.

Vuelven exhaustos, han capturado dos kilos, 70 euros, mientras Ángel los mira desde la orilla “hoy es muy peligroso, un accidente hoy sería mortal, la alerta que hay hace que si te traga el mar no te encuentra nadie!

Hoy han sobrevivido al océano, gracias a él y por él, pero sus vidas cada vez que se arriesgan con un mar así, penden de un hilo. Piénsenlo cuando vayan al mercado y les parezca muy caro el precio de un kilo de este preciado manjar.

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