Las camas calientes de los temporeros, uno de los grandes riesgos de contagio del coronavirus

  • Los brotes de Lleida y Huesco sacan a la luz las malas condiciones de los temporeros

"Los brotes de Lleida y Huesca tienen muchas similitudes, son temporeros, muy próximos geográficamente, además han coincidido en el tiempo, lo que nos hace dudar de si no hay relación entre ellos, no podemos garantizarlo pero no es descartable”, ha precisado el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, que también introdujo un término que no es baladí. Las camas calientes. Es decir, esas camas compartidas en pisos donde viven hasta 11 personas y donde guardar la distancia, lavarse las manos con gel y mantener todo lo necesario para evitar el contagio del coronavirus es misión imposible. Casi tanto como ser capaz de dejar de trabajar. Los temporeros duermen también en la calle, cuando no comparten habitaciones.

La Consejería de Salud de la Generalitat ha confirmado siete brotes de coronavirus en la región sanitaria de Lleida que suman, como mínimo, un centenar de contagios. Los brotes de la pandemia han sido detectados en tres empresas del sector de la fruta de la comarca del Segrià; en una empresa agroalimentaria de la Segarra y en una residencia de Lleida. El departamento de Salud del Ejecutivo catalán, asimismo, está haciendo seguimiento de un brote en la ciudad de Lleida.

Simón puntualizaba ayer que los infectados no lo son por el hecho de ser temporeros o trabajadores de un matadero, sino por la situación de vulnerabilidad social en la que viven compartiendo alojamientos cerrados en poco espacio. En Lleida ya ha habido una movilización para conseguir lugares dignos en los que los temporeros puedan vivir. El Ayuntamiento de Lleida calcula que cada año llegan entorno a unas 40.000 personas para trabajar en la temporada de la fruta a esta demarcación.

La Plataforma Fruita Amb Justícia Social denunciaba ya antes de los brotes que unos 200 temporeros estaban durmiendo en solares del Centro Histórico de la ciudad en unas condiciones que vulneraban los derechos humanos. Ahora se les intenta hacer pruebas y se han puesto en marcha pabellones en los que estos trabajadores puedan cenar, dormir y darse una ducha.Este año se ha complicado todo porque han llegado a la zona temporeros de Canarias, Andalucía, Valencia y hasta Italia.

Y aunque gran parte tienen en su contrato alojamiento y una parte de paga para tenerlo, la realidad de otros muchos ha quedado al descubierto por el coronavirus. Un nuevo elemento que puede disparar el miedo y la xenofobia en la zona por el medio al contagio. Algo que el consistorio quiere frenar con estos establecimientos para que el breote pueda ser controlado. Lo que sí parece inminente es vigilar las circunstancias en la que los temporeros son contratados -siempre existe gente sin escrúpulos- y su integración en la comunidad en los momentos con más demanda.