Los cuatro enemigos veraniegos de los pies

Inma D. Alonso 20/07/2015 10:35

1. Sudor y olor

Todos los pies sudan, aunque unos más que otros. De hecho, son la parte del cuerpo en la que más glándulas sudoríparas tenemos. Las razones por las que sudan, además de por las elevadas temperaturas de esta época del año, son el tipo de calzado y el textil de los calcetines que utilizamos.

El mejor remedio, utilizar siempre un calzado que sea transpirable, es decir, huye de los plásticos y materiales sintéticos y compra zapatos fabricados en piel o en otros materiales naturales. Y para los calcetines, mejor fibras como el algodón y tejidos especiales -como los que utilizan los deportistas- que absorben el sudor y dejan respirar a tus pies.

"Siempre que sea posible, lo mejor es llevar un calcetín fino para proteger el pie del sudor y si queremos ir con los pies descubiertos, utilizar sandalias de cuero o caucho", recomienda el podólogo Luis Carlos Medina.

Respecto al olor, no todos los pies que sudan huelen, de hecho, ya os contamos que el sudor no tiene ni olor ni color y que la razón por la que el sudor huele es por los microorganismos -bacterias y gérmenes, principalmente- con los que estamos en contacto, ya sea porque viven en nuestra piel o porque estén el calzado o en los calcetines.

Para eliminar el olor, te recomendamos que laves muy bien tus pies a diario. Lava también habitualmente el calzado que utilizas -incluidas las plantillas, si las tiene- y altérnalo para no ir todos los días con el mismo. A lo largo del día, si tienes la ocasión, refresca tus pies y cambia los calcetines usados por unos limpios. Si a pesar de todo esto el olor persiste, puedes recurrir a cualquiera de los productos de la amplia gama de sprays y desodorantes para pies que hay en el mercado.

2. Sequedad y grietas

Llevar los pies descubiertos, unido a las elevadas temperaturas, es sinónimo de pies secos. Con frecuencia nuestros talones se resecan y muestran una apariencia blanquecina -a veces, incluso amarilla- y esta piel acaba convertida en durezas o hiperqueratosis.

Es algo completamente normal pero si no quieres que tus pies parezcan espuelas o los cascos de un caballo, lo mejor que puedes hacer es mimarlos un poquito. No hacen falta grandes cuidados, sólo tienes que lavarlos con un jabón exfoliante y utilizar una lima especial para pies -o la clásica piedra pómez de toda la vida- para retirar con ella la piel seca.

Y después de este baño refrescante, aplica crema hidratante específica para pies. En este sentido, la mejor opción para Medina "son las cremas emolientes con un alto porcentaje de urea; las hay del 10% al 30% y tienen una alta efectividad para reparar las grietas".

Un consejo, durante el verano, haz este ritual un par de veces en semana; mejor si es por la noche ya que si aplicas la crema hidratante y después te calzas, es más que probable que tus pies suden.

3. Rozaduras, ampollas y otras catastróficas desdichas

Te pasas la mitad del año soñando con el día en el que salgan los primeros rayos de sol que calienten un poquito para ir corriendo a buscar tus sandalias favoritas y empezar a lucir pedicura. Pero tras ese primer momento de euforia, en el que más que andar vas dando brincos por la calle como si fueras el pingüino protagonista de 'Happy Feet', es más que probable que llegue un calvario de rozaduras y ampollas... y lo sabes.

La razón es sencilla, nuestros pies han estado protegidos durante todo el invierno por botas, gruesos calcetines y medias y liberarlos en verano conlleva una gran responsabilidad. Las rozaduras y ampollas son el resultado de la fricción de la piel contra el calzado por eso tenemos que procurar que el paso del calzado de invierno al de verano sea paulatino, es decir, no pasar de todo a nada, sino que haya una época intermedia en la que usemos calcetines y medias finas para que el pie se vaya adaptando.

También podemos proteger las zonas de mayor roce con tiritas o bien aplicar un poquito de crema hidratante o de vaselina en los puntos de fricción, tal y como aconseja Luis Carlos Medina.

Cuando aparecen las rozaduras ya no hay vuelta atrás así que lo primero que tenemos que hacer es desinfectar, después procuraremos mantener siempre la zona limpia y la cubriremos con una tirita o apósito. En el caso de las rozaduras suele bastar con estos cuidados básicos pero las ampollas requieren más atención por el riesgo de infección.

En este sentido, Luis Carlos Medina asegura que lo mejor "es limpiar bien las ampollas y no pincharlas; sólo lo haremos si nos duelen y nunca en casa, iremos a especialista para evitar infecciones".

Otra de las míticas desdichas veraniegas son los pies hinchados. Aquí el calor actúa como agravante ya que detrás de esta inflamación suele haber otra serie de patologías como son los problemas circulatorios, renales o de retención de líquidos, entre otros. Para reducir esta hinchazón hay remedios naturales como disminuir el consumo de sodio en nuestra dieta -sal, principalmente-, hacer ejercicio físico moderado, mantenerse bien hidratado -por ejemplo, tomando infusiones diuréticas como la de cola de caballo- o poner los pies ligeramente elevados.

4. Las peores, las infecciones

De la lista de villanos que amenazan nuestros pies en verano, sin lugar a dudas, los peores son las infecciones. "La mejor manera de prevenirlas es manteniendo los pies muy secos", apunta el podólogo Luis Carlos Medina. Dos son los consejos principales que nos da este experto:

  • Utilizar chanclas, calcetines de neopreno o sandalias de goma en las piscinas y duchas, sobre todo en los lugares en los que el agua suele quedarse estancada.
  • Después de darnos un chapuzón o cuando nos duchemos, secar los pies de manera exhaustiva, deteniéndonos especialmente en los pliegues interdigitales.
  • Evitar, en la medida de lo posible, compartir las toallas o el calzado para reducir el riesgo de contagio.

Si a pesar de ello tenemos hongos o pie de atleta, podemos tratarlos con alguno de los productos específicos que hay en cualquier farmacia. Si los hongos aparecen en las uñas, tendremos que tener especial cuidado con la humedad, "sobre todo si ha habido un traumatismo y la uña se desprende porque, de no tratarse adecuadamente, puede desembocar en endurecimiento, cambio de color o incluso onicogrifosis y el tratamiento para solucionarlo, en estos casos, es muy lento y largo", comenta el podólogo.

En el caso del papilomavirus, su tratamiento es más complicado y lo recomendable es que lo realice un podólogo o un dermatólogo. "La parte visible del papiloma o verruga es como la punta de un iceberg, el especialista tiene que deslaminar con un bisturí y después quemar o congelar la zona afectada. Es un tratamiento largo que requiere de varias sesiones y de la intervención de un experto porque, por lo general, las soluciones que encontramos en la farmacia no suelen ser tan eficaces", concluye Luis Carlos Medina.