El sol afecta a tu grasa: la falta de luz del otoño engorda

eltiempohoy.es 11/10/2018 16:32

Suele ocurrir, el último trimestre del año tiene algo que te hace engordar o, al menos, no perder el peso deseado. No es sólo lo que comes, existen otros factores como el que ha revelado un estudio del Instituto de la Diabetes de la Universidad de Alberta, en Edmon (Canadá), que ha encontrado una relación directa entre la luz solar y el almacenamiento de grasa, o dicho de otro modo: la baja exposición a la luz del sol favorece el aumento de peso.

La relación entre la luz del sol y la grasa

No es una excusa para que te relajes si tienes que perder peso, es la conclusión a la que ha llegado el equipo de Peter Light, director de Instituto de la Diabetes de la Universidad de Alberta: "Cuando las longitudes de onda de la luz azul del sol penetran en nuestra piel y alcanzan las células de grasa justo debajo, las gotas de lípidos disminuyen de tamaño y se liberan de la célula.

En otras palabras, nuestras células no almacenar tanta grasa", aclara Peter Light. "Dándole la vuelta al asunto -continúa- la exposición insuficiente a la luz solar durante el invierno (y más aún en zonas muy al norte) puede promover el almacenamiento de grasa y contribuir al aumento de peso típico que algunos de nosotros tenemos durante el invierno".

Claro, conciso y poco esperanzador. Pero aunque no se pueda modificar la cantidad de luz solar que llega a la piel, existen otros factores que se pueden manipular, para evitar el inevitable aumento de peso al que condena el otoño.

La falta de luz y la astenia otoñal

Otro de los factores que influyen en el aumento de peso es la llamada astenia estacional, que se traducen en menos ganas de practicar ejercicio físico y más deseos de estar tirados en el sofá. Se trata de un trastorno temporal que baja el ánimo, provoca cansancio, somnolencia y falta de vitalidad. Pero es necesario sobreponerse hasta que se ajuste el reloj biológico y aunque cueste, tratar de hacer al menos media hora de ejercicio al día. De esta manera se generan endorfinas que ayudan a vencer la apatía.

El cambio de armario

Hasta este momento del año, tu uniforme de diario estaba compuesto por prendas ligeras que dejaban parte de tu anatomía al descubierto: camisetas, shorts, falditas y vestidos sin demasiadas complicaciones. Llega el otoño y por fin puedes taparte y piensas que una lorcita más o menos no se va a notar. Y es cierto, no se nota, pero si no haces nada por evitarlo se quedará adherida a tu cuerpo como un alien y llamará a todas sus amigas para hacer la fiesta de las lorzas bajo tu abrigo. Cuando llegue la primavera y empieces a quitarte capas, no entenderás nada de lo que ha pasado en tu cuerpo.

El frío y los alimentos de otoño

El último y más evidente elemento que ayuda a ganar peso en esta época del año es la alimentación inadecuada. Vale que hace más frío y que con el aumento de la melatonina disminuye la temperatura corporal, por lo que apetece comer platos más calóricos que en verano; vale también que un buen cocido con todos sus avíos (los propios de la receta de la tierra de cada cual) es capaz de levantar a los muertos; que se pasan más horas en casa y el aburrimiento da hambre (o algo muy parecido) y también que es muy romántico parar a comprar castañas cuando paseas de la mano con tu pareja, pero no te pases. Un solo puñado de frutos secos es bueno, un día de cocido con todo lo que le acompaña es maravilloso, pero si se te va la mano, se reflejará en el peso.

El otoño es una época excelente para elaborar platos tibios y calientes que no tienen por qué estar saturados de grasa: cremas de verduras u hortalizas, legumbres (garbanzos con acelgas o espinacas, judías con almejas y langostinos o lentejas veganas) pescados azules, setas, champiñones, espárragos trigueros y frutas como peras, mandarinas, uvas y granadas.