Jedet, los haters y la minimización del sufrimiento ajeno

  • La discusión entre Esty Quesada y Jedet ha provocado un debate en redes sociales

  • Marina Pinilla, psicóloga, analiza la normalización de las avalanchas de odio en redes sociales y la invalidación del sufrimiento ajeno

  • Los titulares y la polémica pasa al olvido, pero las secuelas psicológicas de un acoso inesperado en redes permanecen

Cuando Jedet publicó en su Instagram una fotografía llorando porque quería “dejar de ser sexy”, se inició una guerra en la que las redes sociales eran el campo de batalla. Daba igual el contexto de sus declaraciones, daba igual su estado salud mental y daba igual la importancia del mensaje, porque la cantante y actriz pasó a ser el foco de críticas y humillaciones por parte tanto de usuarios anónimos como de personajes públicos.

Las avalanchas de odio en redes y el caso de Jedet

No nos parece extraño ni moralmente incorrecto que una figura pública sea trending topic de la noche a la mañana por un comentario sacado de contexto. Incluso nos unimos a esa cacería colectiva porque sabemos que en un par de días se habrá olvidado y habrá surgido una nueva piñata humana a la que linchar.

Sí, pasarán los días y los tweets y titulares habrán pasado al olvido, pero esa persona que los protagonizó tendrá que lidiar con las secuelas psicológicas de un acoso y derribo inesperado, inmerecido e insostenible.

En este caso, el detonante fueron los pantallazos publicados por Jedet que muchos han resumido en una sencilla frase –“Quiero dejar de ser sexy”–, pero que esconden una poderosa reflexión acerca de la presión que ejerce la sociedad sobre las mujeres.

Desde que comenzó su transición y saltó a la fama, Jedet ha expresado en incontables ocasiones sus problemas de salud mental. “Siento que estoy encerrada en una cárcel que me he creado a mí misma, estoy obsesionada con la belleza”, confesó en una entrevista hace un año. “Es horrible. Me gustaría que no me siguiesen en eso, que la gente se sienta cómoda teniendo granos, sin depilarse, sin arreglarse. Yo no puedo, estoy enferma”.

En esta ocasión, Jedet lamentaba haber sexualizado su imagen para encajar en un ideal de feminidad, sintiéndose incómoda por ello. De una forma totalmente sincera, explicaba que le da miedo perder trabajo, fans o relevancia por mostrarse tal y como es, ya que ser sexy ha sido “su arma, su negocio y su marca”.

Este mensaje refleja lo que les ocurre a muchas mujeres trans que, por la presión de encajar en el rol estereotipado de la feminidad, se presionan para mantener una actitud atractiva, inalcanzable y sexy que es no solo machista, sino también agotadora. Sin embargo, esta presión no es exclusiva de la comunidad trans, ya que las mujeres cis también son víctimas de ella.

Se presionan para mantener una actitud atractiva, inalcanzable y sexy que es no solo machista, sino también agotadora

Debemos ser femeninas, pero naturales, seguras de nosotras mismas, pero sumisas, e inteligentes, pero humildes. Eso es lo que dictan los prejuicios patriarcales, y cuando Jedet ha explotado y dicho basta en vez de empatizar y deconstruirnos, nos hemos lanzado a su yugular sin piedad.

Sin duda la persona más crítica con la artista ha sido la actriz y cómica Esty Quesada, también conocida como Soy Una Pringada.

“Cuando quieres ir de profunda y subirte al carro de la salud mental, pero la única excusa que encuentras para subir fotos llorando es que eres demasiado sexy”, ironizaba Esty en sus historias de Instagram, relatando también que fue violada y agredida físicamente por un familiar y que, aun así, “no sube fotos llorando porque no le apetece hacer el ridículo”.

Por qué está mal invalidar traumas que no son tan graves como los tuyos

Es entendible la crítica a la banalización de la salud mental, algo que se ha ido gestando en redes sociales y medios durante los últimos dos años. El problema surge cuando para reivindicar se tira por tierra el sufrimiento ajeno.

Nadie tiene potestad para crear un concurso de traumas o para juzgar quién lo ha pasado peor o quién merece quejarse. Esta división entre “sufrimiento de primera” y “sufrimiento de segunda” esconde un mensaje que se ha grabado a fuego en el cerebro de las personas con trastornos mentales durante siglos: que su sufrimiento no es tan importante.

Hay frases que denotan esta invalidación del sufrimiento psicológico y que todos sabemos que están mal: ¿Cómo vas a estar deprimido si hay gente con cáncer y niños que se mueren de hambre? ¿Cómo vas a quejarte porque te explotan en el trabajo si hay gente que está en paro y vive en la calle? ¿Cómo vas a llorar porque tu novio pase de ti si hay mujeres maltratadas? Sin embargo, cuando entran en juego la belleza, los filtros y los seguidores en redes sociales nuestra brújula moral se desorienta.

En su cuenta de Instagram, Jedet recordaba una entrevista de hace un año, y añadía: "Llevo hablando años sobre mi salud mental y mi discurso siempre ha sido el mismo. Nunca he tenido miedo a la hora de compartir mis miedos e inseguridades. Quizás simplemente algunos no estaban escuchando".

Cuando se trata de salud mental, es fundamental empatizar con el sufrimiento ajeno, incluso cuando te parece que está originado por motivos banales o menos graves que los tuyos. Hay personas que viven traumas muy violentos y jamás hacen alarde de las secuelas, al igual que otras eligen compartir su mochila emocional. Eso no significa que estén “monetizando su dolor” y que debamos criminalizarles, ni tampoco que estén “visibilizando la salud mental” y debamos endiosarles. Simplemente comparten su experiencia, experiencia que algunos no entenderán y otros considerarán desproporcionada, pero que nadie tiene derecho a invalidar.