José González, experto en procesos de duelo: "La sociedad nos empuja a pasar página tras la muerte de un ser querido"

  • El 24 de septiembre se publica 'El duelo, crecer en la pérdida' (RBA, Madrid 2020) un libro escrito en plena pandemia y salpicado por ella

  • Entrevistamos a su autor, José González, psicólogo experto en acompañamiento en procesos de duelo

  • 'El duelo, crecer en la pérdida' pone luz a una de nuestras asignaturas pendientes como sociedad: naturalizar las emociones desagradables y comprender su parte funcional

Quienes le conocen suelen preguntarle cómo un tipo tan risueño y alegre como él, puede tener una profesión tan cercana a la muerte. Sí, han leído bien: la muerte. Tal vez les resulte duro leer esa palabra en la primera frase de un artículo… pero es que esta entrevista va precisamente de eso: de la muerte y de cómo nuestra cultura ha ido tejiendo con el paso de los años una especie de filtro que, consciente o inconscientemente, nos impide hablar con naturalidad de esa parte del proceso que es la vida.

José González es uno de los pocos psicólogos en nuestro país especializado en procesos de duelo. En pocos días verá la luz su último libro El duelo, crecer en la pérdida (RBA Madrid, 2020) co-escrito con su colega Manuel Nevado. Un libro que fue concebido y gestado en plena pandemia, cuando la muerte era protagonista de su vida y de la de millones de personas en todo el mundo.

Su profesión como terapeuta especializado en procesos de duelo y formador de médicos y sanitarios en acompañamiento de duelo; aquellas cuatro semanas de marzo en que la covid-19 le obligó a encerrarse completamente solo en su casa para luchar contra una neumonía bilateral: su propio duelo por la muerte de un familiar cercano… Este es el escenario en el que González escribió el libro.

Pregunta: ¿Cómo fue el proceso de escribir El Duelo, crecer en la pérdida?

Respuesta: Tenía 24 horas al día duelo. Porque claro, de la cama me iba al ordenador para trabajar con los dolientes por covid o con los sanitarios, ya que llevo grupos de ayuda. Fueron dos meses muy intensos donde las 24 horas al día eran duelo: el mío propio, porque estaba pasando la enfermedad, más el trabajo, más la supervisión y la pérdida de un tío carnal que murió. Gran parte de lo que escribía tenía que ver con lo que me estaba pasando porque todas las dificultades durante la covid, de no poder despedirte, de no poder acompañar a la familia, de la frustración de no poder llevar a mi tío a Asturias -que era su deseo- las estaba experimentando yo. En vez de redactar el libro a ratitos, era vivenciarlo 24 horas: como si te metes en el personaje, como si fueras un actor las 24 horas. Fue muy intenso.

P: La pandemia ha sacado a relucir nuestras grandes carencias emocionales y lo necesitados que estamos de aprender sobre la muerte…

R: Yo lo he vivido estos meses en primera persona. Siempre he tenido una actividad profesional frenética antes de la pandemia, pero durante esos meses -de marzo a junio- he trabajado más que en toda mi vida. Había mucha atención desde los medios sobre la labor que hacemos los profesionales del acompañamiento y de la salud mental y se ha puesto muy en alza, porque la parte sanitaria también se ha visto muy necesitada. Muchísimos sanitarios que estaban más lejos de la muerte, como oftalmólogos o traumatólogos, se han visto al borde del abismo comunicando muertes, o decidiendo quién si y quién no. Y a mí, en las sesiones con los grupos, me ha tocado ver cómo se desbordaban. Todas las semanas me he desplazado a estos hospitales a formar a médicos en cómo acompañar o en cómo comunicar malas noticias. Para muchos médicos soy el psicólogo que conocen…no el mejor, pero sí el único que se dedica a esto. Con lo cual tenía un montón de peticiones de terapia. Ha sido un libro a sangre y sudor porque lo he estado viviendo día a día, por decirlo de alguna manera… El libro cae en un momento que tiene más sentido o significado que nunca porque todos hemos tomado cierta conciencia sobre la importancia que tiene despedirte o pasar tiempo con las personas que quieres, o cuidarlas. Es como que la situación nos ha pegado una bofetada de realidad, porque te das cuenta de lo importante. ¿Cuántas personas se plantean o replantean a día de hoy cómo quieren vivir? Personas que quieren volver cerca de sus mayores o dedicar más tiempo a otras cosas. Todo eso se ha movido.

Normalmente nuestra sociedad nos impide o cortocircuita nuestra conexión con las emociones desagradables

P: Cuéntanos un poco más en profundidad de qué habla exactamente el libro y desde qué perspectiva aborda el tema de la muerte y del duelo.

R: El libro habla un poco de las fases de las terapias del duelo en general. No es un libro que sustituya a la terapia ni mucho menos, porque cuando el duelo es complicado, creo que el acompañamiento es necesario, ya que funciona de una manera más eficiente. Pero sí creo que puede ayudar a elaborar procesos de duelo, a que puedas encauzarlo y, sobre todo, a legitimar que transites esas emociones desagradables que son funcionales y que nos ayudan en los procesos de duelo.

Tiene también un componente sociológico, de hecho, el libro empieza así: por la sociedad tanatofóbica. Haciendo una especie de evaluación de cómo normalmente nuestra sociedad nos impide o cortocircuita nuestra conexión con las emociones desagradables. Y desde esa parte más sociológica, pues ya vamos a lo particular. En el libro tienes las últimas actualizaciones en duelo además de la parte vivencial. Esto es difícil de encontrar en los textos que hablan sobre duelo, que suelen ser súper teóricos, de gente que investiga pero que no ve pacientes, que no ve dolientes, o lo contrario, sólo testimonios personales. Es difícil encontrar este punto intermedio. El libro está lleno de citas de pacientes que yo creo que lo reflejan mejor que la teorización.

P: El libro puede ayudar a muchas personas a comprender sus propios procesos de duelo, por ejemplo se me ocurre a no sentirse un bicho raro cuando en ese proceso aparecen algunas emociones como la rabia, la envidia…

R: En realidad el libro trata de acercar lo que es un grupo de duelo paso por paso. Si hay un grupo de 20 dolientes, cuando uno empieza a hablar de la sensación de envidia que puede sentir al ver a personas que tienen a sus padres, por ejemplo, es mucho más fácil que tú legitimes otras emociones que tengas similares. Se verbalizan, se naturalizan, se comparten. Eso, en la soledad individual, es muy complejo.

Es mucho más fácil que tengas un amigo, conocido o familiar que te anime en un proceso de duelo a uno que te permita llorar

P: Normalmente los demás no nos permiten estar mal y eso nos hace sentirnos raros, incomprendidos…

R: Yo siempre expreso que en los procesos de duelo hay un doble mecanismo necesario que es como el de los relojes de péndulo de pared. Por un lado necesitas conectarte a la vida, volver a tener esperanza, tratar de engancharte a lo que te queda en el día a día. Por otro lado, necesitas el afrontamiento, que sería conectar con esas emociones desagradables. No es que no sea necesaria la conexión vital y el optimismo…pero es que en general, para eso, hay muchísimos más voluntarios, porque la propia sociedad te empuja a eso, a que pases páginas a que aprecies lo que tienes...entonces el libro reconoce que eso es necesario, pero también el afrontar… todas las dinámicas que aparecen en el libro tienen que ver con que conectes con tus emociones desagradables que son funcionales en tu proceso de duelo, que son necesarias..la tristeza, la rabia, la ira, la envidia…Es mucho más fácil que tengas un amigo, conocido o familiar que te anime en un proceso de duelo a uno que te permita llorar. No digo que no sean necesarios los dos, pero en general tendemos a maquillar la emoción desagradable. Hasta el nombre que le ponemos, porque si llamas a las emociones desagradables emociones negativas parece que es algo a extirpar, como que no tiene que estar ahí. Pero la realidad es que son desagradables pero son funcionales, son útiles. Entonces, un poco nuestro trabajo es ayudar a conectar con eso sin que eso tenga que ser darle un dramatismo exagerado. De hecho, en el libro hay muchas partes que tienen que ver con el humor, porque cuando el humor sirve para afrontar la realidad es útil, pero no lo es cuando es completamente evitativo.

P: ¿El libro también puede servir entonces a personas que acompañan a otras en sus procesos de duelo, un familiar, un amigo?

R: Esa es un poco la idea idea libro. Está pensado para dolientes y para personas que acompañan a dolientes, sean familiares, conocidos, parejas, que es un reclamo habitual, eso de ¿cómo ayudo a mi pareja a elaborar su proceso de duelo? Ese es el doble vector del libro y siempre decimos que para acompañar a alguien, sea como profesionales o en el ámbito personal, lo ideal es que tengas un poco la postura del copiloto. El piloto es el doliente y él decide si ir o no ir y la velocidad que lleva. Y tú, como copiloto le ayudas en lo que creas que necesita, pero sin tomar los mandos, que suele ser una de las situaciones más contraproducentes en la terapia de duelo, el ser excesivamente directivo y forzar a la persona a que haga o no haga. Esta idea de simplemente acompañar está muy presente en el libro.

P: A veces, cuando uno está inmerso en un proceso de duelo por la muerte de algún ser querido es difícil ver algo positivo a la situación…¿cómo ves esto tú, después de tantos años trabajando codo con codo con la muerte?

R: El duelo tiene una parte de crecimiento personal porque te permite conocerte a ti mismo y te permite reconocer que, a veces, sientes envidia, rabia, culpa pero que si te las permites, las puedes transitar, digerir y elaborar. Y lo que suele suceder es que te niegas la propia emoción, pero eso a la larga tiene unas consecuencias…

P: Está claro que para esto ocurra a nivel generalizado eso de dejar de maquillar las emociones desagradables, haría falta un cambio importante de paradigma...porque vivimos más bien el la cultura que nos empuja a distraernos de lo desagradable. ¿Qué pasos crees que tenemos que dar como sociedad para ir cambiando esta manera de ver la muerte?

R: Para mi es una labor que debe empezar desde la familia y la escuela, es decir, en la educación, en que aprendamos a naturalizar, no solo nuestros procesos de duelo, sino la conexión con esas emociones desagradables, que no las etiquetemos tanto y pongamos colores negros o blancos, sino tratar de ver que son reacciones naturales. Y esto, a nivel micro, sí que se da, por ejemplo, una madre o padre que está en proceso de duelo: una mujer joven, de 45 años, que ha perdido a su pareja que era el padre de su hijo. El que ella esté conectando con sus emociones desagradables como mujer, facilita el proceso de duelo a su hijo, que tiene 5 años y, seguramente, ese niño se desarrolle con más inteligencia emocional que la media, es decir, cuando desde pequeño te naturalizan tus emocione desagradables, tanto en la familia como en la escuela, generaremos una sociedad mucho más sana. Porque hablamos de duelo porque aquí no puedes escapar de la pérdida, pero esto lo puedes llevar a todos los procesos de cambio…en todo cambio hay un duelo porque hay una perdida.

Igual que antes pasaba con el sexo, pasa ahora con la muerte. Se convierte en un tabú y ahí es donde empieza esa parte tanatofóbica

P: Somos los adultos los que desnaturalizamos las emociones desagradables...

R: Para mí, la clave sería que toda esta inteligencia emocional que ve las emociones desagradables como útiles, se tuviera desde el inicio, que nazcamos así...porque los seres humanos no nacemos con esa tanatofobia, no tenemos miedo a la muerte según nacemos. Lo que pasa es que la muerte se convierte en un tabú. Si mi padre enferma y le ingresan, por ejemplo, y si él lleva a mi hijo al colegio cada día, es difícil que yo le diga: han ingresado al abuelo, quizás muera... es muy difícil que le digas esto. Normalmente le engañas, le dices que está en otro sitio… y cuando muere, privamos al niños de que vaya al tanatorio, o que vea el cuerpo. Igual que antes pasaba con el sexo, pasa ahora con la muerte. Se convierte en un tabú y ahí es donde empieza esa parte tanatofóbica. Pero cuando al niño se le naturaliza, tiene un crecimiento emocional tremendo, porque no tiene ese miedo al nacer, no nacemos con ese temor.

P: Por último…¿Qué tiene de bueno para un psicólogo esto de acompañar a otros en el duelo? ¿No es demasiado doloroso estar todo el tiempo con la muerte tan presente en tu vida?

R: Yo que soy una persona risueña y alegre en general me preguntan mucho cómo me dedico a esto…y yo digo que acompañar a personas en procesos de duelo es muy enriquecedor para el terapeuta, para el que acompaña, porque son terapias que casi siempre son efectivas. Es decir que cuando empiezas a trabajar con la persona hay mucho dolor, pero es muy difícil -si simplemente acompañas, sosteniendo el proceso- que no mejore la persona. Cuando empiezas a trabajar hay mucho dolor, pero eso casi siempre va para delante, hay mucha más progresión que en otro tipo de acompañamiento o de terapias.

De hecho, González explica que las últimas sesiones de una terapia de duelo no tienen nada que ver con el duelo en sí, sino en cómo la persona encara la vida, en qué le ha cambiado, en cómo valora más los vínculos con las personas que tiene, en las tonterías que se ha quitado de la cabeza, en lo que quiere emplear el tiempo a partir de ahora…en definitiva en ese montón de cosas que implican una toma de conciencia, que no tienen tanto que ver con el dolor por la muerte de un ser querido, pero que son la luz al final de túnel, la luz que siempre hay en un proceso de duelo bien elaborado y que es lo que nos permite crecer en la pérdida.