Trastorno Bipolar: qué es y cómo se trata

  • El trastorno bipolar es una enfermedad frecuente que afecta a nuestro estado de ánimo

  • Es frecuente que aparezcan períodos de euforia, en contraste con otros de depresión

  • El trastorno bipolar puede tratarse: su causa es principalmente biológica y se requiere el uso de medicación

El conocimiento es una herramienta básica para mejorar nuestra salud, a través de la prevención y de la búsqueda de ayuda en fase temprana, y esta lógica también se aplica a la salud mental, tan mermada en tiempos de pandemia. Por eso es tan importante que existan jornadas como el Día Mundial del Trastorno Bipolar (30 de marzo): con él se trata de llamar la atención sobre los síntomas de esta dolencia, así como sobre su tratamiento y las distintas maneras en que podemos mejorar esta condición. En definitiva, se trata de informar sobre este trastorno para que el posible paciente cuente con todas las herramientas necesarias para iniciar su tratamiento. La buena noticia es que se trata de una enfermedad perfectamente tratable y que, con la ayuda adecuada, es posible mejorar en gran medida su calidad de vida. ¿Qué es el trastorno bipolar y cómo detectarlo? ¿De qué manera puede tratarse?

Día Mundial del Trastorno Bipolar: qué es y cómo se trata

Tal y como explica la Sociedad Española de Medicina Interna, el trastorno afectivo bipolar es una enfermedad que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo. Así, cuando una persona experimenta los síntomas de un trastorno bipolar, "pierde el control sobre su estado de ánimo y éste tiende a describir oscilaciones más o menos bruscas, que van desde la euforia patológica (manía) a la depresión, sin que éstas estén relacionadas con factores del mundo exterior”. Se trata, además, de una enfermedad frecuente: incluyendo las formas menos graves, casi un 4 por ciento de la población mundial sufre algún tipo de trastorno bipolar.

Este trastorno funciona como una enfermedad crónica, episódica y recurrente. Eso sí, es posible mejorar sustancialmente gracias a un tratamiento farmacológico acompañado de psicoterapia (psicoeducación) como complemento.

Otro punto clave sobre esta enfermedad es que suele aparecer por causas biológicas y genéticas, teniendo que ver con el sistema límbico, que es el encargado de regular nuestras emociones. Cuando este sistema no funciona correctamente, el estado de ánimo puede sufrir alteraciones bruscas que pueden no tener que ver con ninguna circunstancia personal externa. Se trata, por tanto, de causas internas que es posible regular a través de un tratamiento.

En este sentido, entran en juego neurotransmisores como la dopamina, serotonina y aceltilcolina, así como hormonas como la tiroxina. Aun así, es posible que factores externos (una ruptura, un despido, un duelo, la presencia de estrés...) actúen como desencadenantes. Lo mismo se aplica al consumo de alcohol y drogas, así como al tratamiento con algunos fármacos, como es el caso de los corticoides.

Dado que la causa de este trastorno es principalmente biológica, desde la Sociedad Española de Medicina Interna insisten en que "nadie tiene la culpa de padecer un trastorno bipolar, ni el que lo padece ni su familia". Así, “la voluntad del paciente no juega ningún papel para decidir si padece o no una enfermedad, y esto incluye el trastorno bipolar.”

Eso sí, siempre es posible tomar ciertas decisiones en cuanto a la enfermedad, como ocurre en lo referente a la medicación o a la terapia. Evitar el consumo de alcohol y drogas, intentar regular el sueño, seguir los consejos de su psiquiatra y/o su psicólogo... pueden marcar la diferencia a la hora de mejorar la calidad de vida. La voluntad es, por tanto, clave para la mejora.

Es una enfermedad crónica

Además, es importante destacar que, aunque el trastorno bipolar es una enfermedad crónica, con el debido tratamiento los periodos de estabilidad pueden ser muy prolongados. Así, es posible regular tanto la fase depresiva como la maníaca.

Por último, en cuanto a los síntomas del trastorno bipolar, atender a las característica de cada una de estas fases puede dar algunas pistas a pacientes, familiares y amigos:

  • La fase maníaca implica "una elevación patológica del estado de ánimo y/o la energía". En esta fase, la persona suele tener menos sueño, sentirse más enérgica e irritable, mostrarse hiperactiva, más sociable, gastar más, actuar de manera más impulsiva, sentirse más sociable y sexualmente activa, tender a la extravagancia, embarcarse en nuevos proyectos difícilmente realizables... En los casos más graves, pueden aparecer delirios y alucinaciones.
  • La fase depresiva se caracteriza por tristeza, cansancio, apatía, trastornos del sueño (bien por exceso, bien por defecto), pérdida de motivación, apatía, un auto concepto negativo e incluso ideas de muerte.