Los silencios del Alakrana

PILAR BERNAL 20/09/2010 10:44

Carlos Meira está a punto de salir de Moaña para volver a embarcarse en el Alakrana. Su retorno al mar va a coincidir con el aniversario del secuestro. Ha pasado nueve meses varado en tierra, algo impensable para un hombre de mar que lleva 21 años faenando en las peligrosas aguas del Golfo de Adén, frente a las costas de Somalia.

Conforme se acerca el día de tomar el avión que le lleve, junto a sus compañeros, a Seychelles se calienta el nerviosismo.

Él y Rosa, su mujer una de las más discretas en los días del secuestro, no ocultan que tienen miedo pero aseguran que Carlos no tiene más remedio que volver: "No puedo hacer otra cosa. Me quedan cinco años para jubilarme. Si hubiera forma de buscar la vida en tierra lo haría pero no hay forma".

Este mecánico engrasador es, probablemente, el único español que ha sufrido dos secuestros en Somalia. La mala suerte le hizo estar en el primer secuestro sufrido por un barco español, el Albacora IV, en el año 2000.

"Esa vez fue muy distinto. Primero porque sólo duró tres días y segundo porque aquellos estaban dirigidos por mercenarios británicos que sabían muy lo que hacían. Después los somalíes aprendieron el oficio y todo ha ido, aún, a peor".

Cruza los dedos porque sufrir tres secuestros ya superaría todas las probabilidades estadísticas pero él y su familia tienen el miedo metido en el cuerpo.

La opinión médica

Una de las personas que más ha seguido la evolución de todos los marineros gallegos ha sido la doctora Marta Nores, de la mutua FREMAP, que, desde el primer momento, consideró el secuestro un accidente laboral en toda regla.

Ella ha sido la encargada de darles las bajas y las altas y reconoce que lo que más le ha llamado la atención ha sido la valentía de todos ellos: "a pesar de la experiencia traumática y de los sucesos tan fuertes que me han contado en consulta, lo que más me ha llamado la atención ha sido su entereza, su valentía y sus ganas de volver al mar".

Según nos cuenta la doctora, los marineros suscribieron verbalmente un pacto de silencio para no revelar lo sucedido durante el rapto: "todos han dicho aquí en la clínica que existía un pacto de silencio", un extremo que confirman las mujeres de algunos de los tripulantes.

Silvia Alvés, esposa de Pablo Costas y el rostro más conocido de los familiares del Alakrana, dice que una máxima de los marineros es que lo que pasa en el barco, en el barco queda.

Según ella, su marido va contando las cosas poco a poco: "nunca me ha hecho un relato íntegro de lo que pasó durante el secuestro. A veces está en casa y algo le recuerda algo de lo que ocurrió allí y te lo cuenta pero yo sé que hay muchas cosas que se guarda".

Pablo no ha vuelto al mar y está intentando buscarse la vida en tierra para no tener que arriesgarla de nuevo en el mar: "los tres o cuatro primeros meses estaba pero como si no estuviera".

Lleva 10 meses en tierra, su recuperación ha sido lenta y hace sólo unos días que ha recibido el alta psicológica: "aún tendré que seguir meses con las pastillas. No puedo cortarlas así como así. Aún las necesito para dormir".

La doctora que les ha ido dando el alta a todos ellos asegura que la recuperación será lenta y que el silencio que ellos mismos se han autoimpuesto puede ser contraproducente: "siempre surge la duda, cuando algo se calla, de que en el futuro puede salir un traumatismo a posteriori".

No se sabrá si están del todo recuperados, dice Marta Nores, hasta que se enfrenten de nuevo al mar, regresen y se les evalúe.

Así que de momento los silencios del Alakrana siguen flotando en cada pueblo gallego o vasco donde hay un tripulante del barco. Todos, incluido el patrón, guardan para si mismos los abusos vividos en las lejanas aguas del Índico a las que están condenados a volver.

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