Fatima Djara, activista contra la mutilación genital femenina: "Perdono a mi familia porque son víctimas como yo"

La infancia de Fatima Djara De Almeida Sani (1968) estuvo marcada por una tragedia que ya forma parte de su vida: la mutilación genital. Con tan solo cuatro años, tuvo que hacer frente a este tipo de violencia. “Cuando lo sufrí, yo no sabía por qué ni para qué servía. Solo me dijeron que era algo muy importante para una mujer y para una niña”, relata a la web de Informativos Telecinco. Ella reconoce que ya por aquel entonces notaba que todo eso no era necesario: “Cuando crecí un poco y empecé a ver el sufrimiento de las niñas que acababan desangradas o muertas, sabía que no estaba bien”.

Ella recuerda ese día con un ambiente festivo entre las mujeres de su familia. La felicidad inundaba sus caras porque había llegado el día donde a Fatima y a su hermana les iban a realizar la mutilación genital. Los gritos de su hermana fueron el aviso de que lo que iba a suceder a continuación no era nada para celebrar. “En mi cultura, cualquier niña o mujer que no ha sufrido es porque no es mujer, no se siente valorada ni reconocida en nuestra sociedad. A día de hoy, tengo claro que es una forma de violencia y de violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas”, explica. En la actualidad, utiliza su experiencia para evitar que otras niñas pasen por lo mismo a través de su organización 'Dunia Musso'.

En diciembre de 2023, realizaron un estudio en Gabo, un pueblo de Guinea, y los resultados mostraron que el 98% de las mujeres han sufrido mutilación y un matrimonio forzado. La ley contra la mutilación femenina existe desde 2011 en Guinea. Según UNICEF, se calcula que más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido algún tipo de mutilación y otros 30 millones de niñas corren el riesgo de ser víctimas en la próxima década.

“Perdono a mi familia porque son víctimas como yo”, dice Fatima Djara

Fatima Djara nació en la Guinea Portuguesa que Amílcar Cabral y su partido liberaron en 1974 para convertirlo en Guinea-Bisáu. Se trata de un lugar donde todavía persisten los matrimonios forzados, la mutilación genital femenina y el difícil acceso a la educación para las mujeres. “Es un rito de iniciación. La cultura se ha basado en la tradición de que una mujer tiene que ser mutilada porque sino no va a ir detrás de los hombres o no va a llegar virgen al matrimonio. La mujer tiene que conservar la virginidad para que la familia pueda recibir el dote cuando se casa”, sostiene. “También hay creencias de que tienen que ser mutiladas porque el clítoris puede crecer y el hombre no quiere competencia en eso. Algo totalmente falso”, añade.

Esta experiencia tan traumática puede pasar factura con tus seres queridos, pero ella eligió perdonar a todas las mujeres de su familia. “Sé que han sufrido lo mismo que yo, el mismo engaño. Es un lugar donde el patriarcado trata así a las mujeres. Ellas tienen que seguir y practicar la tradición”, subraya. “Mi abuela, mi madre y mis tías pasaron por lo mismo. Hay que perdonar porque son víctimas. Son mujeres que sufren hasta el día de su muerte”, lamenta.

Dunia Musso, la organización creada para la prevención de la mutilación

Fatima aprendió a leer y a escribir en casa de una vecina. Estudió Ingeniería Civil en Cuba con una beca del Gobierno. Ha vivido 31 años en África, seis en América y 15 en Europa. Habla mandinga, fula, papel, criollo, portugués, francés y español. Desde el 2008, trabaja en Médicos del Mundo como intermediadora con la comunidad africana y desde el 2014, es la presidenta de la organización ‘Dunia Musso’. “Queremos sensibilizar y formar a la comunidad africana sobre la prevención de la mutilación femenina y atender a las mujeres que ya la han sufrido. También queremos que los hombres sean aliados para que puedan decidir si su hija puede o no ser mutilada”, apunta.

Ella también trabaja desde España con la comunidad africana en Navarra, pero tan solo pueden prevenir a las niñas que han nacido aquí. Su objetivo era cruzar la frontera con este proyecto y llevarlo a su tierra. “En Guinea-Bisáu hay que trabajar con todo el equipo, tanto hombres como mujeres”, sostiene. “La educación es información y poder. Si una niña está educada, la sociedad se educa. Esa pequeña puede transmitir el mensaje de generación en generación”, indica. Desde ‘Dunia Musso’, trabajan para “formar y sensibilizar a las niñas y a sus madres para que conozcan sus derechos, puedan reclamar y trabajar como agentes del cambio”.

“En Proyecto Mundo Cooperante trabajamos con 20 niñas”, declara

A través del ‘Proyecto Mundo Cooperante’, un club de 20 niñas, trabajan todos los sábados en Guinea-Bisáu. Las ayudan en las tareas escolares y les hablan de sus derechos sexuales y reproductivos. “Trabajamos para que ellas puedan escribir sus nombres y entiendan el derecho de la mujer. Queremos que sepan que la violencia no es normal ni natural”, dice. Fátima ya ha notado un cambio en la comunidad y ha empezado a ver cómo rechazan esta práctica. “Ahora no solo tratamos la mutilación, hablamos del matrimonio forzado y de la poligamia obligatoria que hacen algunas mujeres”, afirma.

Es una tarea que no siempre es fácil, sobre todo por la zona en la que se encuentran. En su último viaje, que realizaron en diciembre, vivieron un intento de golpe de Estado. “Fue terrible. Por la madrugada escuchamos un tiroteo y no sabíamos dónde había sido. Una coordinadora de nuestro equipo que trabaja allí me llamó y me dijo que no podíamos salir a la calle”, recuerda tras confesar que ella lo vivió “con más intensidad” por todo lo que supone este intento. “Siento que todo lo que estamos consiguiendo puede retroceder porque no va a venir gente que quiera invertir en esto. Ese día teníamos una cita para formar a un centro y no pudimos. Vivimos un momento muy intenso y muy difícil”, indica.

“Lo más difícil ha sido enfrentarme a mi familia”, confiesa

Para Fátima, lo más duro ha sido enfrentarse a su familia. Plantarse delante de ellos y decirles que ella sí está trabajando en este tema y que “no piensa volver hacia atrás jamás”. Una decisión que incluso los hombres africanos que viven en España no se han tomado bien: “Me han tenido como si fuese un bicho”. “Encontré mucha dificultad cuando empecé a trabajar en Guinea-Bisáu, tanto en las subvenciones como a la hora de conseguir cosas para poder ir a trabajar allí”, recalca. Pero estos obstáculos no van a frenar su meta: “En los países africanos hay más mujeres que hombres, pero ellas no tienen la oportunidad de ir a la escuela y para eso estamos trabajando. Si ellas no tienen educación, estarán sumidas toda su vida hasta la muerte”.

La activista africana no duda en dejar un mensaje para todas aquellas mujeres que han sufrido este tipo de violencia: “Les pido que salgan, que tienen su propia voz. Sus experiencias sí cuentan en la sociedad. Quiero que expresen lo que han vivido para que las nuevas generaciones no lo sufran. No hay nada malo en lo que han vivido, no es humillante. Se trata de contar lo vivido para salvar la vida de otras muchas mujeres”.

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