Dori Majali, una de las heridas más graves del 11M: "Voy a cenar con otras víctimas para celebrar que estamos vivos"

Las diez mochilas que los yihadistas colocaron el 11 de marzo de 2004 en Madrid provocaron 193 muertos y más de 2.000 heridos. Pasados 20 años, 89 personas todavía siguen sufriendo secuelas físicas y psicológicas muy importantes, como son los casos de Antonio M. Utrera y de Olga, quien deja un desgarrador testimonio.

Una de las supervivientes con heridas más graves fue Dori Majali. Ella iba sentada muy cerca de una de las bombas y la onda expansiva le afectó de lleno en las piernas. De hecho, tuvieron que amputarle una de ellas.

Símbolo del coraje de los supervivientes del 11M

"Abro los ojos y me doy cuenta de que estoy sentada en el suelo, que está todo destrozado y quemado, que no hay ventanas ni puertas y que está la gente muriéndose", rememora Dori ante las cámaras de Informativos Telecinco.

Majali explica que "mi primera intención fue poner las manos en el suelo para levantarme y salir corriendo de allí, pero no me podía levantar. Entonces, miré y vi que tenía las piernas absolutamente destrozadas". "Me veía los tendones y los huesos y que me faltaba musculatura. Obviamente, me estaba desangrando", señala.

Recuerda que su primer pensamiento en ese instante fue "el miedo" que sintió porque "me iba a morir y no iba a poder volver a ver a mi hijo, que era muy chiquitito en ese momento". Tenía entonces poco más de tres años y a punto estuvo de quedarse sin madre.

Dori despertó ya en el hospital y la sorpresa de estar viva compensó la amputación de su pierna. "Cuando me dijeron que sólo me faltaba la pierna izquierda por debajo de la rodilla, fue uno de los momentos más felices de mi vida porque estaba viva", asegura sin perder su bonita sonrisa.

Cuestionada sobre si se ha detenido alguna vez a contar el número de veces que ha tenido que pasar por el quirófano, apunta que "sé que son más de veinte y menos de treinta".

Además, detalla que, como consecuencia de la onda expansiva, "tengo incrustados en el cuerpo trocitos de goma de los asientos que se van moviendo y que me impedían ponerme la prótesis para andar".

Independientemente del daño físico, que es mucho, también está el emocional. Hoy en día aún le aterra volver al lugar de la masacre. "Es una sensación muy desagradable, se me revuelve el estómago y me duele la cabeza", reconoce mientras contemplan los andenes de la estación de Atocha.

No obstante, para ella hay una sombra en el vigésimo aniversario. Y es que si ahora, por ejemplo, se acusase a alguien que podría haber sido el autor intelectual de la matanza, no podría ser juzgado ni cumpliría una condena porque los delitos prescriben este año.

Dori también lamenta que "parece que las instituciones sólo se acuerdan de nosotros cuando llega el 11M". Y nos cuenta algo que le hace mucha una ilusión, que en la noche de este lunes, 11 de marzo de 2024, cenará con otras víctimas de los atentados para "celebrar que estamos vivos".

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