Los manifestantes portaban camisetas impresas con la frase "Mal país, no hay amor", un juego de palabras con el apellido del creador detenido, Ai, que en chino se pronuncia como "amor".
El domingo pasado el famoso "performer" y disidente fue detenido en el aeropuerto de Pekín cuando se disponía a tomar un vuelo precisamente con destino a Hong Kong.
El gobierno chino aseguró esta semana que el artista está siendo investigado por supuestos delitos económicos, aunque se ha superado el plazo de 24 y 48 horas para informar a la familia y emitir una orden formal de arresto, lo que vulnera la ley china.
La hermana del detenido, Gao Ge, señaló hoy a Efe que siguen sin tener noticias del diseñador del estadio olímpico de Pekín 2008 y que, tanto ella como el resto de la familia, están preocupados por la salud del artista, que necesita medicación diaria para la hipertensión y la diabetes.
La familia de Ai considera que su detención no tiene nada que ver con supuestos delitos económicos, sino que se trata de la última de una serie de represiones contra la disidencia política china, ya que el artista es uno de los principales críticos del régimen.
En este sentido se expresaron también los manifestantes de hoy en Hong Kong, organizados por miembros de la comunidad artística como la conservadora Melissa Lam.
Los organizadores instaron a las autoridades chinas a liberar al creador y a restaurar la dignidad y los derechos humanos de él y de los cerca de 200 disidentes, abogados e intelectuales que desde octubre, y en especial desde las llamadas anónimas a emular las revoluciones árabes de febrero, han sido detenidos, acosados o han desaparecido en la segunda potencia económica.
Algunos de los manifestantes portaban pancartas en las que hacían juegos de palabras en chino con el nombre del artista, como "Ayuno por Weiwei", y otros han acampado en mitad de la calle, según muestran las imágenes de la televisión local hongkonesa.
Según grupos de derechos humanos internacionales, el régimen realiza una sus peores campañas de represión en una década desde que en octubre se supo que el Nobel de la Paz era el intelectual encarcelado Liu Xiaobo, y con el fin de evitar cualquier riesgo de revuelta social de cara al relevo de poder de 2012.