Tras mucho sufrimiento Miguel se atreve a salir calle porque no se ve gordo. La comida ya no es una obsesión ni una pesadilla. Ha estado año y medio luchando contra la manorexia.
Con 15 años, llegó a pesar 146 kilos en dos perdió 75. "Había días que no comía nada", narra. Se quedó sin amigos, se mareaba en el colegio y tenía problemas para estudiar. El siguiente paso fueron las mentiras. "A mis padres les decía que había comido y no era cierto".
Él pidió ayuda y hoy aún sigue un tratamiento. Pero sonríe porque se enfrentó a su miedo y sabe que tiene toda una vida por delante. EBP
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