El próximo cuello de botella: los metales clave para la transición energética disparados hasta 2030

  • Un informe del FMI apunta que el cobalto, el litio, el cobre y el níquel podrían cuadruplicar su precio para el final de la década

  • Estos minerales se utilizan para fabricar baterías y otros componentes clave de los sistemas de energías renovables

  • Los más beneficiados serían los principales productores de estas aleaciones como la República Democrática del Congo o Indonesia

Una mina en el corazón de África. Un pico que golpea la tierra, destapando un mineral azul eléctrico. Es cobalto. Un metal industrial que junto al litio, el cobre o el níquel lleva meses en una escalada notable de precios. Un aumento de costes que, a medio plazo, puede poner en jaque la transición ecológica de la que depende la supervivencia de la Tierra.

Este tipo de materiales son claves para construir las estructuras que generan y almacenan la electricidad derivada de las energías renovables. El camino hacia un mundo de emisiones cero, como se está discutiendo en estos momentos en la cumbre climática de Glasgow, estimulará una demanda nunca vista de estas aleaciones.

Un auge en el consumo que elevaría aún más los precios, de acuerdo con un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por ejemplo, el litio, utilizado en baterías para vehículos eléctricos, podría aumentar su precio de 2020, alrededor de los 5.200 euros la tonelada métrica (Tm), hasta los 13.000 euros/Tm para finales de la década.

Aunque un incremento de los precios traería tiempos de auge a para las economías exportadoras de estos minerales, los altos costes podrían mantenerse los próximos nueve años y extenderse más allá de 2030. Una circunstancia que convertiría esto metales en los nuevos "cuellos de botella" para la transición energética.

El escenario de emisiones cero multiplica la demanda

El objetivo de limitar la subida de la temperatura global a 1,5ºC y llegar a emisiones cero en 2050 requiere de una transformación completa del sistema energético. Y las energías limpias necesitan más metales: por ejemplo, un coche eléctrico necesita cinco veces la cantidad de estas aleaciones que un coche de combustión fósil.

Bajo este ambicioso escenario, el consumo de litio se multiplicaría por 20 y el del cobalto por seis para satisfacer las necesidades de baterías y otros usos en renovables, de acuerdo con el FMI. La demanda de cobre se duplicaría y la de níquel se cuadruplicaría -aunque esto incluye satisfacer necesidades no relacionadas con las energías renovables-.

Aumento histórico de los precios de los metales

En este panorama, los precios del cobalto, el litio y el níquel crecerían un 200%-400%, respecto a los niveles de 2020. El cobre sufriría subidas menores, en torno al 60%. Los autores del estudio estiman que los costes alcanzarán el máximo histórico de 2011, pero se mantendrán elevados durante más tiempo.

Los precios alcanzarían su pico alrededor de 2030, según las estimaciones del FMI. Por una parte, a diferencia de las energías basadas en el petróleo y el gas, que necesitan un flujo constante de estos combustibles, la producción de energía renovable solo utiliza metales en la fase de inversión, para la construcción de aerogeneradores o baterías. Por otra parte, el auge de los precios induciría una reacción de oferta, reduciendo la tensión del mercado una vez se hayan puesto en marcha nuevas minas y cadenas de suministro.

Pero, mientras tanto el precio disparado es una traba más para la inversión en renovables. Una situación de la que ya se quejaban este martes desde Iberdrola, exigiendo a la siderúrgica Sidenor rebajar los precios del acero "para que España siga compitiendo a nivel mundial en energía eólica". Este componente, como el cuarteto de metales mencionados, es esencial para la fabricación de aspas y otras piezas.

Los grandes productores de metales, los grandes beneficiados

El aumento de costes también afectaría a la inflación, el comercio y la producción. Aunque podría suponer beneficios inesperados para los principales productores de estas aleaciones como la República Democrática del Congo (acoge la mitad de las reservas mundiales de cobalto y el 70% de la producción), Indonesia (níquel), Australia (litio) o Chile (cobre). El mayor peso de estos metales en la transición ecológica también otorgará mayor poder geopolítico y económico a dichos países.

La demanda disparada de los cuatro metales claves en la transición energética aumentaría su valor de producción por seis, hasta los 11.200 millones de euros, en las próximas dos décadas. Esto podría rivalizar con el valor aproximado de la producción de petróleo en un escenario similar de emisiones cero.

Los investigadores del FMI calculan que un aumento persistente del 10% en el índice de precios de los metales, aumenta en 0,75 puntos el ritmo de crecimiento económico experimentado por los países exportadores de metales, en relación con los importadores. También verían una magnitud similar de mejora en los saldos fiscales de sus gobiernos, derivados de regalías e impuestos.

Implicaciones políticas y medioambientales

Sin embargo, el margen de incertidumbre de los resultados del FMI es amplio, de hasta un 40%. El cambio tecnológico es difícil de predecir y la velocidad y la dirección de la transición energética dependerán de la evolución de las decisiones políticas.

Un interrogante que es perjudicial porque puede obstaculizar la inversión minera y aumentar el riesgo de que los altos precios descarrilen la transición. En España tenemos el caso de la sierra de la Mosca, en Cáceres, donde el proyecto de una mina de litio lleva varios años estancada. Hace unas semanas, se presentó una nueva propuesta, que soterraría la explotación en su totalidad, reduciendo el impacto medio ambiental.

Porque tampoco hay que olvidar, que una expansión sustancial de la minería podría tener efectos adversos sobre el medio ambiente, a menos que las empresas adopten tecnologías de mitigación. Asimismo, algunos metales ya han estado sujetos a restricciones a la exportación, así como a subsidios para la minería nacional, que pueden dificultar su accesibilidad universal.

De acuerdo con el FMI, una política climática creíble y coordinada a nivel mundial; altos estándares ambientales y empresariales; y la reducción de las barreras comerciales y las restricciones a la exportación permitiría que los mercados funcionaran de manera eficiente. Además, recomiendan crear un organismo internacional que monitorice el sector del metal, análogo a la AIE para la energía.