La ciencia debate si el SARS-CoV-2 ya no puede crear más variantes de riesgo: "Tiene un número finito de opciones"

  • "El hecho de que diferentes variantes hayan afectado de forma independiente a las mismas mutaciones sugiere que ya estamos viendo los límites de hacia dónde puede llegar el virus", señala el biólogo Jason McLellan

  • "Esto es solo el comienzo y el virus seguirá adaptándose durante años", apunta el microbiólogo Ravi Gupta

¿Puede el coronavirus tener más sorpresas reservadas para la humanidad o ha agotado ya su capacidad para mutar en versiones más amenazantes? Algunos de los expertos que mejor conocen su genética no se ponen de acuerdo. Las nuevas variantes del SARS-CoV-2 podrían poner patas arriba la evolución de la pandemia. A la comunidad científica le preocupan especialmente tres: la británica (B.1.1.7), la brasileña (P.1) y la sudafricana (B.1.351). El mayor temor es que sean más transmisibles y que escapen de la acción de los anticuerpos neutralizantes una vez que una persona ha pasado la enfermedad o se ha vacunado. También que sean más virulentas y, por tanto, más mortíferas.

La meta de cualquier virus es intentar sobrevivir. Cada vez que se replica en un huésped, las copias que genera de sí mismo no son perfectas. Esos errores en la copia o mutaciones no suelen tener consecuencias, pero a veces le dan al virus cierta ventaja para contagiarse mejor y esas nuevas versiones o variantes se convierten en dominantes. La pregunta es ¿hasta qué punto debemos preocuparnos las variantes que aparezcan en el futuro?

Jason McLellan, biólogo de la Universidad de Texas, en Austin (Estados Unidos) señala que aunque es cierto que, como todos los virus, el SARS-CoV-2 seguirá evolucionando, tiene un número limitado de mutaciones disponibles. "Simplemente no hay mucho espacio para que la espícula (la proteína S que el virus utiliza para entrar en las células humanas) continúe cambiando de manera que le permita evadir los anticuerpos y unirse a su receptor", asegura en un artículo publicado en The New Yorker. "Las sustituciones que permiten que el virus resista a los anticuerpos probablemente también disminuirán su afinidad con la enzima ACE-2 (el receptor o puerta de entrada de las células que usa como diana la espícula)", explica McLellan, uno de los científicos que con más detalle conoce cada rincón de la proteína S. Su conclusión es que aunque haya miles de nuevas variantes, no es probable que ninguna traiga amenazas mayores que las que ya conocemos.

Recientemente, los investigadores han registrado todas las mutaciones útiles disponibles en esa zona clave del SARS-CoV-2, la espícula que hace la función de llave para entrar en las células. Lo que han descubierto es que la mayoría de los cambios capaces de debilitar la acción de nuestros anticuerpos ocurren en solo unos pocos lugares. "El hecho de que diferentes variantes hayan afectado de forma independiente a las mismas mutaciones sugiere que ya estamos viendo los límites de hacia dónde puede llegar el virus", asegura McLellan. "Tiene un número finito de opciones", añade. Es decir, que, según este investigador, con el tiempo, es probable que el SARS-CoV-2 se vuelva menos letal y no más.

A medida que las personas se exponen a un virus desarrollan una inmunidad cruzada que las protege contra futuras infecciones, no solo por ese virus, sino también por cepas relacionadas. Con el tiempo, el virus también agota las posibilidades de mutar que podrían permitirle infectar células mientras elude la memoria del sistema inmunológico. "Esto es lo que creemos que les sucedió a los virus que causan el resfriado común", señala McLellan. "Probablemente, causaron una enfermedad importante en el pasado pero luego evolucionaron y se hicieron menos mortales, aunque todavía estén con nosotros", añade.

El jefe del servicio de Microbiología en el Hospital Ramón y Cajal en Madrid, Rafael Cantó, no es tan optimista en cuanto a la evolución de las variantes. "No me atrevo a ser yo tan categórico. En biología todo es posible", señala. "Es cierto que la secuencia no es muy larga y a lo mejor está agotado el número de cambios que se puedan producir pero el número de combinaciones son muy grandes y, por tanto, la variabilidad que podemos encontrar es más de las que existen ahora". Y lo cierto es que no se sabe cómo va a influir. "Hay muchas mutaciones que se están produciendo que son incluso suicidas para el propio virus. El virus lo que tiene que hacer es persistir y sobrevivir. Si hay mutaciones que hacen que no sea posible esa supervivencia es como una autoextinción", explica.

Las tres variantes que más preocupan a la comunidad científica han surgido en países con una propagación viral desenfrenada. En ellos el virus ha tenido más posibilidades de replicarse, mutar y producir cambios que le confieren una ventaja evolutiva. "Lo que influye es el número de virus que haya, su abundancia, la cantidad de gente infectada, lo que hará que el número absoluto de mutantes sea más alto, siendo la frecuencia la misma", explica Cantón.

Ravi Gupta, profesor del departamento de Medicina de Microbiología Clínica de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) asegura que el Sars-CoV-2 no ha alcanzado todavía su punto máximo de mutación. "Esto es solo el comienzo y el virus seguirá adaptándose durante años. Afortunadamente, las vacunas nos protegerán a la mayoría de los efectos graves", ha señalado.

Mientras, los laboratorios de Pfizer-BioNTech y Moderna ya han anunciado que pueden desarrollar dosis de refuerzo para combatir estas variantes. Moderna trabaja ya en una contra la variante sudafricana. Los expertos aseguran que no es algo complicado de hacer. Se trata, simplemene, de intercambiar el nuevo material genómico por el antiguo. Aunque los ensayos, la fabricación y la distribución aún podrían llevar meses.