El hombre con neurofibromatosis al que abrazó el Papa: "Él no sabía si era contagioso y me besó. Yo solo sentí amor"

EUROPA PRESS 20/11/2013 19:19

"Mi enfermedad no es contagiosa pero él no lo sabía y simplemente lo hizo, me acarició por toda la cara y mientras tanto yo sentí solo amor", ha explicado en una entrevista concedida al diario británico Daily Mail recogida por Europa Press.

Vinicio Riva es de Vicenza, al norte de Italia, tiene 53 años y sufre la enfermedad genética neurofibromatosis que ha provocado la aparición de tumores no contagiosos por todo su cuerpo. A principios de este mes el Papa Francisco lo abrazó y besó en una audiencia en la Plaza de San Pedro.

"Era el paraíso. No pensó si abrazarme o no", indica Riva, al tiempo que añade que la caricia de Francisco hizo que su corazón latiera "tan fuerte que pensaba que moriría". Y aunque ha precisado que el Papa estuvo completamente en silencio, considera que "a veces se puede decir mucho sin decir nada".

Según recuerda, el Papa se acercó y él le besó la mano, pero mientras, el Pontífice, con la otra mano, le acarició su cabeza. Después, le atrajo hacia sí en un fuerte abrazo, besando su cara. "Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me envolvían. Sólo duró un minuto pero a mí me pareció una eternidad", comenta.

Riva acudió al Vaticano acompañado por su tía, Caterina Lotto, de 68 años. Ella les ayuda tanto a él como a su hermana, que también padece la enfermedad pero en menor grado. Asimismo, les da parte de su pensión pues, si no, apenas podrían salir adelante con los 250 euros que reciben al mes por su discapacidad y los 150 euros de sus trabajos voluntarios.

Riva ha pasado por numerosas operaciones de corazón, garganta y vista y a menudo sufre problemas respiratorios por su enfermedad que le fue transmitida genéticamente por su madre. De hecho, afirma que los médicos le daban una esperanza de vida de 30 años.

Además, cuenta que le cuesta caminar por lo que acude al trabajo en bicicleta con la que también le gusta pasear por la ciudad. Sin embargo, para visitar el Vaticano lo hizo en silla de ruedas debido al largo tiempo de espera.

En la entrevista, Riva recuerda un día doloroso en el que le obligaron a abandonar su asiento en un autobús. "Un hombre dijo que no me podía sentar allí, dijo que no quería mirarme. Ninguno de los pasajeros me defendió. Me sentí terriblemente mal", afirma.

Una sensación totalmente contraria a la que vivió el pasado 6 de noviembre cuando el Papa Francisco demostró una vez más su amor por los más débiles, por los enfermos y necesitados.