Tras el fallecimiento de Adolfo Suárez, las primeras muestras de cariño llegaban en su traslado a la capilla ardiente. Decenas de personas aplaudían al expresidente del Gobierno. Un homenaje que se repetía por toda la geografía española. En Granada, la corporación municipal guardaba un minuto de silencio. El mismo minuto se sucedía por numerosos ayuntamientos, como en Lérida, donde los ciudadanos podían firmar en el libro de condolencias. Una escena idéntica se vivía en Palma de Mallorca, isla frecuentada por la familia Suárez en sus momentos de descanso. El expresidente era recordado por todos los rincones de España.