Llegan las notas, ¿y ahora qué?: Lo que puedes y debes hacer por tu hijo

telecinco.es 23/12/2018 08:30

Las malas notas son un tema "complejo" porque "intervienen muchos factores" y "no vale la misma fórmula para todos los niños", reconoce María del Valle de la Orden, psicóloga clínica especialista en infancia y adolescencia. Por este motivo, incide en la importancia de prestar atención al menor a lo largo del curso escolar. "Al final las notas son producto de una ejecución, pero en el transcurso es donde se han producido los problemas", explica.

Por otro lado, cabe diferenciar entre los niños que comienzan a sacar malas notas desde el inicio de la etapa escolar y los que suspenden a partir de un momento determinado. Esta distinción es necesaria porque el problema, indica, "no se plantea igual".

Problemas y cambios

En el primer caso, "hay que detectar si el niño tiene algún tipo de problema cognitivo". En este sentido, considera imprescindible "mantener una buena comunicación con el maestro", que nos dirá "qué observa".

Descartadas las dificultades cognitivas, "hay que estar atentos a qué le puede estar pasando tanto en el ámbito escolar como en el ámbito familiar". Los cambios en casa o en el colegio pueden afectar al menor. Y estos "no necesariamente tienen que ser algo objetivamente malo" porque "los niños no piensan como los adultos". Ejemplo de ello es el nacimiento de un nuevo miembro de la familia, que "en muchos casos hace que estén celosos o se sientan tristes y hace que dejen de premiar a los padres con buenos resultados y empiecen a llamar la atención intentando que nos demos cuenta de que les pasa algo".

"Los niños muy pequeños difícilmente se van a sentar y te van a decir 'tengo celos de mi hermano' o 'tengo miedo a que me quite mi sitio en casa', pero sí que se lo vas a notar y se lo van a notar en el colegio", añade.

Por ello, reitera la importancia de la comunicación entre el tutor y los padres: "Las cosas que pasan en casa tienen que saberlas en el colegio. Desde allí, pueden ayudar y apoyar al niño. Hacerle sentir que se le entiende".

"Es bueno que haya una buena comunicación desde la comunidad escolar entera, esto es, los padres con los profesores. Es decir, que se vigile cuál va siendo la evolución del niño, dónde aparecen los problemas y si estos son propios del niño, intentar atajarlos o, si dependen de otros factores, intentar atajarlos en otros factores", explica, porque además ayuda a "la detección precoz del problema, una parte fundamental en la solución".

En este sentido, los padres deben "ponerse en el lugar del niño". "Ellos deben sentirse apoyados, entendidos. No hay que estar juzgándoles y el hecho de que vea que a los padres les interesa lo que les pasa, que al profesor le interesa lo que le pasa, le hace sentir parte del sistema", agrega. Por ello, tenemos que "preguntarles qué les pasa y escuchar su respuesta y en función de esta vuelvo a iniciar la conversación con él desde ese punto e intento buscar unas soluciones en conjunto".

Niños vagos

Por otro lado, admite que al igual que los adultos, los niños pueden ser vagos. Y en este caso, "tienen que entender que la actitud de vagancia, de desidia, de no hacerse cargo de sus responsabilidades va a tener unas consecuencias, que no son necesariamente gritos, ni castigos exagerados" ya que estos "les afectan las primeras veces, pero si se convierten en algo habitual, directamente asumen que les va a caer la bronca y no sirven absolutamente para nada".

Normalmente, los castigos deberían ser "la consecuencia lógica de un acto que no ha sido ejecutado". Ejemplo: "Si yo no hago la comida, no voy a comer; si yo no he estudiado lo suficiente y luego las notas no son buenas, pues a lo mejor tenemos que restringir el tiempo que dedicamos a jugar, a pasear o a ver la tele y lo tenemos que cambiar por tiempo de estudio".

Por tanto, "hay que sentarse con el niño y explicarle que cuando uno deja de cumplir sus responsabilidades deja de tener determinados privilegios y esto no es un castigo, es la ley de la compensación".

¿Le desapunto de extraescolares?

Cuando el niño trae malas notas, conviene aprender a "gestionar bien el tiempo" y desde casa debemos "tener cierto control sobre las actividades cuando no está en clase y también, cuando sí está para saber qué hace".

No obstante, "no es bueno en principio quitarle de alguna actividad que le guste, le motive y sea positiva para el niño porque ahí va a aprender, por ejemplo, en baile o fútbol, una disciplina, cosas importantes también y que puede aplicar a los estudios".

En cualquier caso, si se enuncia una retirada de privilegios y luego esto no se lleva a cabo, al final, resulta "contraproducente" ya que "cuando amenazas al niño con que vas a hacer algo y no lo haces, la primera vez te cree y la segunda también, pero a la cuarta ya no te sirve la amenaza".

Falta de motivación

Las malas notas del niño pueden deberse también a que este carezca de la motivación necesaria. "Aprender no es lo mismo que estudiar y aunque a todos les gusta aprender no significa que a todos les guste estudiar", es decir, "hay niños extremadamente inteligentes, pero no les motiva lo suficiente el hecho de memorizar una serie de datos" por lo que "hay que adaptar el aprendizaje a sus inquietudes".

En algunos niños "el sí porque sí funciona", pero en otros, no. "Cuando es muy pequeño no le tienes que explicar que esto es muy importante para su futuro, le tienes que hacer la tarea que está ejecutando atractiva", puntualiza.

Además, señala que "la empatía es fundamental en la educación desde casa hasta en clase". Así, el papel de los padres debe ser el de preguntar al niño qué le está pasando e implicarle en la asignatura, mientras que desde el colegio se debe "trabajar" ya que el rol de los profesores es "fundamental" porque "ellos suelen asociar la materia con quien se la da" y, por ello, deben detectar que hay alumnos que "necesitan más que otros sentirse valorados y escuchados en el aula".

¿Y si se le da mal una asignatura?

Si cuando leemos el boletín de notas, observamos que en una asignatura el menor flaquea o suspende, "habrá que ver si se le da mal porque su cerebro tiene una capacidad distinta". Si es el caso, "habrá que apoyar para que llegue a los mínimos, pero no pretender que a un niño al que no se le dan bien las Matemáticas vaya a ser físico o matemático porque su manera de pensar es diferente".

En esta ocasión, "no castigamos". Lo que habrá que hacer es "aceptar que a lo mejor mi hijo no va a ser matemático y que el niño no es tonto por eso".

Aprobaba y ahora suspende

Si los menores han sacado siempre buenas notas y en un momento determinado comienzan a suspender, la experta especifica que algunos pueden estar en un punto de ruptura emocional o familiar, mientras que a otros simplemente "se les han acabado las reservas", es decir, "mientras les ha servido su inteligencia para absorber de memoria los datos, han ejecutado estupendamente, pero a medida que van subiendo en cursos esto solo ya no les sirve". Llegado ese punto, "tienen que saber estudiar, resumir, tener técnicas de estudio que se han ido adquiriendo con el estudio diario. Si no las tienen, al primer examen que se presenten y suspendan, les supone tal frustración que pueden llegar hasta el abandono escolar".

Habitualmente, se trata de niños que no habían practicado jamás estas técnicas "porque no les hacía falta ya que a golpe de vistazo, escuchando en clase, sacaban suficiente nota como para aprobar así que empleaban la ley del mínimo esfuerzo".

A este tipo de estudiantes, hay que explicarles que su inteligencia "ha valido, pero ya no vale y eso no quiere decir que sea tonto, significa que ha estado utilizando la mitad de los recursos y ahora tiene que usar la totalidad".

¿Nos podemos anticipar al suspenso?

"El interés o desinterés por cualquier cosa nos va a dar un indicativo de los resultados que eso va a tener al final", admite de la Orden, puesto que "los niños engañan mal y te vas dando cuenta de que hay asignaturas que les encantan y otras que no". En otras palabras: "Lo que se les da bien tienden a mejorarlo porque es lo que más practican y lo que no se les da bien, tienden a dejar de hacerlo", sostiene. Ejemplo de ello es cuando "todos los días hace la ficha de Lengua, pero de Naturales no trae deberes nunca y cuenta 'es que hoy ha explicado lo mismo de ayer, hoy no tengo nada que estudia, etc.'".

Esto sucede debido a que "en general, cuando no entienden algo, se frustran y la frustración hace que lo abandonen porque es menos frustrante no haberlo intentado y creer que se me da mal porque no lo he estudiado, a saber que lo he intentado y he suspendido, porque eso genera mucha más frustración".

El papel de los padres es "estar encima de ellos desde la distancia, saber cuál es su evolución, tener una visión de dónde puede aparecer el problema".

Diferencias entre hijos

Si tenemos varios hijos y uno de ellos no obtiene tan buenas calificaciones como el otro, "debemos multiplicarnos empáticamente, ponernos en la piel de cada uno de ellos, conocerles, no compararles e intentar valorarles individualmente" ya que "a cada niño le pueden estar pasando cosas diferentes, pueden estar sintiendo miedos que los padres ni nos imaginamos, pueden estar teniendo problemas fuera de casa que visto desde la edad del adulto no tiene ninguna importancia, pero que para ellos es un gran problema y les impide la concentración".

¿Afectan las malas notas al niño?

Las reacciones exageradas de los padres pueden minar la autoestima del niño, es decir, las malas notas "afectan en la medida que los padres las extrapolan a otras actitudes del niño. Yo puedo ser muy malo en Matemáticas, pero ser estupendo en otras cosas y muy inteligente. Si le dices 'eres tonto, mira las notas que te trae tu hermano, mira las notas que traen los demás, es que no te enteras de nada', le afecta a su autoestima y les llegamos a convencer de que son tontos y entonces dice 'para qué me voy a esforzar'".

Por consiguiente, el deber de los padres es "aceptar que el niño no tiene por qué ser perfecto en todo y ayudarle a alcanzar el máximo de su potencialidad, que no tiene por qué ser de diez puede ser de seis". "La meta se consigue igual, con un nueve, con un siete y con un cinco. Eso va a depender de cada persona y de su brillantez. Todos no tenemos por qué ser brillantes, pero todos si podemos sacar el máximo de nuestras potencialidades", matiza.

Esfuerzo y asunción de responsabilidades

De hecho, "yo no necesito que el niño sea brillante y el niño tiene que saber que no necesariamente tiene que ser brillante porque brillantes hay pocos y el que es brillante lo sabe. Al niño hay que decirle que todos podemos brillar, pero no todos tenemos que ser brillantes".

Debe saber que "hay gente que ha brillado muchísimo más porque es organizada, porque tiene un hábito de estudio bien implementado, porque tiene un sentido de la responsabilidad bien implementado". Tiene que entender el valor del esfuerzo, "que siempre tiene una recompensa y esta no se tiene por qué plasmar en un diez en el siguiente examen, puede ser más demorada".

Además, para la experta es fundamental la asunción de responsabilidades: "Los niños tienen que entender que forman parte de un sistema, donde cada uno de los componentes tiene una serie de responsabilidades. También es una manera de elevar la autoestima sabiendo que hay cosas que dependen de ellos, que son de ellos y que tienen que gestionar ellos. A los niños hay que ir inculcándoles que todos tenemos responsabilidades y es estupendo tenerlas porque eso nos hace crecer".

El refuerzo positivo

Recalca la efectividad del refuerzo positivo y, concreta, "no en forma de regalo" porque "en la vida no siempre te aplauden lo conseguido". Indica que este es "la valoración en voz alta de las capacidades de eso para lo que el niño es buenísimo": "Hazle creer a alguien que puede hacer algo y lo terminará haciendo. Hazle creer que no puede hacer nada y ni siquiera lo va a intentar".

Para ello, "tendré que aceptar a mi hijo como es, intentar ayudarle, intentar motivarle, pero también tengo que tener claras las expectativas que ponemos en la ejecución de determinadas cosas por determinadas personas".

Deberes: ¿le ayudo?

"A veces les hacemos el trabajo a los chicos porque no soportamos que el niño no sea perfecto, que tenga debilidades y que en algunas áreas no sea tan brillante como yo querría que fuera", reconoce.

"Nos tiramos siete horas haciendo deberes con ellos y es un error tremendo", sentencia. "El niño tiene que hacer los deberes solo, se tiene que equivocar porque está aprendiendo". Esto "permite al profesor detectar en qué parte ha dejado de entender y en qué parte tiene que volver a explicar o explicar de otra manera".

Además, hacerle las tareas es negativo porque "el niño se acostumbra a tener la figura de alguien al lado que va corrigiendo sus errores y cuando tiene que ejecutar un examen y no tiene sentado a ese alguien al lado, se ponen nerviosísimos. Es el típico caso en el que dice la madre 'si en casa lo hacía perfectamente, ¿por qué llega el examen y no sabe?'".

¿Y si las notas son buenas?

A veces nos planteamos qué hacer con el niño que suspende, pero ¿qué sucede con el que aprueba? "Hay que reforzar lo positivo también", señala la experta, que incide en poner todo "en su justa medida" ya que hay casos de adolescentes que "han basado su autoestima en el estudio y esto va en detrimento de sus relaciones sociales".

Por lo tanto, hay que valorar "la capacidad de esfuerzo, la gestión del tiempo, la responsabilidad… porque son ese tipo de capacidades en las que estamos educando". Además, agrega, que deben aprender a "asumir la frustración cuando algo no me sale bien, no tirar la toalla y seguir adelante, comprender cómo soy yo y reforzar el lado positivo" ya que "en algún momento van a suspender y a alguien que está acostumbrado a sacar muy buenas notas un suspenso le hunde".

Cuando esto pasa, "tiene que entender que el suspenso es al final el resultado de una ejecución concreta de un examen concreto. Lo importante es que lo hayas entendido, que lo hayas estudiado, que si este examen no se me ha dado bien, se me dará el siguiente, porque estoy en el proceso de aprendizaje".

En cualquier caso, recalca, "lo importante es sentarte con el niño, preguntarle qué le está pasando, si le gusta lo que está haciendo o no, que explique por qué…" ya que, insiste, "en muchos casos hablamos muy poco con ellos, les hablamos mucho, les inundamos de nuestras razones pero nos paramos muy poco a escuchar las suyas y ahí está la clave. Entendiendo cuáles son sus razones para hacer o dejar de hacer algo es desde donde podemos intervenir, aunque a nosotros nos parezcan poco importantes, porque para ellos son su motor. Hay que trabajar desde la motivación de los niños y para saber cuál es su motivación, hay que escucharles".

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