Un nuevo libro relata la vida del fundador de la Compañía de Jesús a la que pertenece el nuevo Papa

EUROPA PRESS 04/04/2013 18:34

Precisamente, Francisco es el primer Papa jesuita, perteneciente a una orden que paradójicamente fue suprimida en su día por un Papa franciscano, Clemente XIV. No obstante, Ignacio de Loyola no veía a los jesuitas como obispos o cardenales sino que prefería que fueran fieles servidores obedientes al Papa en la misión.

La obra, que trata de responder a preguntas como ¿Cuáles serán los preceptos de un papado inspirado en Ignacio de Loyola? ¿Quiénes y cómo son los jesuitas? y ¿Cómo se fundó la Compañía de Jesús? se estructura en nueve capítulos que se centran en: su origen familiar, su etapa de formación como paje, clérigo y soldado, sus primeras inquietudes espirituales en el alumbradismo, su peregrinaje a Jerusalén, sus estudios en París, su actividad en España e Italia, la fundación de la Compañía, la consolidación de esta y las personas con las que trató.

Según la biografía, Ignacio de Loyola fue un hombre de muchas facetas --paje, soldado, peregrino, estudiante y sacerdote-- pero con "grandes limitaciones" como su constante mala salud o sus pocas dotes para el estudio y la producción literaria. "¿Cuál fue entonces el secreto de su enorme carisma, que le permitió no solo fundar la Compañía de Jesús sino además ser declarado santo por la Iglesia Católica?", se pregunta el autor.

García Hernán responde que Íñigo, como se llamaba en aquella época --se cambió el nombre español por el latinizado Ignacio cuando se estableció junto a sus compañeros en Roma--, era ante todo un "mediador flexible, inteligente y creativo, con excepcional capacidad para la conciliación y la comunicación", así como para "adaptarse a las necesidades de su momento histórico, la convulsa Europa del Renacimiento y la Reforma".

La biografía, que se inscribe en el proyecto 'Españoles eminentes' auspiciado por la Fundación Juan March, parte del nacimiento de Íñigo López de Loyola sobre el año 1491 en Azpeitia (Guipuzcoa), siendo el último de los trece hijos de una familia que, sin ser noble, poseía cierto abolengo. Según cuenta Hernán, tras pasar un tiempo como paje en la casa de la princesa Juana, Íñigo mostró interés por las armas. Fue enviado a casa del contador mayor Juan de Velázquez y en 1515 se puso a disposición del duque de Nájera.

UN TIRO EN LA PIERNA LE HIZO CAMBIAR DE VIDA

En esta época, el joven participó en diversos episodios violentos, tanto los relacionados con el reino de Navarra como en la guerra civil de las comunidades que afectó a Castilla entre 1520 y 1521. Fue entonces cuando le hirieron por un tiro de artillería que le rompió una pierna y le dejó postrado durante casi un año, tiempo que le hizo reorientarse hacia una vida marcada por lo espiritual.

En 1522 Íñigo dejó Loyola y partió hacia Cataluña. Hizo voto de castidad y se instaló en Manresa durante casi un año donde vivió en recogimiento, llevó vida de penitente, leyó multitud de libros, estudió y compuso los Ejercicios Espirituales. Además, allí sintió la necesidad de visitar Jerusalén y así lo hizo. Tras su regreso, pasó por Barcelona y Alcalá donde movilizó a un grupo llamado 'Compañía' formado por hombres y mujeres con voto de castidad que predicaban ideas vinculadas al alumbradismo, doctrina que se convirtió en objeto de escrutinio inquisitorial. Por este motivo, Íñigo fue procesado y encarcelado y se le prohibió predicar.

De Alcalá se fue a Valladolid y después a Salamanca donde una vez más fue procesado, encarcelado y condenado, hecho que le determinó a marcharse a París, donde pasó siete años, entre 1528 y 1535. Un año antes de regresar tuvo lugar un hecho fundamental: el voto de Montmartre, abadía en la que los compañeros de Íñigo hicieron conjuntamente diversos votos, lo que puso en práctica de manera pública los Ejercicios y que le propició nuevas denuncias.

TOTAL ADHESIÓN A LA DOCTRINA

El cambio llegó en Venecia, donde se asentó después de su estancia en París, y donde decidió que su movimiento no debía limitarse a la vida espiritual interior, sino mostrar de puertas afuera una clara adhesión a la doctrina y la moral oficial del catolicismo, alejándose con determinación de todo lo que sonase a heterodoxo. Por ello, él y sus compañeros se ordenaron sacerdotes y decidieron establecerse en Roma.

Sin embargo, el mayor de sus problemas con la ortodoxia católica llegó en 1538 cuando su apariencia de alumbrado, la particular idiosincrasia de sus Ejercicios y, muy especialmente, la acusación de hacer una nueva orden sin aprobación papal hicieron que algunos enemigos le atacasen de forma directa y virulenta. Ante esta situación, Ignacio acudió a las autoridades y pidió audiencia con el Papa, del que obtuvo una sentencia favorable.