En cada niño que ha abrazado y besado este viernes en Asís, el Papa ha expresado la vergüenza por los inmigrantes que este jueves murieron cerca de Lampedusa. Durante su visita a esta ciudad medieval cuna de San Francisco, patrón de Italia y fundador de la orden de los Franciscanos, se ha sentado a la mesa con los pobres; esos que siempre tiene en los labios: ha escuchado, ha preguntado y ha dicho que hay que estar cerca de ellos. La jornada de las lágrimas se le ha llenado también con las sonrisas de cada persona pequeña o grande que el pontífice acariciaba, saludaba y besaba, una y otra vez. Rezaba ante la tumba del Santo de pobres al que Bergoglio le tomó prestado el nombre: San Francisco de Asís. Inspiración para pedirle a la Iglesia que se desnude. que abandone la mundanidad, el orgullo, la vanidad y el dinero. Pero uno de los momentos más conmovedores llegaba a primera hora cuando Francisco mimaba uno a uno a los enfermos de un hospital: una palabra, una plegaria, una mirada de consuelo. Y con los jóvenes se ha despedido de esta semana de sonrisas y llanto en la que el Papa ha empezado a cambiar la Iglesia.