El psicólogo aleman Hermann Ebbinghaus estudió los límites de la memoria en el siglo XIX. A través de la denominada curva del olvido, concluyó que olvidamos de forma totalmente predecible. En una hora ya hemos desechado la mitad de lo vivido y al cabo de 30 días sólo retenemos el 2 o 3 por ciento de la información.
Según recoge la BBC, otros factores influyen en la mayor o menos escasez de recuerdos infantiles. Uno de ellos es la cultura de nuestro lugar de nacimiento. La psicóloga Qi Wang, de la Universidad de Conrell, en EEUU, analizó miles de recuerdos de estudiantes chinos y estadounidenses. Los de estos últimos eran más largos, elaborados y visiblemente egocéntricos, tal y como predijeron los estereotipos nacionales. Los chinos, sin embargo, eran más breves, concretos y comenzaron más tarde. En las culturas orientales, los recuerdos de la infancia son menos importantes.
También la forma de hablar, nuestro lenguaje, influye en la manera de recordar, según la psicóloga Robyn Fivush. Un ejemplo es el de los maoríes, quienes dan gran importancia al pasado. Muchos de ellos recuerdan cosas que les ocurrieron con dos años de edad.
Otros psicólogos, sin embargo, creen que carecemos de recuerdos de nuestros primeros años de infancia porque nuestros cerebros, simplemente, no se habían desarrollado aún para ese sistema a dicha edad.