Soledad Alonso, neumóloga de Torrejón: "Podemos evitar el repunte, ojalá no hubiéramos vivido esto"

  • En pleno epicentro de la pandemia, la neumóloga reflexiona sobre cómo se hicieron las cosas y cómo evitar una nueva pandemia

Soledad ha vivido el epicentro de un terremoto, o de un tsunami, como dice ella. La COVID-19 le llegó antes que a los demás sanitarios: ella dirige el área de neumología del hospital de Torrejón de Ardoz. Una de las localidades más golpeadas por la pandemia y que tuvo que hacer frente, antes que nadie, al colaspso de las urgencias, el desdoblamiento de las UCIS y la transformación en hospital casi exclusivo de COVID.

Aún se nota el cansancio y la dureza de lo vivido en las palabras de Soledad Alonso, que reconoce que hubiera deseado no tener experimentar algo así, a pesar de los aprendizajes que se lleva.

Pregunta. En su hospital trataron el primer caso grave de COVID. ¿Cómo lo afrontaron? ¿Cómo se sintieron ante algo tan nuevo y desconocido?

Respuesta. Lo primero que se siente es sorpresa y una sensación de vértigo que te lleva a pensar “¿Y ahora?” También se siente miedo ante una enfermedad desconocida y ante la cual teníamos información contradictoria tanto en los síntomas, la repercusión, la mortalidad, etc.

Sabemos que la higiene de manos es la medida más eficaz para evitar contagios: hagámoslo. Sabemos que el cumplimiento de los calendarios vacunales evita muchas enfermedades: vacunémonos

A partir de ese punto era necesario reaccionar y pese a la aparición del miedo y las dudas frente a lo desconocido, no solo por nosotros sino por nuestros familiares más cercanos y compañeros, era el momento buscar más información, formación y documentación lo más veraz y científica para empezar a organizarnos. Los primeros días fueron desconcertantes y de una gran dureza porque tuvimos que cambiar nuestro quehacer diario de forma radical y tuvimos que enfrentarnos a decisiones personales y profesionales muy duras.

P. ¿Pensaron alguna vez que tratarían tantos casos, y tan graves?

R. Creo que estamos empezando a ver ahora la gravedad global de lo vivido y su magnitud. Una vez metidos en la vorágine del día a día, el trabajo ha llegado a absorbernos tanto física como mental y psicológicamente y eso ha impedido que podamos ver de una forma objetiva la magnitud global. Porque nosotros no veíamos los números sino personas con nombre, apellidos y familias que estaban enfermos, que estaban separados, con miedo a lo que iba a pasar y a los que, pese a ofrecerles los máximos tratamientos disponibles, a veces no podíamos ayudar. Veíamos la muerte y la desolación que pasábamos en las interminables horas de trabajo.

Nosotros no veíamos los números sino personas con nombre, separados de sus familias, que tenían miedo. Y a veces no los podíamos ayudar. Veíamos constantemente muerte y desolación

Creo que no estábamos preparados para todo lo que hemos tenido encima y esto nos debe hacer reflexionar y cambiar nuestro modo de vida, de trabajo, de relacionarnos, y de pensar.

P. Y a raíz de ese primer caso grave, ¿cuánto tiempo tuvieron para prepararse? ¿Cuánto tardó el hospital en llenarse de casos COVID?

R. Los primeros días fueron algunos pacientes que iban ingresando o acudiendo a urgencias. A mediados de la primera semana de marzo, y sobre todo ese primer fin de semana de marzo, el número se incrementó. Tuvimos que reorganizar plantas, habitaciones, personal, salas de sucio y limpio, aprender mucho sobre el coronavirus y sobre los EPPs, trabajar y redactar protocolos de diferentes características, y todo ello haciendo frente a una gran incertidumbre y a un gran choque entre lo que se veía en los medios de comunicación y lo que nosotros estábamos viviendo.

En los primeros días de marzo nuestro centro era como una isla: estábamos viviendo lo que otros hospitales sufrirían 10 días después

P. ¿Fue entonces, a principios de marzo, cuando se dieron cuenta de que esta enfermedad era como un tsunami, imparable?

R. En esos primeros días de marzo nuestro centro, con algún otro, éramos como islas dentro del resto de hospitales. Nosotros estábamos viviendo con 10 días de antelación lo que el resto de centros vivirían después. Pero desde el principio nos dimos cuenta que esto era un tsunami y que teníamos que unir fuerzas, aportando cada uno lo mejor de sí.

En ese momento, y sin plantearlo, nació a nivel asistencial el equipo COVID, un equipo donde todos nos formábamos a marchas forzadas y donde el engranaje de todos fue fundamental. Entre los médicos llegó un momento en que no éramos especialistas en nada, sino que todo éramos miembros de ese equipo COVID y cada uno aportaba lo mejor en cada momento.

Desaparecieron los horarios y los días de la semana. Teníamos sentimientos encontrados: queríamos ayudar pero teníamos miedo

Desaparecieron los horarios y los días de la semana. Empezaron a aparecer sentimientos encontrados de querer ayudar junto al miedo. Veíamos el miedo en nuestros pacientes, el miedo cuando llamábamos a los familiares porque necesitaban respuestas que no podíamos dar al no existir evidencia suficiente, la impotencia porque no conseguíamos ayudar todo lo que queríamos, junto a incomprensión, rabia, angustia, o soledad. Es difícil transmitir todos los sentimientos que en esas semanas experimentamos.

Sin embargo, siempre ha existido un gran apoyo de compañeros que nos ha mantenido firmes en el día a día. Han sido semanas muy duras, de un gran agotamiento físico, de miedo, de incertidumbre, de enfado y rabia, a veces de sentirnos incomprendidos porque no se estaba viendo fuera la realidad y crueldad de esta enfermedad. Han sido unas semanas de gran dureza a todos los niveles.

Han sido semanas muy duras, de agotamiento físico, de miedo, de incertidumbre, de enfado y rabia, a veces de sentirnos incomprendidos porque no se estaba viendo fuera la crueldad de esta enfermedad

P. Se suele decir que es bueno salir de la zona de confort y claramente tuvieron que hacer eso, ¿no?

R. Es que no hubo periodo de adaptación. Esto fue un cambio brusco y sin precedentes en los que apoyarnos o guiarnos. Pero la generosidad de todos fue básica y, sobre todo, el compañerismo. Indudablemente ha supuesto un gran trabajo y esfuerzo ya no solo físico (que ha sido muy grande) sino a nivel intelectual, psicológico, familiar y social.

Salir de la zona de confort y ponernos en el lugar de otro puede ayudar en muchas circunstancias, pero realmente esta salida de confort hubiese sido mejor no experimentarla. Sentimos admiración hacia todos los que de repente han salido de su día a día, de su zona de confort y han entrado de lleno en mundo COVID, a veces sin tener casi experiencia en el mundo laboral, como ha pasado con muchos estudiantes de ciencias de la salud.

Salir de la zona de confort y ponernos en el lugar de otro puede ayudar en muchas circunstancias, pero realmente esta salida de confort hubiese sido mejor no experimentarla

P. ¿Qué debemos aprender de esto para evitar que vuelva a arrastrarnos la ola?

R. Debemos de no perder nuestros valores más básicos como el respeto, la humildad y la educación. Sin ellos, hubiese sido muy difícil conseguir un trabajo coordinado y organizado. Socialmente ha sido admirable cómo las familias, pese al sufrimiento y el miedo, han sabido entender la dificultad de mantener el contacto con sus familiares y cómo han esperado pacientemente, incluso hasta horas no habituales, las llamadas para la información.

Pero, a todos los niveles, tenemos que darnos cuenta que esta pandemia de COVID-19 nos ha enseñado que tenemos que llevar a cabo cambios sustanciales para proteger y mejorar lo que tenemos. Debemos proteger y mejorar nuestro sistema sanitario, haciendo un uso sensato de él y adaptarlo a las tecnologías y evidencias del siglo XXI donde la cronicidad es ya un hecho. Debemos tener un sistema de notificación de enfermedades claro, prefijado y común. Es necesario que aprendamos a compartir y a ser generosos con los protocolos y guías de práctica clínica, porque esto va a llevar a mejorar la atención de los pacientes. Tenemos que invertir en tecnología y evitar la obsolescencia de los equipos.

Debemos proteger y mejorar nuestro sistema sanitario, tener un sistema de notificación de enfermedades claro y común, compartir protocolos y guías de práctica clínica

Es necesario mejorar mucho la educación sanitaria en España y eso va desde los niveles de higiene sanitaria, de los que tanto se está hablando ahora, hasta el uso respetuoso y coherente de todos los servicios sanitarios. Hace muchos años que sabemos que la higiene de manos es la medida más eficaz para evitar la transmisión de enfermedades: hagámoslo de forma habitual. Sabemos que el cumplimiento de los calendarios vacunales evita muchas enfermedades infecciosas graves: vacunémonos.

Sepamos usar bien los servicios sanitarios y esto evitará su saturación y nos permitirá un acceso rápido cuando de verdad lo necesitemos. Es curioso cómo durante la pandemia han desaparecido de las urgencias hospitalarias los motivos de consulta más vanales como dolor en un pie desde hace 4 semanas, granos de acné, caída de pelo...

Entre todos podemos prepararnos para evitar un nuevo repunte de COVID-19 y sobre todo para posibles pandemias que nos puedan venir en un futuro.