Nos colamos en los casting de OT

N. MORÁN/I. ALONSO 01/04/2009 15:28

Soñamos con el sol y la playa de Valencia, pero al llegar a la capital del Turia nos encontramos con una tormenta que parecía anunciar el fin del mundo. Aguantando el nada compasivo chaparrón, más de 800 personas esperaban su turno a las puertas del Teatro Olimpia. Muchos de ellos habían pasado allí la noche, como Nuria que orgullosa ostentaba el número uno que acreditaba que era la primera persona en llegar a la cita.

Una serpiente multicolor de paraguas daba la vuelta a varias manzanas de edificios en el centro de Valencia. Guitarras para hacer el tiempo de espera más corto, voces que calientan, rostros de tensión y miedo a lo que les esperaba dentro. Pero no, no estaba Risto, sí Noemí Galera con un café en la mano.

Uno a uno, los aspirantes pasaban por los dos box habilitados para la ocasión en el hall del teatro. Noemí y otra compañera les escuchaban, a veces, a penas unos segundos en los que detectaban que la persona que tenían delante no respondía al pefil necesario para convertirse en concursante de OT.

Un repertorio muy poco original "Me estoy durmiendo , basado en lo último de la Quinta Estación, un poco de Witney Houston y algo más acaba aburriendo a un muerto, sobre todo si tenes por delante a 800 personas impacientes. Y eso le ocurría a Noemí, que una y otra vez intentaba hacer ver lo inoportuno de la selección de temas a los chicos, y lanzaba mensajes, bastante directos, a los aspirantes:

Otros eran incapaces de sacar un sonido de su garganta, ni si quiera una excusa, y pasaban el micrófono al siguiente participante sin acertar a articular una sola palabra.

Las caras de pánico en alguno de los ¿futuros cantantes? nos erizaba la piel. Alguna, excesivamente concisa, lo reconocía nada más entrar al box:

Aspirante, llamémosla X: "Me cago"

Noemí: "Aquí no por favor"

Operador de cámara: "Al fondo a la derecha"

La rutina la rompía una y otra vez un personaje de esos que son carne de cañón para cualquier programa de zapping: Todo de negro, al más puro estilo Raphael, pero con la bragueta bajada. Vestida de caperucita roja. Muy digna, sin soltar las bolsas de la compra. Con coreografía epioléptica o inmovilizados como una momia.

Cosas de la vida, una de las chicas había conocido a Noemí la noche antes en un pasillo de hotel. El incidente parecía preparado por los guionistas del programa. Noemí intentaba descansar en su habitación para hacer acopio de fuerzas para la dura jornada de casting del día siguiente. Pero las voces de una chica, por Witney Houston, perturbaban su tranquilidad. La directora de casting de OT salía al pasillo para comporbar qué estaba ocurriendo, pero olvidaba coger la llave y se quedaba en el pasillo en pijama. La mañana siguiente no podía reprimir sus carcajadas al vaer a la culpable, micro en mano, en su box.

Es increíble el poder de una simple pegatina. En cuanto Noemí, directora de casting, se disponía a coger el mágico papel con un número impreso, los rostros, la mirada de los aspirantes, cambiaban por completo reflejando un sinfín de emociones. Algunos, como Josua, al que le gusta más que le llamen Jos para no ser confundido con el hijo de 'Omaíta', a punto estuvo de estrangularla con su agradecido y desmesurado abrazo.

Y entre más de 800 aspirantes, sólo veinticinco volvían al día siguiente. Veinticinco que se subían, esta vez, al escenario del teatro para enfrentarse al jurado. En esta ocasión, Noemí y los suyos exigían mucho más. Más canciones, más baile, más salero... Se trataba de seleccionar a los chicos y chicas que viajarían hasta Barcelona para participar en el casting final. Fuera, novios, novias, padres, hermanos intentaban contener los nervios con la esperanza de que su sueño, Operación Triunfo, sea por fin una realidad.