Por qué las canciones pop vuelven a ser más largas
La duración media de los éxitos actuales ha subido hasta los 3 minutos y medio, algo que en la industria musical no se veía desde 2018
Por qué Robe Iniesta se ha convertido en un icono para la generación Z y sus canciones se viralizan en TikTok
Desde que TikTok se convirtió en la red social favorita de los jóvenes (y no tan jóvenes) las canciones pop vienen siendo cada vez más cortas. Si en la década de los 90 un éxito de Nirvana o U2 sobrepasaba los cuatro minutos, la mayoría de los que se publican hoy rondan los tres minutos y muchos apenas superan los dos. La explicación es sencilla. La inmediatez de las redes demanda contenidos breves, lo que significa que los estribillos o ganchos de las canciones que acompañan a esos fragmentos deben llegar antes si quieren ser escuchados. Y a eso hay que sumarle que el algoritmo de Spotify remuneraba las escuchas cuando alcanzaban al menos los 30 segundos de reproducción, promoviendo temas más breves con estribillos rápidos. A canciones más cortas, más reproducciones y más ingresos.
El déficit de atención del oyente en la era del streaming descarta gran parte de las estructuras del pop de toda la vida. Llegó un momento en que desaparecieron las introducciones, los preestribillos o los puentes que impulsaban el tema en otra dirección. Canciones breves, directas y de dos minutos y medio eran suficientes para captar la atención del oyente y aumentar el número de plays. Se impuso el formato de 'canción-snippet', hasta el punto de que incluso artistas consagrados con largas carreras procuraron amoldarse a los nuevos hábitos de escucha. Sin embargo, parece que la audiencia se está empezando a hartar de tanta 'fast-music' y las canciones más largas vuelven a ser tendencia, o al menos eso es lo que se deduce de una nueva investigación de la BBC.
Empacho de 'fast music'
En 2019, la duración media de un hit global se había desplomado a apenas 3 minutos y 12 segundos. Ahora ha vuelto a subir hasta los 3 minutos y medio. Y más importante aún: se están recuperando estructuras más complejas, letras más personales y un sentido narrativo que parecía perdido. Éxitos recientes como 'Messy' de Lola Young (4 min 44 s), 'Pink Pony Club' de Chappell Roan (4 min 18 s), 'People Watching' de Sam Fender (5 min 11 s), 'Hello Heaven Hello' de Yungblud (9 min) o en España 'La Torre Picasso' de Arde Bogotá (8 min) evidencian una mayor preferencia por composiciones más extensas y arriesgadas.
Todo apunta a una saturación del modelo de canción corta en un público que empieza a demandar experiencias más completas. La gente no solo quiere brevedad, también busca profundidad y emoción. Una canción más larga permite un desarrollo narrativo o un clímax instrumental que no cabe en un esquema tan básico. Por ejemplo, uno de los mayores éxitos de la temporada pasada, 'Good Luck, Babe!', de Chapell Roan, alcanzaba su punto álgido precisamente en su melodramático puente. Y los eternos The Cure presentaron su disco de regreso después de 16 años de silencio, Songs of a lost world', con 'Alone', un single de casi siete atmosféricos minutos en el que la voz de Robert Smith no aparecía prácticamente hasta su ecuador.
Conexión emocional
Xavier Valiño, autor de 'Rumours. La tormenta emocional de Fleetwood Mac' (editorial Efe Eme), explicaba en una entrevista en 'El País' por qué, a su juicio, el modelo de un grupo emblemático del pop de los 70 y 80 como el liderado por Stevie Nicks y Lindsey Buckingham está dejando tanta huella en el pop de 2025, de Sabrina Carpenter a Wolf Alice: "Es pop melodioso con los instrumentos clásicos, armonías vocales, variedad. Creo que ese sonido apela más al oyente que las baterías sintéticas y eso de poner los ganchos en los primeros segundos y el estribillo al poco tiempo, de lo que igual la gente está ya harta. Creo que muchos músicos jóvenes se han dado cuenta de que ese sonido de los setenta de Fleetwood Mac tiene más visos de perdurar".
A esto se suma que el streaming ya no se mide solo en número de reproducciones sino también en tiempo total de escucha, de modo que una canción de cuatro minutos que mantiene al oyente atento resulta tan o más rentable que tres canciones cortas que se abandonan a mitad de camino. Y no olvidemos que en una época en la que la música en vivo es más decisiva para la industria que grabada, un tema de cuatro minutos funciona mejor sobre el escenario, con más espacio para la conexión emocional con el público. Que las canciones vuelvan a ser más largas no deja de ser un reflejo de cómo la industria, la tecnología y los gustos de la audiencia están en constante cambio. Al fin y al cabo, de eso ha ido siempre el pop: de capturar el signo de los tiempos.
