Turismo

La piscina natural en un pueblo manchego de 25 habitantes con dos tipos de agua diferentes que nunca se mezclan

Laguna del Tobar. Ayuntamiento de Beteta
Compartir

En la profundidad de la Serranía de Cuenca, muy cerca de Beteta y El Tobar, se esconde un fenómeno hidrogeológico tan fascinante como poco común: una laguna que presenta dos capas acuosas inconmensurables que nunca se mezclan. En esta piscina gigantesca, joya de la geología y la limnología, la superficie dulce coexiste con las entrañas salinas, separadas por una fronteriza estabilidad química y física que desafía lo evidente.

Meromixis: agua doble en un único vaso

La Laguna del Tobar, situada en el municipio de Beteta, es un ejemplo paradigmático de lago meromíctico: un sistema acuático estratificado con dos masas de agua de distinta densidad que no se confunden. En su cubeta menos profunda —el mixolimnion, de hasta 11–12 m— fluyen aguas dulces, oligohalinas, con una conductividad baja (~0,5 mS/cm), que provienen de un acuífero. Pero bajo esa capa más superficial, en la profunda cubeta conocida como “el cerebro” (hasta 19 m), se desata un mundo salino y pesado —el monimolimnion— con una salinidad tres veces superior a la del mar y conductividades cercanas a los 200 mS/cm. Este agua proviene de la disolución de un estrato más profundo, de rocas salinas, que se extiende bajo la capa de arcilla impermeable. 

PUEDE INTERESARTE

Este fenómeno no es casual: se basa en la suma de un fondo kárstico impermeable, manantiales locales y aportes subterráneos desde el embalse de La Tosca y el río Cuervo que mantienen esa estratificación constante. La perfecta separación entre capas convierte a la laguna en un laboratorio natural donde agua dulce y salada conviven en tensión.

En España existen algunos lagos con estratificación, pero pocos tan extremos como El Tobar. Por ejemplo, Pétrola (Albacete) tiene lagunas salinas, pero sin la separación vertical tan marcada. La Laguna de Uña también conjuga aportes superficiales y subterráneos, muy útiles para la gestión hídrica, pero sin ese marcador de doble agua estanco). En contraste, otras lagunas peninsulares (como la volcánica o endorreica) presentan singularidades, pero sin meromixis.

PUEDE INTERESARTE

Un espejo vertical de contrastes líquidos

Visitar esta laguna es simplemente una experiencia única. A la vista, la lámina superior del agua aparece límpida, tapizada de nenúfares blancos y bordeada de carrizos. Así el turquesa de sus aguas refleja las paredes de roca caliza que la rodean, como una suerte de espejo líquido de una belleza simpar. Bajo la superficie yace una masa oscura y pesada que nunca asoma. Esa frontera invisible, estable y constante, responde a la diferencia de densidades, ya que el agua salada nunca asciende, lo que da origen a una curva de densidad que actúa de barrera natural.

Desde un enfoque científico, esta meromixis es de alto valor: la cubeta profunda conserva comunidades microbianas y sustancias acumuladas sin renovación regular, ofreciendo un archivo acuático de valor ecológico y paleoclimático. Para los curiosos y excursionistas, la división se percibe mediante una sensación de diferente flotabilidad al nadar, y una claridad única en las capas superficiales.

Un santuario de biodiversidad y senderos

Aunque la pedanía de El Tobar solo cuenta con unas pocas decenas de personas, el enclave evidencia lo que una comunidad bien conectada puede lograr. Gracias a fondos europeos y apoyo institucional, se han habilitado accesos peatonales y señalización, sin alterar la esencia natural del lugar . No se ha construido un balneario de lujo, sino un recurso sostenible que equilibra preservación, turismo y ciencia.

De esta forma, la laguna serrana, situada a 1.100 m de altitud,y con 3 km de perímetro, se encuentra en una Reserva Natural y Refugio de Fauna de Castilla‑La Mancha, integrada en la Red Natura 2000. Su entorno alberga vegetación representativa como Chara, Potamogeton y nenúfares, y fauna autóctona como nutrias, ánades o pollas de agua .

Desde el pueblo de El Tobar parte el sendero SL‑CU 04, conocido como Paseo Temático de la Laguna Grande, ofrece un circuito de 5 km de dificultad baja, que puede completarse en aproximadamente hora y media, atravesando miradores, carrizales, cobijos ganaderos y espectaculares cantiles kársticos que enmarcan un paisaje majestuoso.

Además, la laguna del Tobar se convierte entre junio y septiembre en una de las pocas piscinas naturales oficiales de Cuenca.

La Laguna del Tobar es mucho más que un espejo de agua; es una lección visual y física sobre la fragilidad de las mezclas, la contundencia de las fronteras invisibles y la persistencia de un paisaje sin escenografías. En ella, dos aguas dialogan sin confundirse, reflejando un retrato líquido de diversidad y equilibrio.

Para quien viaje a El Tobar, no basta con admirar la belleza: hay que asombrarse ante un fenómeno que revela cómo la geología, la hidrología y la comunidad local pueden conjurar una experiencia tan simple como profunda: ver sin tocar, nadar en dos mundos a la vez y, sobre todo, entender que la naturaleza a veces se estructura por capas —invisibles, pero reveladoras.