Japón

telecinco.es 16/03/2011 23:06

Contar lo que sucede puede ser una tarea desasosegante. Desde lejos, esto que digo puede parecer una frivolidad, y tal vez lo sea. Pero amasar día tras día decenas de desgracias para luego cortarlas en porciones y repartirlas en palabras es un ejercicio que, en lo más íntimo, termina afectándote, infectándote, agotándote. El tremendo drama que se vive ahora mismo en Japón supera con creces todo lo habitual, todo lo acostumbrado. No se había tratado un asunto tan traumático desde el 11S, y esto puede llegar a superar cualquier terrible acontecimiento del pasado.

Hay quien piensa que Oriente queda muy lejos de nosotros informativamente hablando, pero no. Está aquí al lado, golpeando en nuestras conciencias, poniendo a prueba nuestra capacidad de observar la insoportable tragedia humana. Mientras seguimos pendientes de las crecientes cifras de radiación vamos olvidando como aumenta en silencio la cifra de muertos. Miles de personas han muerto de una forma horrible. Cientos de miles lloran calladamente por ellas, por los hijos y las hijas perdidos, por los padres y madres, por hermanos y hermanas. Por todos los que han fallecido de forma tan inesperada.

¿Somos realmente capaces de empatizar con los que sufren? Muchos no querrán saber más, obviarán los detalles de esta noticia intolerable, otros aun estarán enterándose de lo que allí sucede, por increíble que parezca. Y aquí estamos los periodistas habla que te habla, quedándonos sin palabras, sin adjetivos con que calificar este drama. Impotentes, asustados, angustiados por la falta o el exceso de información. Dentro de unas semanas ya no habrá portadas para los japoneses. Así es esto.

Ya tenía que haber entregado la que algún día será mi tercera novela, se titulará "La visita de Tanaka". Llevo cerca de un par de años trabajando en ella, en la mente, en el alma y en el teclado. No sé si seré capaz de rematarla. Toda la trama transcurre en Japón, todos los personajes son japoneses, todos los paisajes que describo están allí, también cada una de las pinceladas de su mitología, de sus costumbres, de sus tradiciones, de su caracter, de su forma de hacer y sentir...

Japón, por alguna extraña razón, no me es en nada ajeno. Siento mucho más ajenas las culturas hispanoamericanas que la nipona, no me pregunten porqué. Me parece un pueblo fascinante, inabarcable, incomprensible a veces. Su literatura, su arte y su cultura me subyugan. Sus artistas son mi referente desde hace mucho tiempo.

Ahora, de algún modo, el tsunami ha emborronado las páginas, las ha empapado de dolor, algunas se han desmoronado a causa de los temblores. Otras habrán volado para siempre. Me ha impactado poderosamente lo que sucede allí. Tanto que no encuentro las palabras para describir ese impacto.

"Laotsé decíaKobodaishi decía: "Corre, corre, corre; la corriente de la vida va siempre más lejos. Muere, muere, muere; la muerte viene para todos." Kobodaishi decíaLa destrucción nos aguarda por todas partes. Destrucción abajo y en lo alto, destrucción delante y detrás. El Cambio es la única cosa eterna; ¿por qué, pues, no acoger la Muerte como la Vida?..."

Son palabras de Kakuzo Okakura, de su maravilloso Libro del Té, una lectura que recomiendo a cualquiera con un atisbo de sensibilidad.

Estas tragedias inmensas me hacen refugiarme aun más en lo único que realmente me importa, en el armonioso bullicio de mis hijos y de mi hogar, en mi adorable pequeña familia, en el silencio y la serenidad de las pequeñas y salvadoras rutinas cotidianas. Pienso en ellos mientras me conmueven las escenas de la tragedia. Pienso en que sería de mi, de ellos, de vernos en esa tremenda situación. Aparto esos pensamientos insufribles, me concentro y sigo a lo mío, en eso de intentar contar todo esto con seriedad, respeto y mucho cuidado. El ser humano nunca aprenderá, somos garabatos mal trazados que una ola gigante puede borrar sin esfuerzo.

Pienso en mis pequeños jugando con las gaviotas en la playa y me parece metira que en este planeta extraordinario y bellísimo puedan pasar cosas así, que en un segundo la muerte pueda abrirse paso de ese modo, como un tsunami inesperado y brutal que arrasa todo con absoluta impiedad. ¡Qué afortunados somos los que estamos a salvo! Pero ¿estamos realmente a salvo de la insondable e inesperada crueldad del destino? Creo que no...

Juguemos pues mientras podamos con las gaviotas en la playa, amemos más y mejor, seamos más serenos y amables, más corteses y educados, más bondadosos y solidarios, más generosos, más prudentes, más comprensivos y respetuosos, más conscientes de lo que supone estar vivos y que lo estén nuestros seres más queridos. Disfrutemos de la vida mientras podamos, mientras aun corre por nuestras venas, antes de que una siniestra marea de muerte, visible o invisible, se lleve todos nuestros días y nuestros pequeños sueños y amores mar adentro.

If, de Rudyard Kipling

Si puedes conservar la cabeza serena cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí, pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda; si puedes esperar y no cansarte de la espera, o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras, o siendo odiado no dar cabida al odio, y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduria... Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo; si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso y tratar a estos dos impostores de la misma manera; si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios, o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas... Si puedes hacer un hatillo con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida; y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!". Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser; si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte, si todos los hombres pueden contar contigo pero ninguno demasiado; si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos tuya será la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más importante, serás un hombre, hijo mío.