Pequeñito...

telecinco.es 04/01/2011 20:24

Los que me conocen bien saben que no soy nada pretencioso, que jamás me vanaglorio de los éxitos pues me parecen siempre muy relativos, y que tampoco me suelo hundir en los fracasos pues darles valor es tan improcedente como hacerlo con los triunfos.

Me avergüenza eso de presumir, incluso cuando pueda parecer que uno tiene suficientes motivos para hacerlo. Lo detesto. Y me molesta mucho la gente vanidosa. Prefiero mantener ocultos mis méritos y mis conocimientos (en el caso de tenerlos) antes que vanagloriarme de ellos ante los demás. Prefiero mil veces pasar por bobo antes que por un listillo engreído o un bocazas.

La petulancia es un defecto terrible máxime sabiendo hasta que punto todo, absolutamente todo, es tan efímero e inconsistente entre los seres humanos. Ahí tenemos a la pérfida desgracia, a la enfermedad y a la muerte para ponernos en nuestro sitio, para darnos la verdadera medida de nuestro valor y del valor de nuestras vanidades.

La línea que nos separa de la desdicha es tan delgada que es mejor ni pensarlo…

En fin, me considero una persona humilde, visceralmente humilde, por fortuna así me vino impreso en los genes. Pero por muy modesto que uno sea, nunca viene mal una buena cura de humildad. Y en ello estoy. La verdad, siempre es saludable darse un bañito en ese mejunje. Nos mejora.

Llevaba unos días sintiéndome pequeñito delante de las cámaras. Bueno, pequeñito soy, de talla, y en mi alma todavía puedo reconocer al pequeñín que fui. Me refiero con lo de “pequeñito” a sentirse un tanto ínfimo, un tanto “mequetrefe”.

No es la primera vez ni será la última, por supuesto, ya lo había sentido otras muchas veces, pero lo notaba de forma especial. ¿Qué será?, me preguntaba…

Hasta hace poco no prestaba demasiada atención a las audiencias pero ¡ay!, pobre de mi, últimamente las venía buscando con cierta avidez y el chasco, en ocasiones, puede ser mayúsculo. ¡Eso era! ¡Oh!

Antes ni a propósito bajaba de un 20% de share, ahora conseguir un 14% ya es toda una proeza. Los que saben de esto me aseguran que no tiene importancia, que en estos días navideños siempre es así, que cambia el consumo televisivo, que los pequeños están en casa y con ellos al mando mandan “Los Simpson” (nunca imaginé que llegaría a estar en manos de esa familia tan peculiar como amarilla). Pero eso es lo que hay, el arrastre de los de Springfield es imbatible estos días y la competencia se nos va… ¡Qué cosas!

El caso es que me dura poco la “desolación”, yo sigo en mis trece. Quiero decir, en tratar de hacerlo con el mismo interés para tres, tres mil, treinta mil o tres millones de espectadores. Tal vez no fuera tan erróneo pensar que los informativos no deberían estar sujetos a los vaivenes de los audímetros.

Respeto mucho a los que están al otro lado y así será siempre, da igual que sean más o menos. Pero ¡como inquieta que las audiencias no acompañen! Es un sentimiento nuevo para mi, una sensación un tanto desconocida (o tal vez olvidada) que intento aprovechar a mi favor para disciplinarme aun más en la virtud de la humildad.

Desde que mi incorporé a mi nueva casa muchas personas me han animado y han alabado mi labor al frente de los informativos, muchos se han alegrado y valoran mi forma de contar, de decir, de hacer, de sentir… Yo aun me siento en "rodaje", aun me estoy adaptando, apenas llevo cuatro meses aquí.

Pienso que al fin y al cabo sigo siendo el mismo solo que en otra ventanilla de información, nada más. Presento una tras otra las informaciones que, con honestidad y buen criterio, elaboran mis nuevos compañeros y compañeras de la redacción. Solo soy el último eslabón de una larga cadena de profesionales, el que da la cara. Analizamos la actualidad, la amasamos, la ordenamos y luego la servimos en pequeñas porciones, como se hace en todos los noticiarios profesionales de todas las cadenas del planeta. Yo solo soy el encargado de servir los platos.

Pero he de reconocer, que aparte de los halagos, también siento tras de mi y a mi alrededor un sutil y fosforescente rastro de vilipendios, de injurias, de inquina… Noto que hay quien se alegra de que los índices, a veces, no acompañen.

No sé como describirlo, pero la mejor forma de combatir esa aparente ojeriza que a veces percibo, creo, es mantener una actitud honesta y humilde ante las cámaras, perseverancia, paciencia, seriedad, sinceridad, las mismas pautas de siempre. Hacerlo como siempre lo hice, como intentaré seguir haciéndolo. Mejor o peor, dependiendo de los días, pero siempre con ganas, rigor y respeto.

Sigo intentando aprender y avanzar en esta rara tarea de contar lo que sucede a los demás. Seguramente un día los “tantos por ciento” recompensen el afán que, todos los que trabajamos en Informativos Telecinco, ponemos día tras día en hacerlo lo mejor posible.

Por cierto… ¡Feliz año nuevo!