Razón frente a compasión

telecinco.es 10/05/2012 09:54

Algunas personas creen en una regla no escrita según la cual con una disculpa se consigue restañar una herida o aplacar un enfado, al tiempo que se resuelve un enfrentamiento. No es así porque la disculpa suele valer más para quien la formula que para aquel a quien va dirigida. Es un mecanismo que a menudo utilizamos para limpiar nuestra conciencia. La mayor parte de las veces pidiendo disculpas no solamente estamos intentando firmar un armisticio sino en realidad pretendemos solicitar árnica.

Si detesto algún sentimiento es el de compasión, especialmente pensando que alguien pudiera sentirlo hacia mí. Tanto es así que hace unos cuantos años estuve a punto de morir atropellado por uno de esos enormes autobuses de dos pisos que circulan a toda pastilla por Londres, con un hematoma en la parte derecha del cerebro amenazando con dejar inmóvil toda la parte contraria de mi cuerpo, cuando menos. Un milagro, por así decirlo, quiso que ni siquiera me quedasen secuelas. Cuando volví a España tras la odisea en un Ferry gris y aburrido (no podía viajar en avión por prescripción médica) no conté nada a la comunidad de Internet incipiente que había nacido un par de años antes. Me horrorizó pensar en sentir la conmiseración de los demás.

Pide árnica quien se siente inferior, tal vez también al considerarse en inferioridad de condiciones. Es lo que le pasa a Sindi, quien posiblemente esté ante ambos casos. Al menos es lo que pienso, viendo cómo se desarrollan sus cada vez más frecuentes discusiones con Pepe. No es sencillo hacer el análisis de unas discusiones en las cuales una parte apenas pretende nada más que tranquilizar su conciencia, renunciando a defender su postura y casi siempre sin argumentos. Mientras tanto, en la otra parte parece haber una dificultad exagerada para conceder con generosidad el perdón solicitado. Muy al contrario, la reacción suele tender a la reafirmación de aquello que ha provocado la discusión.

"Te he llamado torpe en la prueba porque lo estabas siendo, así que te lo repito ahora y cuantas veces sea necesario: eres torpe en la prueba, muy torpe, te lo ha dicho todo el mundo", decía Pepe la madrugada del lunes ante una voluntariosa Pipi que había intentado en varias ocasiones acogerse a la compasión de Pepe. Mucho me temo que en eso es como este gato testarudo: huye de la compasión por innecesaria, también porque sería un reconocimiento implícito de la inferioridad del contrario. Imagine el lector que juego con él al parchís y le dejo tirar tres o cuatro veces antes de comenzar mi participación en la partida. ¿Generosidad o reconocimiento de la inferioridad del otro en el juego?

Pepe no concede con facilidad el perdón cuando le es solicitado. Entiendo que es así por la razón expuesta, pero no solo por eso. Como decía al principio, el perdón no detiene la hemorragia ni cierra la herida. El bailaor lo decía esa noche con la claridad que acostumbra, solo trabada por unas palabras que a menudo no surgen con la fluidez deseada, tanto por él como por quienes nos convertimos en su sufridora audiencia. "Sigo enfadado, mañana lo estaré algo menos y pasado menos todavía", le decía a Pipi. Incluso cuando vio su rostro de decepción debió pensar que haría bien en adelantar los plazos y añadió: "Ya se me ha pasado un poco el enfado".

Estos dos suelen estar en igualdad de condiciones en cuanto a ofensas. Ciertamente es más feo lo de "machista" que lo de "torpe", pero solamente si estamos mirando desde el punto de vista de la audiencia, y las ofensas no son para terceros. Quiero decir que para Pipi puede ser igual de importante. Más de una vez la he escuchado contar que intenta hacer las cosas bien, y posiblemente sea algo que la obsesiona. Siendo así debió estudiarse bien las reglas de una prueba en la que estaba muy perdida, pero lo cierto es que ninguno demostró gran disposición ante esa prueba.

Lo único que suele diferenciar las ofensas del uno hacia el otro es la situación en que son proferidas, aunque dependiendo del punto de vista de cada cual se puede considerar peor una u otra. Las de Pepe suelen ser meditadas, en frío, a veces producto de su aburrimiento y para animar el cotarro, otras porque está convencido de que la razón está de su lado y no se resigna a dejar de evidenciarlo. Sin embargo, las ofensas de Pipi son en caliente, durante el transcurso de una discusión y consecuencia de un ánimo alterado. Entonces no mide y suelta la primera barbaridad que surge en su cabeza. Sencillamente es un mecanismo de defensa, aunque en muchas ocasiones sea como matar moscas a cañonazos.

Como digo, cada uno lo verá de un modo, como suele pasar. Personalmente prefiero todo aquello que sea dicho de forma meditada y no en el contexto de una discusión. Me quedo más tranquilo sabiendo que si alguien me ofende gravemente lo ha hecho de forma consciente, en plenitud de sus facultades y sabiendo bien lo que hacía. Mejor evitar a toda costa que me pongan la excusa de haber actuado mal por estar en medio de la discusión. Temo los actos irreflexivos, aunque entiendo que para muchos sea más disculpable cualquier cosa en esas circunstancias.

Estamos, por tanto, ante cierta igualdad de condiciones en la discusión, provocada por ofensas mutuas aunque formuladas en circunstancias distintas. La diferencia evidente es que una parte está pidiendo disculpas a la otra y no así al contrario. Pero hay otras diferencias de fondo menos apreciables. La principal es que Pepe argumenta hasta la saciedad, con mayor o menor fluidez pero con bastante capacidad de discernimiento. Por el contrario, Pipi se queda encasquillada en su petición de compasión. Es una desigualdad que también puede beneficiarla.

Es así no solamente porque ella evita pecar de palabra durante la discusión (ya se sabe que por la boca muere el pez) sino porque la pasividad del otro y el reconocimiento implícito de su inferioridad de condiciones ante el enfrentamiento dialéctico dan alas a su oponente para recrearse en la argumentación. A poca gana que tenga (y en la conversación que utilizo como fondo de estas reflexiones no parecía Pepe tener muchas ganas de nada, especialmente tras la supuesta expulsión de su amigo Alexander, como él le llama casi siempre), le está poniendo en bandeja la respuesta.

En realidad es una respuesta a su pasividad, lo cual le lleva a terminar enredándola de mala manera con sus argumentos hasta el punto de recrearse en la reafirmación de aquello en lo que está convencido: "Estabas siendo torpe en la prueba. ¿Qué quieres que te diga? Te lo repetiré una y mil veces: ¡Torpe!". Ahí está, inevitablemente crecido. Aunque no sea capaz de darse cuenta, esto puede perjudicar a su imagen más que una absurda acusación de machismo en la que no cree ni la propia Sindi.

Estoy convencido de que para Pepe la gran diferencia entre ambos es precisamente esa. Él le dijo algo de lo que está convencido, es decir, está hablando de su verdad. Ella, sin embargo, le ofende con algo que no piensa. Esto sería suficiente de no ser porque a Pepe le falta la empatía de entender que por muy verdad que sea a Pipi le puede molestar especialmente que recalque lo que puede ser para ella uno de sus talones de Aquiles. Con todo, no perderé nunca de vista alguna cosa ya dicha: en la discusión hay uno que lo está dando todo para explicar su postura porque está convencido de que lleva razón, mientras que la otra calla y solo pide compasión. Razón frente a compasión.

Reconozco que me siento identificado en estas discusiones con Pepe Flores por muchas razones. En lo del perdón muy especialmente porque es algo que vale de poco, por mucho que se agradezca como gesto del otro. Ninguno gana con esa petición de perdón, casi siempre innecesaria. El perdón no es un mecanismo que una vez pulsado consiga automáticamente que el ofendido se olvide de su cabreo. No hace falta pedirlo ni concederlo, puesto que solamente vale para mostrar el reconocimiento de un error que se da por supuesto casi siempre. Y encima pone a quien lo solicita en una situación de inferioridad no deseable para nadie.

Por eso entiendo las reticencias de Pepe a la hora de pedir perdón, aunque no sea cierto aquello que dijera un día sobre que él no lo había pedido nunca ni lo haría. No es verdad, y en estos casi cuatro meses lo hemos podido comprobar. Sin ir más lejos, ayer mismo tenía un bonito gesto hacia María, recibido con frialdad por ella. Probablemente piense que es tarde (como la reina de Inglaterra en la peli que mencioné el otro día), más aún en vísperas de un día en que previsiblemente se nomina (hoy).

En todo caso, me gustó ver a Pepe excusándose a su modo en la sobremesa. Una de las razones por las que pienso que Pepe rechaza a Pipi más de una vez cuando va a disculparse es porque ella tiende a formular las ofensas en público y las excusas en privado. El bailaor hace precisamente lo contrario casi siempre, o al menos suele elegir la sobremesa (único momento en que se garantiza que están todos los habitantes de la casa presentes) para las excusas, independientemente de cómo haya sido la ofensa. Es otra cosa que me gusta de él. Ayer reconocía que se ha vuelto a equivocar con María, lo cual me parece justo.

Es más fácil decir cosas buenas de María que todo lo contrario, independientemente de la lucha en la que están ahora mismo todos inmersos. Y digo esto considerando que tal vez ella parte en esta recta final con la dificultad de una juventud poco picardeada, además de cierta pasividad y el hecho incontestable de que se incorporó más tarde e incluso fue repescada. Con todo, su buen carácter me gana, y la facilidad con la que olvida cuando alguien es injusto con ella. Anoche mismo estuvo encantadora, defendiendo a Pepe de los malintencionados intentos de ese Dani que pretendía una y otra vez provocarle para hacer que saltase, sin conseguirlo.

Observando a Dani estos últimos días me parece todavía más lamentable que se vaya a convertir esta misma noche en el segundo finalista de la apasionante fase final que nos regala este Gran Hermano de ensueño. Tengo claro que es parte de su juego pinchar y provocar a diestro y siniestro para ver caer en errores a sus competidores en el juego. Es una forma lícita de jugar, pero no del todo honesta.

Sobre todo, me molestan las formas burdas y evidentes de Dani. Lo cansino que puede llegar a resultar. También el clasismo que demuestra, sus forzados eufemismos para despreciar a los demás por su aspecto físico o extracción social. Si no estuviera en la tele creo que anoche hubiera tenido palabras menos amables para Pepe. ¿Qué es eso de flamenco raro? ¿Qué diablos quería decir en realidad? El burgalés es un hijo de papá con bastante poca educación. Como decía ayer indiayafrica:

Y también yo lo dejo aquí, no vaya a ser.

Moleskine del gato

Ayer propusieron a los cinco habitantes de la casa fetén unos impulsos para conseguir algo de comida. Tampoco es cuestión de que mueran por inanición y no puedan llegar los que deben a la final. Tendrán así algo de fruta, tomate frito y leche. Para ir tirando que se dice.

Digo lo de casa fetén porque es la que conocemos desde el primer día, aunque la alegría está ahora indudablemente en el loft que habitan Alessandro y Marta, de momento en solitario. Marta sigue siendo 'miss empatía', además de la auténtica alegría de la casa. ¡Me la pido para Reyes! Es una enorme suerte para el programa que el italiano haya tenido esta compañía en momentos tan complicados para él. Gracias a ella le hemos escuchado reflexiones desde lo más hondo de su alma, como cuando decía ayer lo siguiente: "Las personas pueden hacer lo que en el momento quieran, pero con respeto a aquellas personas que te tienen cariño de verdad. Pero... ¿Qué pasa? ¿Qué haces? ¿Lo haces para tener más repercusión? Si dices que dejas tu corazón, tu corazón se queda allí, ¿no?". Respondo solo a una de las preguntas, aunque creo que todas son retóricas: Sí, lo hacía para tener más repercusión.

Se me olvidaba que anoche Alessandro y Marta lavaron a Peluchín. ¡Gran acontecimiento de la temporada! En realidad fue el italiano quien lo hizo, mientras ella temerosa y sin poder mirar le pedía que no lo maltratase. "No, lo estoy abrazando fuerte y con cariño", decía él. Al final Marta decía: "Si huele bien y todo". ¿No es precioso?

Me cuentan que hay noemistas promoviendo un boicot a marcas patrocinadoras del programa, al que acusan de maltrato psicológico a esta exconcursante. ¿Hasta dónde vamos a llegar? No sé si estará ella o su hermanísima esta noche en la gala, pero una buena parte de la opinión pública exige que esta noche Mercedes pida explicaciones en nuestro nombre sobre esto.

Y las sospechas de que haría aparición antes o después el megáfono se cumplieron ayer. Parece que dijeron: “Pepe tienes que elegir a Noe para la final, que así ganáis". Ignoro si lo escucharon bien en la casa fetén. Una lástima.

Dejo caricatura pendiente de Sergio, por el genial Javier B.V. Y como me decía ayer Admiradora, parafraseando a Gomaespuma: estamos a punto de estar a punto. Esta noche tenemos una (otra) fiesta. ¡Viva!