El padre de sus hijos, que la maltrató durante doce años, fue condenado a diez años de prisión por violencia de género, y durante su estancia no paró de acosar telefónicamente a Silvia. Cuando quedó en libertad continuó, rompiendo hasta catorce pulseras telemáticas que detectaban su ubicación en todo momento. Volvió a ser detenido y condenado por acoso y amenazas.