Maquillarse a tientas

EVA LUNA 28/02/2010 16:19

Unas han perdido la vista recientemente, otras llevan 30 años sin ver y las hay que nacieron invidientes. Pero todas ellas tienen algo en común: el deseo de superarse y de sentirse guapas, aunque ellas nunca podrán contemplar su propia belleza ante un espejo. Son alumnas del curso de automaquillaje de la ONCE.

La profesora, Laura Antoranz, explica qué les aporta: "Ser autónomas totalmente, ir guapas a la calle, sin granos, sin ojeras, sin mirada triste... Siempre llevan gafas si no van maquilladas, se les ve otra cara, más alegría y confianza a la hora de pisar el suelo de la calle".

Lo confirma Pilar, una mujer que guardó su estuche de pinturas hace veintitrés años, al quedarse ciega: "Te encuentras como más segura, igual que cuando estás peinada". Nadie diría que Pilar es ciega si ella no lo confiesa, no hay nada en su mirada que la delate. Tiene retinosis pigmentaria, una enfermedad que la hizo perder la visión de forma vertiginosa: "Fue muy rápido, ahora está muy estancado pero ya no veo nada, siempre voy con bastón. Pero me defiendo muy bien porque me he hecho a la vida...".

Pilar, como la mayoría de alumnas que acuden a esta clase viene sola y en transporte público. Todas son muy independientes y les une la vitalidad y las ganas de aprender. Son cinco mujeres en clase y no paran de hablar ni de reir. "Laura, ¿estoy bien pintada?, Laura, ¿Me he salido?", preguntan reclamando la atención de la profesora. Pero Laura, lo que pretende, es que cuando termine el taller puedan salir a la calle con la confianza suficiente para no tener que preguntarle a nadie si se han maquillado bien. Todo un reto para ellas. Conseguirlo será especialmente útil para Elisa y para su hija Silvia, las dos con ceguera congénita y casadas a su vez con dos ciegos: "En casa no tengo a nadie que me diga el rimel se te ha ido -explica Silvia- porque mi marido es ciego. Él siempre me dice que voy muy guapa, pero claro... " nos cuenta entre carcajadas...

Mónica es la más joven del grupo, la veinteañera, y tiene clarísimo por qué se apuntó: "A mí siempre me han maquillado, mi madre, una amiga... Pero me entró el gusanillo de decir, a ver, yo no puedo estar dependiendo de que alguien me maquille, tengo que aprender yo a hacerlo". Ahora nos enseña algunos trucos que manejan en clase, como el rimel transparente que peina y arregla las pestañas pero sin peligro de mancharse los párpados de tinta negra.

María, la andaluza, ha pasado la mayor parte de su vida siendo vidente. Ronda los 60 y hace sólo tres años que empezó a perder la vista. Ahora, gracias a un espejo de aumento puede verse su rostro, pero ya no distingue a un par de metros de distancia y va perdiendo visión paulatinamente: "De golpe y porrazo te pasa esto y es un palo, yo voy al doctor y le pregunto, ¿Me voy a quedar ciega?, sí, señora". A pesar de todo también María le pone humor a las clases. Reconoce que en ocasiones no sabe ni lo que se hace en la cara: "A veces a mi marido le digo, ¿Estoy pintada?, y me dice sí, y digo bueno, pues me conformo", nos cuenta sonriendo.

El taller dura sólo cinco sesiones, ellas lo consideran algo escaso. Pero al menos aprenden a guiarse por el tacto. Sus dedos, son sus ojos. Con ellos calculan el maquillaje que necesitan, se lo extienden sin dejar ronchones y les sirven de guía para pintarse la raya o aplicarse el rimel sin peligro de meterse el pincel el los ojos. También Laura les ha enseñado algunos truquitos como usar sólo colores que aviven su mirada ciega (los marrones, prohibidos) o echarse el maquillaje siempre al final para corregir las posibles imperfecciones. Es una iniciación al mundo del maquillaje a tientas, y un nuevo reto para un grupo de mujeres acostumbradas a superarlos.

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