Se lidiaron toros de Hermanos Orive, bien presentados, nobles aunque muy justos de fuerzas. Los más manejables, segundo, tercero y cuarto; primero y quinto, "rajados"; y el sexto fue manso y con peligro.
Francisco Rivera Ordóñez, ovación y palmas tras escasa petición.
Miguel Ángel Perera, dos orejas y una oreja.
Cayetano, dos orejas y silencio.
La plaza tuvo menos de media entrada en tarde calurosa.
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Rivera Ordóñez estuvo decidido frente a su primero, que duró poco y al que cuidó a media altura, sin embargo la faena no llegó a tomar vuelo por las escasas condiciones del toro. Con el cuarto no llegó a acoplarse nunca y su labor resultó deslucida.
Lo mejor de la tarde corrió a cargo de Perera. A su primero lo toreó reposado y con mucho temple en series de muletazos largos y ligados por los dos pitones. El trasteo al quinto fue muy meritoria, pues el toro "se rajó" muy pronto, y aún así, a base de técnica y tesón, logró inventarse una faena en la que todo lo tuvo que hacer él.
Cayetano estuvo muy elegante en su primero, y nada pudo hacer con el que cerró plaza, un manso que "se orientó" muy pronto y desarrolló peligro, y que no tuvo ni un pase, y con el que el torero no tuvo la menor opción y abrevió.