El gran apagón de internet: un escenario "posible" con consecuencias "graves y desconocidas"

  • NIUS entrevista a Esther Paniagua, la autora de Error 404: ¿preparados para un mundo sin internet?

  • Si ni tan siquiera estamos preparados ante un ciberataque, ¿cómo vamos a estar preparados para un gran apagón?, cuestiona la autora

  • La realidad es dura, cuesta asumir muchas cosas, pero la gente tiene que saber, asegura

Esther Paniagua (Madrid, 1986) decidió publicar en plena pandemia un libro apocalíptico: Error 404, ¿preparados para un mundo sin internet. Un ensayo que no está relacionado ni inspirado en el coronavirus, sino con otra de las grandes hecatombes que la comunidad técnica asegura que es probable que ocurra y para la que ningún gobierno se ha preparado, denuncia la autora.

Así, a la pregunta de si "¿estamos capacitados para vivir un mundo sin internet? La respuesta es claramente no, asegura esta periodista especializada en tecnología y apasionada de la ciberseguridad. La gente lo tiene que saber, subraya. Por ello, a pesar de que quizás el ánimo de la población no estaba preparado para pensar en una nueva crisis, Esther Paniagua decidió publicar un ensayo al que no le gusta definir como apocalíptico, ya que ello suena a ciencia ficción y la posibilidad de que haya un apagón global de internet es muy "real".

De todo ello habla Esther Paniagua en esta entrevista -se puede ver un extracto en el vídeo que encabeza la información- en la que hace un repaso por los peligros del sistema y de una situación que da "miedo", pero es que en ocasiones tener un poco de miedo es necesario para cambiar las cosas, asevera.

Pregunta: La primera edición de su libro se publicó en octubre de 2021, ¿han mejorado algo las cosas desde entonces?

Respuesta: Seguimos siendo muy vulnerables porque hemos conectado todo a la red de redes. Teléfonos, lavadoras, hospitales, electricidad... Y lo malo no es conectarlo, lo malo es conectarlo sin protegerlo adecuadamente. Hay cosas que son tan críticas que lo mejor sería no conectarlas, pero al final lo hacen y ¿por qué?, pues porque tiene muchas ventajas, es muy eficiente, el problema es que no nos hemos parado a pensar en las consecuencias y lo que implica proteger adecuadamente todo lo que se conecta.  

Por eso ahora, que le estamos viendo las orejas al lobo, la Comisión Europea está trabajando en una ley de ciber resiliencia, en materia de ciberseguridad, que va a ayudar a proteger los dispositivos que se conecten a la red.  Ahora, a raíz de la ciberguerra de Rusia con Ucrania, algo que yo ya trataba en el libro, estamos más concienciados de la necesidad de la ciberseguridad y empezamos a tener un poco de precaución o de miedo. A veces un poco de miedo es necesario para cambiar las cosas.

P. Miedo, ¿a qué?

R. A un apagón global. Es menos probable que un apagón local, pero es un escenario posible y sus consecuencias son graves y desconocidas, en tanto en cuanto hoy en día todo está conectado a internet, inclusive infraestructuras críticas como la electricidad o los hospitales. Cuando yo entrevistaba a los expertos para el libro me reconocían que no sabían hasta dónde podía llegar el efecto dominó porque incluso afectaría a ámbitos que no están conectados, daños colaterales. Por ejemplo, si internet se para, todo el mundo va a acudir al teléfono para comunicarse y evidentemente las líneas se van a colapsar. Tampoco vamos a poder hablar con la operadora. Una situación muy caótica en la que nadie sabría en un principio lo que está pasando, porque los medios de comunicación también se verían afectados, los digitales de hecho dejarían de informar. Incluso las radios tendrían problemas.

P. Tampoco se podría sacar dinero de los cajeros.

R. Efectivamente, ni pagar en los supermercados. Toda la comunicación se vería afectada, porque hoy en día el instrumento de comunicación que utilizamos para absolutamente todo es el móvil, herramientas de mensajería instantánea, el mail, todas las transacciones que suceden cada segundo a través de la red..., todo eso se vería afectado. También el tráfico.

Ya se vio en Bélgica, un ciberataque a uno de los principales proveedores de internet del país provocó que los hospitales sufrieran problemas, también los parlamentos, las universidades. En apagones voluntarios, como el de India en Cachemira, provocó el cierre de oficinas o carreteras y accidentes industriales.

P. ¿Cuánto tiempo tardaría en desencadenarse el caos?

R. Los servicios de inteligencia británicos dicen que en este tipo de eventualidades, como un apagón energético, se está a cuatro comidas de la anarquía, a 48 horas del caos. Límite 48 horas para el caos… A mí no me gusta la palabra apocalíptico, porque suena a ciencia ficción, aunque no hace falta ponerse en el fin del mundo, sino prever situaciones caóticas como no poder comprar o no poder sacar dinero. Cosas que son muy importantes en nuestro día a día. 

P. Y estas "eventualidades", ¿no se están previendo?

R. Esta situación no se prevé en ningún sitio, no hay planes para hacer frente a un apagón global. Lo más parecido que tenemos son protocolos ante un apagón eléctrico y, en estos casos, se delega en las compañías eléctricas o telefónicas, pero no hay un plan específico por si nos quedamos sin conexión. De hecho, lo hemos visto: en agosto el CSIC se pasó el mes entero sin conexión y aquello fue un desastre absoluto. ¿Por qué? Porque no hay planes ni de prevención ni tampoco para saber cómo reaccionar. Ocurrió también con el SEPE, el servicio de empleo. Es que ni tan siquiera te tienes que poner en el escenario de un ataque global o nacional, ante un ciberataque, que está a la orden del día, tampoco estamos preparados, así que ¿cómo vamos a estar preparados para un apagón de internet? Claro que no estamos preparados para un gran apagón.

P. ¿Qué se puede hacer para evitarlo?

R. ¿Propuestas? Yo hago más de 80 en el libro, como que el comercio online cumpla unas normas más estrictas en materia de ciberseguridad, cumplir las leyes de privacidad y protección de datos... Con esto que tenemos ya sería suficiente, pero no se está poniendo demasiado esfuerzo en hacer que se cumplan las normas. Hasta ahora, en materia de ciberseguridad, hemos sido bastante laxos. Nos queda mucho camino por andar.

Me parece importante tener dinero en efectivo y copias de seguridad no vinculadas a la nube

P. ¿Y a nivel particular, como usuarios?

R. Lo primero, tener siempre efectivo. No es que ahora diga yo que vaya todo el mundo a sacar dinero del banco, pero me parece que es importante tener dinero. También es recomendable disponer de copias de seguridad en discos duros o en sistemas que no dependan de la nube. Esto es básico. Así como que los números de teléfono más importantes estén apuntados en otro sitio más allá del móvil, puede ser por escrito. Tener mucho cuidado con las contraseñas y cambiarlas cada cierto tiempo. Debemos ser conscientes también de qué aplicaciones usamos o con quién compartimos. Hay cosas que se crean así, como de broma, que se hacen virales, no leemos la letra pequeña y esta dice que pueden disponer de tu cara y de tus datos, por lo que no sabes dónde pueden ir a parar.

En Australia ha habido un ciberataque contra una aseguradora médica y ya han filtrado datos de pacientes con adicción a drogas, personas que han tenido abortos voluntarios, temas muy delicados para presionarles y que paguen. Es un riesgo que estamos corriendo constantemente y es solo un ejemplo.

P. ¿Cómo se protege usted en concreto?

R. Yo no tengo ningún dispositivo conectado más allá del móvil, no tengo ningún asistente virtual, mi contraseña del wifi la cambio cada cierto tiempo, tengo mis copias de seguridad. Para correo electrónico utilizo un servicio encriptado por el que pago. Hay un mensaje que me parece muy importante subrayar: todo lo que utilizamos cuesta dinero, las empresas tienen que pagar a sus trabajadores y a los programadores un salario. Si nosotros, como consumidores, no estamos dispuestos a pagar por los servicios y tecnologías que utilizamos, nosotros somos el producto. Esto está generando muchos problemas, tenemos que ser conscientes y valorar. 

P. ¿Podría tener todo esto consecuencias similares a una hecatombe nuclear?

R. Un apagón eléctrico o de internet va a ser caótico y, dependiendo de lo que dure, va a morir gente, pero en una crisis nuclear el escenario sería mucho peor.  

P. ¿Cómo se le ocurrió publicar un libro así en plena pandemia?

R. Bueno, yo ya venía trabajando en él desde dos años antes. La idea surgió en 2018, tras la conversación con un amigo sobre un científico, Daniel Dennett. Mi colega le había entrevistado y le había dado un titular muy polémico. Le había dicho: "Internet se caerá y viviremos oleadas de pánico". Yo, al oírlo, me empecé a plantear, ¿por qué este señor dice esto?, ¿tiene algún fundamento? Empiezo a investigar y me doy cuenta de la importancia del tema de la vulnerabilidad. La gente tiene que saberlo, por eso publico el libro.

Damos internet por sentado, casi como el agua que sale del grifo, pero no lo es para nada

Tal y como me reconoció una de las primeras personas a las que entreviste, Bill Dutton, director del Instituto de Internet de Oxford, ellos tratan todos los años la posibilidad de que haya un gran apagón de internet, pero es un tema del que no se habla, del que no somos conscientes, porque damos internet por sentado, casi como el agua que sale del grifo o el wifi que vuela en el aire, que parece que es mágico, pero no lo es, para nada.

Sigo investigando y me pilla la pandemia. En medio de una situación casi apocalíptica, yo también pensé que lo último que va a querer la gente es que  les cuente que se nos puede caer internet y que todo ello puede suponer un caos aún mayor, pero el libro ya va por la segunda edición. Error 404 se publicó en octubre de 2021 en castellano, en abril de 2022 en alemán y en noviembre de 2022 en italiano. Próximamente se publicará en polaco, griego y rumano.

P. Una buena noticia, al fin y al cabo...

R. Es cierto que la investigación sobre las vulnerabilidades de internet, sobre los ciberataques y otros problemas de nuestras vidas conectadas que también abordo en el libro, me sumió en la desesperanza. Es una realidad que es bastante dura, de hecho, hay un momento que invito al lector a ir al final de libro donde cuento cosas más positivas, más bonitas y  esperanzadoras. Cuesta asumir muchas situaciones, pero creo que hay que saber y por eso las cuento. 

Lo positivo es que todavía tenemos esta herramienta que en pandemia ha resultado ser maravillosa porque nos ha permitido ver a nuestros seres queridos o teletrabajar. Gracias a la conectividad y a la colaboración ciudadana se desarrollaron ventiladores y, gracias a la red, la comunidad científica logró ampliar su conocimiento sobre la covid-19 en tiempo récord. Todo ello no hubiera sido posible sin la conectividad, hubiéramos estado perdidos sin internet en esta pandemia.

P. ¿Está trabajando ya en un segundo libro?

R. Era una posibilidad, aunque ahora estoy muy centrada en formarme más en materia de ciberseguridad a nivel técnico porque me parece muy relevante, necesario y además apasionante; sobre todo en el ámbito de la geopolítica. 

P. ¿La seguiremos viendo por Twitter?

R. La idea de Elon Musk de pedir ocho euros para tener una cuenta verificada no solo es peligrosa, sino que dinamita el propósito inicial de Twitter que es dar voz a todo el mundo por igual, sin distinciones y sin barreras de entrada. Es una forma de 'desdemocratizar' Twitter en perjuicio de los que no quieran o no puedan pagar, y va a excluir del debate público a muchas voces de ciudadanos comunes y sobre todo perfiles marginados y disidentes. Esta red puede ser ahora aprovechada por dirigentes políticos y por marcas, y la desinformación lo va a tener más fácil para viralizarse o para suplantar la identidad. Así que sí, ahora estoy en Twitter porque como periodista me parecía una herramienta muy interesante, pero estoy planteándome hacer una pausa, a ver qué es lo que pasa, y no descarto irme. No estoy dispuesta a participar en el patio de recreo de un millonario que se divierte con su juguetito nuevo y que puede usarlo para manipular la opinión pública.