Desde Hipatia hasta el harén astronómico, la lucha femenina por la Astronomía

EFE 13/02/2009 11:10

La lucha femenina por acceder a esta disciplina científica es el eje de la conferencia "Mujeres en Astronomía" que tiene previsto impartir hoy la astrónoma del Instituto de Astrofísica de Canarias Antonia María Varela en el Museo de la Ciencia y el Cosmos, y con la que recordará a las mujeres se esforzaron en este campo "con su trabajo, dedicación y abnegación".

En una entrevista a Efe Antonia María Varela expresa su convencimiento de que si se profundiza en los hechos científicos se descubrirá que siempre hubo mujeres, pero a la Historia han pasado en un segundo plano y casi siempre "como asistentes familiares", por su parentezco con algún científico relevante.

Las mujeres tuvieron que hacer un esfuerzo mayor para intentar hacerse un hueco en la ciencia probablemente desde la antigüedad clásica, pues las primeras incursiones femeninas en el mundo filosófico y científico datan de la escuela pitagórica, en el siglo VI antes de Cristo.

La primera mujer que adquirió fama por su saber científico fue la astrónoma y matemática Hipatia de Alejandría, considerada una precursora y un paradigma por el movimiento feminista y que murió linchada por una turba en el siglo V después de Cristo.

Una centuria después destacó Julia Saturnina, primera mujer que ejerció la medicina en España, mientras que durante el Califato de Córdoba sobresalió Fátima de Madrid, quien realizó tablas y calendarios astronómicos y midió las posiciones del Sol y de la Luna en una época en la que no había telescopios.

Desde la Edad Media hasta la Ilustración las mujeres fueron excluidas del mundo científico y cultural y sólo hay referencias a la monja alemana Hildegard von Bingen, conocida como la "Sibila del Rin" y ya en el Renacimiento María Winckelmann descubre un cometa, hallazgo que se atribuyó a su marido, también astrónomo.

Winkelman luchó por ingresar en la Academia de Berlín, que le negó el acceso aunque admitió a uno de sus hijos varones , quien en 1716 fue nombrado director del Observatorio de Berlín.

De hecho, en 1700 sólo 14 de los 2.900 miembros de esta Academia eran mujeres, y de pleno derecho únicamente cuatro.

También la Sociedad Astronómica del Reino Unido vetó el ingreso de mujeres, salvo excepciones como Mary Sommerville, la primera mujer pagada por el rey de Inglaterra por sus trabajos en astronomía, y Caroline Herschel, hermana de William Herschel, que realizó numerosas observaciones del Sol, Júpiter y Saturno.

En la China del siglo XVIII destacó Guan Daosheng Wang Zhenyi, quien estudió los eclipses a partir de modelos que recreaba en el jardín de su casa, y la Unión Astronómica Internacional le dio su nombre a un cráter en Venus.

Otras mujeres occidentales del mismo siglo se dedicaron a la astronomía quizás gracias a su elevada posición social, como la marquesa de Châtelet y la duquesa de Cavendish.

Lo cierto es que estaba "mal visto" que las mujeres destacaran y muchas desarrollaron su afición a la sombra de un familiar, como Sofía, la hermana de Tycho Brahe, quien en el siglo XVI contribuyó al estudio de los eclipses y la órbita de los planetas, lo que ayudó posteriormente a Kepler y Newton.

Antonia María Varela explica que a mediados del siglo XIX, con el auge de las sufragistas, muchas mujeres comienzan a formar parte de los equipos de cálculo.

Se las denominó "computadoras humanas" porque estaban especialmente dotadas para efectuar "cálculos tediosos y repetitivos", lo que inspiró al científico Edward Pickering a conformar "un harén astronómico": 21 mujeres en el Observatorio Harvard de Cambridge analizando fotografías del firmamento y catalogando estrellas.

William Elkin, director del Observatorio de Yale, afirmó en 1901 que prefería contratar a mujeres como computadoras porque aceptaban "un salario más bajo y eran más adecuadas para el trabajo rutinario ya que tenían más paciencia", rememora la astrónoma del IAC.

Entre estas mujeres destacó Henrietta Swan Leavitt, quien descubrió 1.777 estrellas variables -las Cefeidas- y su relación masa-luminosidad, lo que fue clave para el descubrimiento de la expansión del Universo por parte de Edwin Hubble.

En la primera mitad del siglo XX muchos centros científicos se oponían a la formación de mujeres en Astronomía, y Vera Rubin, una astrónoma pionera en los trabajos de rotación de galaxias, fue la primera en utilizar un telescopio en el Observatorio de Monte Palomar en 1964, algo antes no autorizado a las mujeres.

Varela relata además cómo Jocelyn Bell descubrió la presencia de los púlsares mientras realizaba su doctorado, lo que valió a su director de tesis y colaboradores el Premio Nobel de Física en 1971, pero a ella no se la tuvo en cuenta.

En la actualidad hay "una importante minoría de mujeres en Astronomía, especialmente en Europa, y muy pocas en puestos directivos", entre las que destaca Catherine Cesarsky, directora general del Observatorio Austral Europeo desde 1999 hasta 2007.

La investigadora del IAC también se refiere a la primera expedición científica realizada a Canarias en 1856 por Charles Piazzi-Smith junto a su esposa, la aristócrata Jessie Duncan, que financió el viaje y lo acompañó durante cien días en el monte Guajara del pico Teide.

De hecho, esta expedición ayudó a que en la Luna haya unos "Montes Tenerife" y "Pico Teide", y Antonia María Varela reconoce además el papel científico de otras mujeres como María Almeida a la hora de impulsar la instalación de los observatorios del IAC en Izaña, adonde acompañaba a su marido, Francisco Sánchez.