La falta de chips, quebradero de cabeza para la economía mundial

  • La falta de semiconductores ha obligado a paralizar la producción de empresas tecnológicas y de automoción

  • Los expertos prevén que el cuello de botella, agravado por la pandemia, se mantendrá en un futuro próximo

  • Más de la mitad de la producción mundial se concentra en Taiwan y Corea del Sur

“Cerrado hasta nuevo aviso”. La fábrica de automóviles Stellantis (PSA) de Vigo confirmaba así este jueves la parada de la producción provocada por el desabastecimiento de chips. El día anterior Toyota había advertido lo mismo en dos de sus plantas japonesas, y como ellas muchas empresas de automoción han tenido que parar sus máquinas desde principios de año por la falta de semiconductores, el corazón de cualquier producto tecnológico.

Los chips semiconductores están en la mayor parte de los dispositivos electrónicos que nos rodean a diario, desde los smartphones a los ordenadores, pasando por la nevera, las cámaras de vigilancia, los asistentes de voz y también, sí, los coches. Son imprescindibles en la industria militar, en la sanitaria, en la aeronáutica… Y así, casi hasta el infinito.

A pesar de esta enorme dependencia de casi todos los sectores, que les ha llevado a ser considerados como el ‘petróleo del siglo XXI’, su fabricación se concentra, prácticamente, en dos únicos países: Taiwán, que es el gran productor mundial y Corea del Sur. “En estos países se sitúa entre el 50% y el 60% de la producción de chips del mundo, pero si hablamos de los más avanzados, de la de alta tecnología, Taiwán supone el 85%”, explica Esteve Almirall, profesor del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en ESADE.

No solo eso, el gigante mundial del mercado, la empresa taiwanesa TSMC, se encarga de producir el 30% de todos los chips mundiales y es prácticamente la única que trabaja con los más punteros.

Demanda disparada

La demanda de estos diminutos productos fabricados con obleas de silicio no ha dejado de crecer en los últimos años con los avances tecnológicos con el desarrollo de la inteligencia artificial, la implantación del 5G… Pero la pandemia ha supuesto un incremento aún más importante porque ha impulsado el teletrabajo y el estallido de las ventas de productos de electrónica de consumo. Si la situación ya era complicada, se ha producido un giro de tuerca que ha afectado especialmente a las empresas automovilísticas.

“Cuando las fábricas se paralizaron con la pandemia, los fabricantes de coches redujeron sus compras a futuro de chips”, explica Almirall. “Paralelamente estaba explotando el mercado de los sensores; unos chips muy evolucionados que utilizan aparatos como Alexa o Google Home, y cuyos fabricantes cubrieron el vacío de las órdenes de los coches. Cuando las automovilísticas quisieron volver a poner sus órdenes de compra, estaban ocupadas por otras empresas… Así que no queda más remedio que esperar. No hay forma de fabricar más chips, porque los fabricantes están al máximo”.

Y por este motivo la industria de la automoción ha tenido que echar el freno en su producción.

¿Por qué no se pueden fabricar más chips?

Si el aumento de la demanda es más que evidente (los responsables del líder TSMC calculaban que este año la industria de los semiconductores crecería un 16%), ¿por qué no puede ajustarse también la oferta?

“No hay nada más complicado que hacer chips. Es la industria más sofisticada que existe en el planeta”, asegura el experto. “La producción de estos sistemas es bastante inelástica… Las fábricas operan a máxima capacidad, su puesta en marcha requiere inversiones enormes, de miles de millones de dólares, calculadas a largo plazo y no se puede decidir aumentar la capacidad de producción un 20% en dos años”, explica señalando también la rápida evolución de la tecnología.

“La producción se protege bajo secreto industrial y requiere un nivel de experimentación e investigación aplicada muy, pero muy alto. Incluso el principal productor chino, SMC, está a cinco o diez años por detrás del nivel de producción del líder taiwanés a pesar de las millonarias inversiones que han llevado a cabo” compara Almirall.

Estas dificultades para pisar el acelerador en la fabricación de los chips son las que han provocado el cuello botella existente actualmente y que según los expertos se va a mantener en el futuro próximo.

Alta dependencia de los productores

La historia del liderazgo de Taiwán en este mercado se remonta a los años ochenta. En esos momentos se pusieron las bases de una política industrial de largo alcance con el desarrollo de este tipo de empresas especializadas en la fabricación y no en el diseño de estos chips. Se crearon parques de investigación aplicada muy avanzados que fueron el cimiento de la base de esta industria tan competitiva que hizo que Estados Unidos y Europa perdieran esa carrera.

Hoy las dos potencias, que conjuntamente apenas suponen el 18% de la capacidad mundial de fabricación de chips, tratan de volver a subirse al carro para reducir su elevada dependencia del líder asiático, un país, además, en el objetivo permanente del Gobierno de China. Esta situación de tensión geopolítica (The Economist llegó a calificar a Taiwán como "el lugar más peligroso del planeta") añade más preocupación aun sobre la actual dependencia del mundo del gigante de los semiconductores.

En ese contexto se entiende el plan de la Administración Biden para aumentar los fondos federales para la industria de los semiconductores. Además, al compromiso adquirido el pasado año por TSMC de levantar una planta en Arizona (a la que parece que podrían unirse más), se suma también el anuncio del pasado marzo de Intel, la compañía estadounidense de fabricación de semiconductores, de invertir más de 20.000 millones de dólares para construir dos nuevas plantas y aumentar su capacidad de producción.

También la Unión Europea trata de encontrar la manera de encontrar una solución a la falta de chips y para ello ha comenzado a negociar con estas mismas empresas la posibilidad de instalar una fábrica en suelo de la UE.

“Sería importante que Europa empezase a desarrollar estas capacidades, porque se va a tardar diez años en llegar a algún sitio. Fabricar vacunas es rápido, pero fabricar chips, no. No tenemos esa tecnología”, analiza Almirall.

Y advierte de que las enormes inversiones económicas permitirían iniciar el proceso para reducir la dependencia de los chips fabricados en Asía, pero no acelerarlo. “Se trataría de hacer en Europa algo como un ‘Airbus de chips’, algo que requeriría muchísimo dinero. En Europa se habla mucho de soberanía tecnológica, pero tenemos que ser conscientes de que hay una larga travesía en el desierto por delante. Hasta que una empresa aprenda a hacer este tipo tecnologías van a pasar muchos años”.

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