España estrena, a la luz de las velas, un exquisito e insólito Moliére

AGENCIA EFE 06/05/2011 09:24

Es un divertimento barroco, un espectáculo "arqueológico" tan increíble, culto e inteligente que sería "imposible de hacer en España", donde se lleva "esa frase tan terrible" del "ya está bien así", es decir, "no hay que complicarse más", ha asegurado en rueda de prensa el director del coliseo, Albert Boadella.

"Es una exquisitez para un público exquisito y, sin embargo, en su época era muy popular. Algo hemos perdido en el camino en este tiempo. Es una obra que dejará huella y que nos gustaría programar en vez de tres días, dos meses pero este teatro no está en disposición de hacer esas 'machadas'", ha lamentado Boadella.

"Cuando alguien hace algo como esto -ha subrayado- ya se puede retirar. Espero que el público y mis colegas sepan apreciarlo".

Lo cierto es que estas tres funciones serán las últimas que la compañía, la francesa Poème Harmonique, haga de una obra que estrenaron en 2004 y que les llevó más de un año de investigación y preparación porque querían recuperar con fidelidad la música pero también la escenografía y representación de la obra que Moliére y Lully compusieron por encargo de Luis XIV.

Lo de las velas, han explicado su director artístico y de orquesta, Vincent Dumestre, y su escenógrafo, Benjamín Lazar, es tan real que el teatro ha dispuesto una dotación de bomberos en previsión de cualquier accidente, una contingencia que, afortunadamente, no ha habido que solventar en las 47 representaciones que llevan.

Esa es la única luz, junto con la que emiten grandes candelabros a los laterales, que ilumina la escena aunque se han dispuesto grandes planchas de acero que multiplican la claridad.

Es un género que fusiona comedia, ballet y ópera -declamada en francés antiguo con subtítulos en castellano-, porque en la época de Luis XIV no existía la separación que luego surgió entre danza, teatro y ópera.

En esta producción se ha querido, además, subrayar la forma de actuar en la época, con gestos casi de película muda, para que cada palabra tenga su correspondiente "acento" corporal.

Son, en definitiva, casi cuatro horas de juegos de ingenio con los que Luis XIV quiso sacarse la espinita del ridículo que hizo ante un pretendido embajador otomano.

Nunca hasta entonces un enviado del Gran Turco había viajado a Europa y la corte francesa le recibió con pompa y ostentación, pero el "embajador", todo displicencia hacia aquel boato, no era tal sino un "simple emisario".

Luis XIV quiso desquitarse encargando a Jean-Baptiste Poquelin, es decir Moliére, y al compositor Jean-Baptiste Lully un "ballet turco ridículo".

Tuvieron tal éxito que el rey quiso verla media docena de veces seguidas antes de su reestreno en París, en noviembre de 1670.

Lully y Molière "cosieron" la que fue su undécima y última pieza conjunta de teatro, música y danza "sin romper el hilo de la obra" y con ambos interpretando los papeles principales.

Después de aquella época, "El burgués gentilhombre" fue perdiendo su forma original y se representaba cortando sus partes cantadas y bailadas o suprimidas totalmente, por eso, han subrayado sus "rescatadores", es "un lujo" esta "integral" recuperación, en la que se restituye el ambiente escénico festivo y desenfrenado de la Corte de Luis XIV.

Por Concha Barrigós.