Irene Lozano: "Hay que proteger el derecho de la ciudadanía a recibir información veraz"

  • "La desinformación genera una polarización que nos da lugar a dos realidades paralelas"

  • "Tener una información veraz es la primera herramienta para participar en el debate público"

  • "La derecha norteamericana ha normalizado el uso de la mentira como herramienta política"

Irene Lozano (Madrid, 1971) preside el Consejo Superior de Deportes. Antes, fue una brillante parlamentaria y habitual de las tertulias televisivas y antes ejerció el periodismo. A esa experiencia vital suma un master en filosofía por la UNED donde ha reflexionado sobre los problemas epistemológicos a los que se enfrentan nuestras sociedades. Fruto de esas investigaciones, ve la luz su último libro, “Son molinos, no gigantes” explora de forma certera los problemas que ocasionan los bulos y fakes news en las democracias liberales.

PREGUNTA. En el libro resalta los efectos causados por la minusvaloración de la figura del intermediario/editor, ¿en qué medida la crisis del periodismo es la crisis de la democracia?

RESPUESTA. Se habla mucho de la crisis de los mediadores. Hasta ahora los periodistas hacían de intermediarios entre la población y el poder y le transmitían la información que necesitaban conocer. Ahora con las redes sociales parece que ya no es necesaria esa figura y se puede acceder directamente, por eso no es solo crisis del periodismo sino que se trata de un fenómeno más amplio. La desinformación tiene consecuencias políticas pero también afecta a más ámbitos de nuestra vida. También supone un problema en tanto en cuanto incide en cómo nos relacionamos con la realidad. La democracia es un régimen de opinión pública. La premisa es que el debate que entre toda la ciudadanía celebramos con la información fáctica disponible nos sirve para adoptar las mejores decisiones posibles. Si falla la información que tenemos y falla el debate público, entonces la democracia se resiente. De esta manera, el debate público no nos ayuda a tomar las mejores decisiones.

Esto es un inconveniente, porque para avanzar las sociedades necesitan grandes dosis de información fiable. El problema está en que al diluirse el papel de esos vigilantes epistémicos que nos dicen esta es la información fiable, no somos capaces de hacer un análisis de la realidad para ver qué queremos cambiar. La desinformación genera una polarización que nos da lugar a dos realidades paralelas. Donde unos ven vacunas, otros ven una conspiración mundial para introducirte un chip que controle tus pensamientos. Ahí no hay posibilidad de debate político.

Con la polarización no hay debate político posible

P. El problema surge en que la pluralidad informativa es una de las esencias de la democracia

R. Claro. Y esa es la cuestión central. Cuando uno se pregunta qué hacemos, por eso resulta tan difícil. La intervención debe ser muy sutil y limitada. Hay que proteger el pluralismo propio de la democracia y que haya diversidad de opiniones, pero al mismo tiempo hay que proteger los hechos. Hay que proteger la verdad de los hechos, no las verdades filosóficas o religiosas. En las dictaduras tradicionales se intenta imponer un punto de vista y que toda la sociedad piensa igual. En las democracias liberales tradicionales lo que se fomenta es el pluralismo, mientras que en las democracias atacadas por la desinformación lo que existe es la polarización. La polarización son dos realidades que no se encuentran y que piensan en el otro como algo a lo que hay que odiar y que hay que aniquilar. Por eso nos equivocamos si pensamos que los riesgos que conlleva la desinformación son los mismos que los de una dictadura y no es así. Lo que tenemos que garantizar, y ya viene recogido en nuestra Constitución de forma muy brillante y anticipatoria en el artículo 20, es el derecho a recibir información veraz. No se trata de coartar la libertad de la gente para expresar, sino en el derecho de la gente a que le llegue una información veraz, que es la que te permite tener las herramientas en el debate público.

P. Y sin embargo, cada vez que se propone una regulación para acabar con los bulos, se considera un ataque a la libertad de expresión

R. Es cierto que por un lado hay un resorte automático del periodista que considera que cualquier regulación es un atentado contra la libertad de expresión. El problema de la desinformación es un problema político y democrático, pero es un problema fundamental de desprestigio para el propio periodismo. La solución no viene desde un solo espacio. Los gobiernos tienen que actuar, como ya están haciendo de forma coordinada en otros países de la UE. Los medios deben actuar también. Aquí todavía no existe ese nivel depreocupación, pero en EEUU, los medios están mucho más concienciados después de la experiencia de las elecciones de 2016. Los verificadores son agentes muy importantes. Las plataformas tecnológicas también deben hacer cosas. La ciudadanía también tiene su tarea relevante para combatir la información y no contribuir a propagar bulos. Lo importante es que cada parta asuma lo que tiene que hacer y entre todos pongamos coto al problema.

P. En el caso de las plataformas nos encontramos con el problema del secreto profesional y su algoritmo, ¿Cómo regular esa parte tan esencial que las empresas se niegan a desvelar?

R. Yo creo que las plataformas cada vez son más conscientes del daño que pueden hacer y cada vez trabajan más para evitar que ocurran estas cosas. Los algoritmos, refuerzan el contenido que una vez te ha gustado y termina generando burbujas de complacencia en las que no te expones a otras ideas que te puedan rebatir. Eso al final provoca fanatismo y odio. En eso es en lo que hay trabajar. Pero también tenemos que ser humildes y reconocer que hay que hacer cosas para evitar que sigan degradándose el periodismo y la democracia y no perjudique a la ciudadanía, pero asumiendo que esto es ensayo-error y que no tenemos el mapa.

P. Viendo los ejemplos citados en el libro, parece que los bulos propagados desde la derecha son más efectivos que los de la izquierda

R. Hay evidencia empírica de un estudio del MIT demostró que las mentiras se difunden más rápido y más lejos que las correcciones. Y también hay evidencia de que las noticias que más se comparten son las que generan emociones negativas. El populismo, que es la gran corriente política que se nutre de la desinformación, es predominantemente de derechas, por eso cito más ejemplos de derechas. Esta manera de hacer política utilizando la mentira con desparpajo. Hay una tendencia a pensar que todos los políticos mienten, pero con Trump hemos vivido un salto cualitativo porque no es que mienta más, es que Trump ha naturalizado la mentira. No es el último recurso que usa un político para salir de una situación incómoda. Sino que usa mentiras para generar una realidad paralela. Y eso es la gran aportación de la derecha norteamericana.

El populismo es la gran corriente política que se nutre de la desinformación

P. Ha habido en los últimos años una proliferación de la simbiosis entre periodismo y partidos políticos y cada vez es más habitual identificar periodistas que defienden argumentarios de partidos políticos. ¿A quién ha hecho más daño al periodismo o a la política?

R. Yo creo que a la ciudadanía. Que el debate público en España tenga mucho que mejorar es consecuencia de ese modelo. El modelo de tertulia, más que de debate, provoca que cuando hay grandes temas al final nos quedemos en detalles y no en las cuestiones esenciales. Y yo también he participados en esas tertulias. Al final, esa desinformación hace que los ciudadanos y las ciudadanas pierdan capacidad de participación política. El primer paso para participar en política es estar bien informado.

P. Señala la desinformación como una gran amenaza para la democracia, pero Aristóteles ya señalaba la demagogia como uno de los riesgos para la democracia

R. Yo distingo entre la demagogia y el populismo. Una cosa es la demagogia como posibilidad herramienta de persuasión para seducir a los votantes buscando los argumentos que te sean más afines y otra el populismo cuya esencia es “yo encarno al pueblo auténtico” y los demás sois traidores. Eso provoca una confrontación brutal. El populismo vive de crear un enemigo irreal.