No sé si puedo ser amigo de alguien políticamente opuesto a mí
yasss.es
29/04/201912:09 h.Por norma general nos gusta mostrar una imagen más tolerante de nosotros mismos y aunque decimos respetar cualquier opinión, a la hora de la verdad no somos tan transigentes. Temas como la política, el feminismo o la religión suelen ser los protagonistas de los mayores debates en cualquier cena familiar o de amigos, y por eso muchos prefieren evitar sacar a la palestra estos asuntos para ahorrarse discusiones y malos ratos. A esta pseudotolerancia se le suma un gran defecto compartido por gran proporción de la humanidad: no sabemos debatir sin enfadarnos.
¿Significa esto que estamos abocados a ver morir una amistad porque hayamos votado diferente? Ainara tiene claro que no:
“Yo me considero de izquierdas y he votado a Unidas Podemos y mi mejor amiga ha votado a Ciudadanos. Me choca un poco, pero creo que una persona es mucho más que un voto así que lo respeto. La tolerancia se demuestra con nuestras acciones día a día y no solo votando el 28 de Abril, y ella es una buena persona. Además hay mucha gente que vota sin haberse leído un programa electoral, así que no saben muy bien a lo que están votando ni tampoco son una representación total de su partido.” Ainara, 22 años.
Aunque la visión de Ainara le ahorrará muchas discusiones, hay personas que prefieren marcar ciertas líneas entre lo que es respetable y lo que no desde su punto de vista. Uno de ellos es Gabriel:
“Puedo respetar todo menos que se voten a partidos extremistas y abiertamente racistas, machistas y homófobos. Si algún amigo mío me dice que ha votado a un partido tan rancio, yo no querría saber nada más de él. ¿Cómo voy a llevarme bien con alguien que quiere quitar derechos a otra persona de una forma tan vil?” Gabriel, 24 años.
No todo es blanco o negro y hay muchas más formas de responder a esta compleja pregunta:
“Yo tengo amigos de derechas y amigos de izquierdas y su inclinación política no define lo bien o mal que nos llevamos. Hay gilip*llas en todos los partidos.” Raúl, 19 años.
“Cuando mi novio me dijo que había votado al PP me rayé y hasta le vi menos atractivo. Me enfadé un poco con él. Hubiera preferido que no me dijese a quién había votado.” Iria, 21 años.
“A mí lo que me molesta es la gente que me mira mal por no haber votado y luego resulta que ellos han votado al PSOE, que ha robado como todos. Yo puedo ser amigo de cualquiera, pero me enfado si me miran por encima del hombro por no haber votado.” Ismael, 21 años.
“En mi casa todos son de izquierdas y yo voto a la derecha. Todos lo saben y no han intentado convencerme de que vote a otro partido o de que cambie mis ideas. Creo que por eso yo soy tolerante con mis amigos y sus decisiones. Cada uno vota a quién quiere.” Nerea, 24 años.
“Después de tantas discusiones con amigos de derechas lo tengo muy claro: o dejamos de quedar, o si quedamos no se habla de feminismo o de cualquier tema relacionado con la política. Un día estuve 4 horas intentando explicarle a uno del grupo que el feminismo era la igualdad de hombres y mujeres y solo sirvió para perder mi tiempo y mi energía. Nunca más.” Adrián, 22 años.
¿Por qué el conflicto ideológico nos genera ansiedad?
Es obvio que buscamos amigos con ideas más afines a las nuestras, pero la vida real no es como el juego de Los Sims en el que podemos elegir cada uno de los atributos de nuestros seres queridos. El conflicto es inevitable y cuando surge, genera mucho malestar.
Leon Festinger, un psicólogo estadounidense especializado en fenómenos sociales, puso nombre a esta situación: disonancia cognitiva. Según Festinger, las personas tenemos una necesidad que nos impulsa a mantener creencias coherentes y estables. Cuando una persona o situación trastoca nuestras creencias, nos sentimos terriblemente angustiados y evitamos el conflicto.
En el caso del conflicto ideológico, la creencia que estamos perturbando es la de que “nuestro amigo es buena persona y mira por el bien común porque vota al mismo partido que yo o a un partido afín”.
Hay tres formas de reducir esta disonancia:
- Debatiendo con nuestro amigo sobre política y cambiando de opinión si sus argumentos tienen más peso que los nuestros. Tal y como imaginareis, esto casi nunca pasa. Cambiar de opinión es más difícil que comer sopa con tenedor.
- Alterando la situación para evitar el conflicto, por ejemplo, cambiando de tema.
- Añadiendo información que si bien suele ser falsa, disminuye la disonancia. Por ejemplo, “bueno, mi amigo vota así porque no se ha leído bien el programa, si estuviese bien informado votaría a otra cosa” o “seguro que vota esto porque sus padres le han influenciado mucho, si fuese libre para decidir no lo habría hecho”.
Las dos últimas estrategias son las que más utilizamos ya que de alguna forma cumplen una función, que es proteger nuestra amistad de las divergencias ideológicas. El problema es que no son cien por cien eficaces y seguirá surgiendo algún que otro conflicto ocasional. Será entonces cuando debamos decidir si merece la pena mantener una amistad con alguien totalmente diferente a nosotros. Para ti qué pesa más, ¿la amistad o tus principios?