La selección española de fútbol sala sube al séptimo cielo

Informativos Telecinco/Agencias 14/02/2016 12:15

No hay dudas. El resto de selecciones juegan; España saca la tiza e imparte cátedra. Los pupilos de José Venancio López resolvieron con asombrosa facilidad un título europeo, el séptimo de la cosecha, el que demuestra la mano de hierro con la que España gobierna el fútbol sala continental.

Dieron igual las bajas, tampoco importó que se cruzara Ricardinho en cuartos de final, ni tan siquiera la estrategia de los kazajos, la gran revelación del torneo con su juego feo, pero práctico. Dio absolutamente igual. España es la más fiable de todas. España ganó eligiendo el mejor camino: el que te enamora.

La alfombra se extendió a los ocho minutos gracias a un gol de Álex, que dio forma a la conexión murciana de ElPozo con una estrategia de saque de banda. Sin botar, el pichichi del certamen clavó la primera estaca a los rusos tras un saque de banda pertrechado por Bebe. Todo comenzó del color de rosa. España cumplía su guión.

El gol espoleó a los pupilos de Sergei Skorovich, que gozaron de sus mejores minutos hasta que Pola estampó el segundo de la noche. Sedano mandó al córner las dos tentativas rusas y el ala del Inter acarició el balón, posó para la foto, y batió a Gustavo poniendo el cuero por debajo de las piernas. El gol tranquilizó, pero aun faltaba la sentencia.

Y esa llegó apenas 30 segundos después con un zarpazo de Rivillos, otra de las sensaciones del Europeo. España había puesto el candado a la final, mucho más cuando Pola ejecutó un robo y consiguió el 0­4. Rusia hubiera deseado esfumarse, desaparecer del Belgrado Arena como por arte de magia.

MIGUELÍN SENTENCIA

Encontraron un foco de luz con el gol de Rómulo al borde del descanso, pero nada cambió lo que la 'Roja' tenía entre ceja y ceja. Miguelín se encargó de acabar con cualquier conato de reacción local y de abrazar, un poco más, el título para España. El balear, que concluyó el torneo con seis goles y cuatro asistencias, fue el mejor en el acto final.

A falta de Lima lo intentó Robinho, más desquiciado que acertado, y de hecho consiguió un gol que decoraba el marcador. Como el que marcó Rivillos al final del choque, que estableció el 2­7, antes de que Milovanov colocase el definitivo 3­7 y cerrase la final que se ha decidido por más diferencia en diez ediciones del Europeo.