Crónica de unas elecciones anunciadas: Pedro Sánchez, el resistente, no lo logró esta vez

telecinco.es 15/02/2019 15:55

El destino de Pedro Sánchez lo marcan varios fracasos de los que ha salido siempre de pie. Los primeros, en las urnas, con los dos peores resultados de la historia del PSOE. Sus intentos por llegar a ser presidente han sido persistentes. Primero, con un pacto con su ahora rival, Ciudadanos, que fue vetado por Podemos. Ahí tocó Sánchez la Moncloa con los dedos, pero Iglesias impidió el Gobierno convencido de lograr superar a los socialistas en unas elecciones.

Vivió también Sánchez un motín en Ferraz, que le descabalgó del liderazgo del PSOE en una jornada negra para el socialismo. Entre las líneas rojas se encontraba no pactar con los independentistas. Se intentaron incluso colocar urnas entre bambalinas en lo que fue uno de los peores fines de semana de la historia del PSOE.

Sánchez perdió una batalla pero se dispuso a ganar la guerra sin ser diputado. Todo un reto en el que pocos creyeron. Susana Díaz, la lideresa, la mujer que sentenció a un Pedro desconocido con la frase "el chico no vale, pero nos vale" no se atrevió en un primer momento a dar el paso, pero convencida de contar con el apoyo del aparato y de Felipe González, obvió el sentir de las bases, muy irritadas con un PP enfangado con la corrupción. Rajoy veía desde la distancia la debacle del PSOE.

Sánchez recorrió España y logró que los militantes le dieran su apoyo frente a los poderes fácticos del PSOE. Escoró a la izquierda el partido hasta el punto de lograr uno de sus objetivos fundamentales: laminar a Podemos, que con su política y las cuitas internas, ya no sueña con el sorpasso.

Pero Sánchez, el resistente, ganó a todos en las primarias y se convirtió en líder, modificó los estatutos para controlar el partido y se dispuso a aprovechar su momento. Este llegó con una frase de una sentencia en la que se hablaba del PP como partido corrupto y se ponía en duda a Rajoy. Asesorado por el gurú monclovita Iván Redondo, el asalto al poder se fue macerando pese a conseguir Rajoy aprobar unos presupuestos de la mano de C's y del PNV, que logró antes de traicionar a Rajoy su cuponazo. La broma del tractor de Aitor Esteban tuvo un sabor amargo.

Rajoy no lo vio venir, o no quiso verlo. La realidad es que Pedro Sánchez tanteó a los independentistas, indignados por el 155 y por verse en los tribunales cuando no en la cárcel y a un PNV que teme más que nada un gobierno de Rivera, que siempre ha hablado contra lo que él considera privilegios del nacionalista vasco. Ante ese cúmulo de circunstancias Sánchez decidió arriesgar y logró un hecho histórico. La moción de censura triunfó, más para echar a Rajoy que para dar vida a una nueva presidencia. Lo que Sánchez dijo que nunca haría, pactar con los independentistas, lo hizo. No pactó como tal pero, al igual que luego haría el PP con Vox, aceptó sus votos sin saber que se volvía cautivos de los mismos.

Muchos, entre ellos el propio Sánchez, pensaron que Rajoy podía convocar elecciones en el último momento de la moción para dejar a Santamaría a los mandos, pero no fue así. Y Sánchez se convirtió en presidente. La luna de miel duró un tiempo, más aún con un Consejo de Ministros sorprendente y feminista encandiló a gran parte de la opinión pública. Llevado por al euforia y por su jefe de gabinete, uno hombre más de marketing que de política, intentó Sánchez aprovechar ese impulso para colocar al PSOE, con dos resultados nefastos en las elecciones, a la cabeza de las encuestas. En el camino, sin embargo, rompió su promesa de elecciones inmediatas y se dejó jirones de credibilidad, si alguna le quedaba al saltarse las líneas rojas de su propio partido.

Desde entonces, intentó aprobar los presupuestos contra todo y contra todos (o al menos aparentar que lo hacía, dio a Podemos el gusto de firmar los presupuestos en Moncloa, unas cuentas tan sociales como permitían las cuentas llevadas al extremo. Nadie tuvo nunca claro que esas cuentas salieran a la luz, más bien se han considerado siempre como las medidas a vender dentro de una campaña electoral permanente desde el Gobierno y desde el Consejo de Ministros, usado también como herramienta de partido.

En el camino Casado tumbó al Marianismo representado por Soraya que no pudo superar los odios internos y la cercanía al jefe. Y con él llegó una oposición dura, estilo Aznar. Rivera, que se veía presidente con Rajoy fuera estuvo tiempo en shock, pero volvió menos centrista, más liberal y menos espontáneo.

La teatralización de un diálogo imposible fue el caballo de batalla de un Sánchez que seguía con su campaña de márketing. Primero, acaparando la agenda del Rey Felipe VI para proyectar su imagen. Volando de aquí para allá, (el apodo Falconetti ya lo tiene), Sánchez mandaba la imagen de presidente aunque la gestión fuera imposible más allá de los decretos ley. De ahí, esas fotos con perros, a lo Kennedy en el avión... En el camino, subida del salario mínimo, subida a los funcionarios, y medidas progresistas para intentar comerle más terreno a un Iglesias que veía implosionar a su partido en pleno permiso de paternidad.

Pero poco hizo más daño (o será una herramienta para Iván Redondo en campaña, no se sabe) que la figura del relator y ese encuentro en Pedrables de igual a igual cuyos 21 puntos de exigencias el independentismo filtró cuando vio los puentes rotos. Un intento de camuflaje verbal que escondía una realidad: el independentismo solo acepta votar en un referéndum y el derecho de autodeterminación. El resto es un diálogo de sordos. Y sin mediador internacional un relator para ayudar era nada.

La reacción de parte del PSOE y de la oposición fue virulenta. Más con Vox en el centro de la escena tras los resultados en Andalucía, un golpe duro para el PSOE y para Susana Díaz. La manifestación de Colón hizo el resto. Dio argumentos a Sánchez (nosotos somos los moderados, los leales en la oposición, los que queremos hacer política para no enfrentar...) para romper marras con el independentismo con los presupuestos ya muertos. Montero fue la encargada (y de forma brillante, por cierto) de dar la puntilla a los independentistas siendo más firme que nunca en el Congreso. El relato estaba hecho y Sánchez podía convocar elecciones. Serán el 28 de abril. Antes de la fecha, el presidente dio todo un mitin. Del resultado electoral depende el futuro de Sánchez que puede ser el resistente o el breve. Su gobierno ha sido el más corto de la democracia española. Y si falla el PSOE no le perdonará.