La mayor incógnita de las elecciones catalanas: qué sería una baja participación y cómo afectará al resultado

  • Se espera que la participación en Cataluña este 14-F caiga cerca de 20 puntos porcentuales con respecto a 2017

Una de las claves para entender lo que pasará este domingo en Cataluña es la participación. El 14-F llega en un momento clave. La hegemonía del bloque independentista se tambalea, amenazada por el ‘efecto Illa’.

Además, la cita electoral se produce en medio de una pandemia, después de que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña rechazase aplazar la convocatoria. El miedo al coronavirus desempeñará seguro un papel muy importante en el desarrollo de la cita electoral.

Por último, las de este domingo no son unas elecciones plebiscitarias, como sí se vendieron los últimos dos comicios autonómicos en Cataluña. Esta vez, ningún candidato ha llamado al referéndum sobre la independencia en Cataluña, no resuenan los ecos del 1-O, no ha habido DUI ni 155. En definitiva, miedo al coronavirus y desmovilización política que podrían tener un impacto directo en el número total de votos.

Se espera que la participación se sitúe entre el 50% y el 60%

Las encuestas apuntan a que este año la participación rondará entre el 54% y el 62%, lo que supondría una caída de cerca de 20 puntos con respecto a 2017. Esa es la horquilla tradicional de porcentaje de votos de las elecciones catalanes en el pasado. Más cerca o incluso superior al 60%, y disparadas en las dos convocatorias en pleno ‘procés’.

Qué se considera una participación baja y a quién beneficia

Históricamente, en Cataluña la participación a unos comicios autonómicos nunca ha bajado del 54% (en 1992, con la cuarta mayoría absoluta de Jordi Pujol que todo el mundo daba por hecho). El récord se vivió en las últimas, cuando el porcentaje de voto superó el 80% y Ciutadans, con Arrimadas a la cabeza, fue la fuerza más votada para sorpresa de casi todos.

Pero en 2021, la cifra se quedará muy lejos de ese 80%. Analizando el histórico, cualquier cosa que se acerque al 50% se considerará una baja participación, y si se acerca o supera el umbral del 60%, estaremos hablando de una alta participación.

Otra cosa es a quién beneficia una u otra cosa. Generalmente, no sólo en España, unas elecciones con una alta participación favorecen al cambio. Sin embargo, eso no siempre ha ocurrido en Cataluña. Principalmente, porque el Parlament catalán nunca ha experimentado un gran cambio ni en cuanto a su composición ni en cuanto a la participación de las elecciones que lo forman (exceptuando las dos citas en pleno ‘procés’).

Esta vez, sin embargo, los expertos vaticinan que un porcentaje de participación alto favorecería al candidato del PSC, el exministro de Sanidad Salvador Illa. El desencanto independentista, que en las dos últimas citas ha visto como su porcentaje de escaños se reducía, podría tener la clave.

PSC, ERC y Junts llegan al 14F en un triple empate que se decidirá por un puñado de votos. Una baja participación sumada a la fragmentación del Parlament hará que los partidos más pequeños tengan más difícil alcanzar el umbral del 3% para entrar en el reparto de escaños.

El antecedente de las elecciones vascas y gallegas

El único antecedente que tenemos de unas elecciones celebradas durante la pandemia en España es el de las autonómicas vascas y gallegas del pasado 12-J. En ambos casos, la participación descendió significativamente con respecto a los anteriores comicios autonómicos.

En País Vasco, la abstención el 12-J alcanzó su máximo histórico. La participación de los electores vascos se quedó en un 50’78%, una caída de casi 10, frente al 60,02% registrado en los comicios de 2016.

En Galicia la abstención el pasado 12-J superó el 51%. Más de la mitad de los electores gallegos se quedó en casa, frente al 46’37% de 2016.