Todo el poder para Xi: el presidente chino refuerza su control del país en pleno rumbo de colisión con EE.UU.

  • El 20º Congreso del Partido Comunista Chino ha vuelto a centrarse en este concepto manido que marca el porvenir del país desde hace décadas

  • Xi Jinping se ha erigido a sí mismo como la figura idónea para liderar la modernización y el ‘Sueño Chino’

  • Sobre el papel, los conceptos del PCC para lograr su objetivo son esperanzadores; en la práctica, las contradicciones contribuyen al escepticismo de Occidente

Las miras de futuro del Partido Comunista de China son enormes y han sido acordes con la opulencia del 20º Congreso que comenzó el domingo pasado. Xi Jinping refuerza el poder del partido y se convierte en líder absoluto, el más poderoso desde tiempos de Mao Zedong. El ejemplo más claro de esto es la extraña salida del expresidente Hu Jintao en plena sesión de clasura este sábado, por causas desconocidas (un malestar físico, según Pekín; una purga, según los observadores), pero que escenifica una ruptura con el pasado. Igual de sorprendente ha sido la jubilación anticipada del premier Li Kequiang y de Wang Yang, a ambos se les consideraba potenciales sucesores de Xi. Ahora ambos han 'caído en desgracia': dejarán de estar presentes no solo en el Politburo, el órgano más poderoso del partido, también desaparecen del Comité Central formado por 205 miembros.

En el balance que al principio de la semana realizó Xi Jinping acompañado de los miembros del politburó, la cúpula de consejeros más estrechos del presidente, y frente a alrededor de 2.500 delegados, la máxima figura de la pirámide de poder selló su visión de a lo que el gigante asiático debería aspirar en las próximas décadas. Especial énfasis tuvieron dos conceptos manidos: convertir a China en un “país socialista moderno” y avanzar en el “rejuvenecimiento de la nación”.

Se trata de dos objetivos grandilocuentes que no son nuevos, pero que cuentan con matices en la narrativa histórica del PCC, en una época de inestabilidad interna y global en la que China ve una oportunidad para seguir avanzando en la carrera por la hegemonía mundial.  “A partir de este día, la tarea central del PCC será dirigir al pueblo chino de todos los grupos étnicos en un esfuerzo concertado para hacer realidad el Objetivo del Segundo Centenario de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos y avanzar en el rejuvenecimiento de la nación china en todos los frentes a través de una vía china de modernización”, expresó Jinping.

La perspectiva china y el mensaje que pretenden trasladar al resto del mundo es que no sólo hay una vía de desarrollo global, extendida, dicen, por Occidente. Apuntan a que la visión de China es que para romper con el “monopolio occidental” sobre el concepto de modernización y las “ideologías impuestas a los países en desarrollo”, es necesario crecer y modernizarse de manera pacífica. Argumenta Jinping que esta modernización china debe ser interna y externa. En los editoriales de los medios de comunicación estatales no suelen faltar los tirones de orejas a Europa y Estados Unidos, y en esta ocasión, para dar validez a su visión y a su perspectiva, hurgaron en las heridas. “La historia sangrienta y criminal de la modernización de algunos países occidentales a través de la guerra, la colonización, el saqueo y otros medios ha traído enormes sufrimientos al mundo, especialmente a los pueblos de los países en desarrollo”, reza un editorial de Global Times. “El PCC lleva al pueblo chino a explorar con firmeza un nuevo camino para lograr el desarrollo nacional y el rejuvenecimiento nacional de manera pacífica y, al mismo tiempo, a mantener mejor la paz y el desarrollo mundiales mediante su propio desarrollo. Esta es una de las connotaciones importantes del nuevo modelo de civilización humana”, argumenta.

Escepticismo occidental 

El relato oficial es que la modernización china ha ampliado el horizonte del desarrollo de la sociedad humana. Al otro lado del mundo, las cosas se ven de otra manera. Esta modernización se lleva a cabo a través de la influencia que China está ganando en los países menos desarrollados a través de la creación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, siglas en inglés). Se trata del componente central de la política exterior de Jinping, ya que desde 2013, en el primer año de su primera legislatura, éste comenzó a ejecutar un plan de expansión basado en el desarrollo de infraestructuras en otros países (puertos, rutas, carreteras, trenes, centrales eléctricas…). Para ello, bancos chinos otorgan préstamos a estos países a cambio de que contraten a empresas chinas como constructoras y proveedoras de estos proyectos. 

Si para China esta versión de país socialista moderno sirve para modernizar al resto del mundo, la perspectiva de potencias como EE.UU. es que esta estrategia es una de las piezas de un juego geopolítico en el que China está ganando influencia para, por ejemplo, establecer presencia militar en naciones como las Islas Salomón, a dos mil kilómetros de las costas australianas. Precisamente, una de las primera promesas realizadas por Jinping cuando llegó al poder en 2012 fue la de transformar el Ejército de Liberación Popular en una “fuerza de combate de clase mundial” a la par del Ejército de EE.UU. 

¿Qué significa el socialismo moderno que acuña la cúpula del PCC? 

Este tipo de socialismo con características chinas es el marxismo-leninismo adaptado a las condiciones de la población china para periodos específicos. Si Deng Xiaoping adaptó el comunismo a sus necesidades durante los años ochenta tras adoptar elementos de la economía de mercado para incentivar el crecimiento mediante la inversión extranjera y así aumentar la productividad en el sector agrícola, Jinping está aportando sus propios matices, recogidos en su primer Congreso como secretario general del PCC en 2012, y que consta de 14 puntos entre el que destaca que “el pueblo es el dueño del país”. Mejor no entrar en las contradicciones entre las teorías de la narrativa comunista china actual y lo que realmente sucede en la práctica con el denominado por Jinping como “pueblo chino de todos los grupos étnicos”, incluidas etnias como la de los uigures de Xinjiang

El mayor esbozo reciente de lo que el PCC considera como los pasos necesarios para convertir a China en un “gran país socialista moderno” de cara 2050 llegó en el Congreso anterior al actual, el celebrado hace cinco años. Se perfilaron dos etapas: primero la modernización socialista de 2020 a 2035, para luego el convertir al gigante asiático en el “gran país socialista moderno” que ansía Jinping de 2035 a 2050. Esto significa, según Jinping señaló hace un lustro, convertir a China en una nación “próspera, fuerte, democrática, culturalmente avanzada, armoniosa y bella (rejuvenecimiento de la nación o ‘Sueño Chino’)”. 

Senda china hacia 2050

Entre los objetivos para 2035 se encuentran algunos como que China se convierta en “líder mundial en innovación” (el llamado socialismo científico), que la renta media “crezca significativamente”, que el pueblo “participe y se desarrolle como iguales” o que “mejore” el medio ambiente. Para 2050, el objetivo es, según Jinping, que se alcancen nuevas cotas en todas las dimensiones del avance material, político, cultural y ético, social y ecológico, que se haya logrado la modernización del sistema y la capacidad de gobierno de China, que la nación se haya convertido en un líder mundial en términos de “fuerza nacional compuesta e influencia internacional”, que se haya logrado la “prosperidad común” para todos, que sus ciudadanos disfruten de una vida más feliz, segura y saludable y que el país se convierta en un miembro “orgulloso y activo” de la comunidad de naciones.

Esperanzador sobe el papel; utópico, poco realista o, para algunos analistas, una milonga en la práctica, un racimo de eufemismos que sirven para maquillar los métodos autoritarios que se usan para lograr una sociedad más “cívica” o “próspera”, más controlada. Una de las críticas que lapidan la perspectiva de Jinping es que lo que prima es precisamente su visión, lo que él y su camarilla creen que beneficia a una población que vive bajo la censura, la imposibilidad de mostrarse contraria a la narrativa oficial y que nota la mano dura de las autoridades. La voz del pueblo contrario al relato oficial no se oye, a pesar de ser “los dueños del país”.