Taiwán: ¿moneda de cambio para el sosiego mundial?

  • Washington y Pekín acercan posturas tras la visita de Antony Blinken y su reunión con Xi Jinping

  • Taipéi aboga por la estabilidad y el status quo, conscientes de que no hay garantías de que EEUU les defienda en caso de conflicto

  • Taipéi aboga por la estabilidad y el status quo, conscientes de que no hay garantías de que EEUU les defienda en caso de conflicto

La reunión entre el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, y el presidente de China, Xi Jinping, ha servido para relajar los músculos trapecios de los que abogan por la -relativa- estabilidad mundial. Después del enfriamiento de las relaciones entre ambos países tras la crisis de los globos espías de febrero y del tenso encuentro del mismo mes entre el estadounidense y su homólogo chino, Wang Yi, en la Conferencia de Seguridad de Munich, hacía falta una buena manta eléctrica para aliviar las contracturas. De palabra, las concesiones han sido mutuas en dos asuntos trascendentales: Taiwán y Ucrania. Por un lado, Blinken ha optado por despejar -al menos de momento- cualquier duda sobre la ambigüedad estratégica que su presidente, Joe Biden, expresó en septiembre del año pasado y por confirmar que no apoyará la independencia de Taiwán. Para ello ha reiterado que se aferra a la política de “Una China” -la oficial desde hace décadas-. Con este compromiso sobre la mesa, Xi ha prometido que no enviará armas a Rusia. 

Si el acercamiento entre Washington y Pekín es todavía muy limitado en asuntos como los derechos humanos, las sanciones de EEUU a China en la tecnología de chips más avanzados o la cooperación militar entre ambas naciones, era necesario que al menos, de cara a la galería, Blinken y Xi se dieran un apretón de manos en los dos temas que marcan el latir de la geopolítica. Todo ello a expensas del sentir de Taipéi, un actor cuyo rol va de protagónico a secundario y a esencial de nuevo en el devenir de la estabilidad global. 

“Somos el conejo que corre entre dos elefantes”, explica a NIUS Henry, un dentista residente en la capital taiwanesa. Tanto él como una gran mayoría de la población está incómoda con el rol de Taiwán en la disputa entre las dos superpotencias económicas y militares del mundo. “Somos independentistas en nuestro corazón, mientras que nuestra cabeza prefiere el status quo con China”, confiesa. 

La clave: extender el status quo

La razón coarta el impulso independentista porque en el fondo Taiwán está a merced de lo que China decida hacer contra ellos. Otra cosa es el racimo de consecuencias que sufriría Pekín de cumplirse el peor de los augurios. Por eso, la opción más segura -y la postura oficial de Taipéi- es la de continuar siendo un Gobierno de facto, con su propio sistema político, su propia soberanía, su moneda, su Ejército… pero sin ser un país reconocido en el panorama internacional. Sólo 13 naciones en el mundo tienen vínculos diplomáticos formales con Taiwán. Más de un 80 por ciento de la población opta por este status quo (de los que un 25,4 por ciento ansían ser independientes en el futuro). Sufrir la amenaza militar de China -que va por oleadas- y lidiar como individuos con el pulso interno de honrar su identidad taiwanesa en un contexto en el que muy pocos quieren problemas con Pekín, es el precio a pagar para seguir contando con los beneficios de un país, sin serlo como tal. 

Vivir con esta dualidad no es fácil para Henry. “Me enfada mucho que cuando me compro un billete de avión, el sistema identifique a Taiwán como ‘provincia de China’, argumenta. “Muy pocas compañías se atreven a contradecir la narrativa de Pekín para no perder negocio y yo no siento que viva en una provincia de China”, sostiene. Confiesa no tener miedo a una invasión “en general”, aunque reconoce que en los últimos dos años si ha tenido cierto temor en “momentos concretos”. 

La postura de ‘Una China’ esgrimida por Blinken en Pekín y su alejamiento a la idea de una Taiwán independiente va en consonancia con lo que dicta la razón de la gran mayoría de los taiwaneses, incluso del Gobierno. Había expectación por conocer la respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE) taiwanés tras la reunión entre el máximo diplomático estadounidense y Xi Jinping, y ésta llegó a primera hora de este martes a través de un comunicado enviado a los medios de comunicación. 

“La posición de EEUU es la de una continua, clara, transversal y firme determinación de mantener la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán”, reza la declaración. “Durante su visita a China, el secretario Blinken reiteró que EEUU y un número creciente de países comparten la preocupación por las acciones provocadoras de China en el estrecho de Taiwán, subrayó la importancia de mantener la paz y la estabilidad, y declaró que EEUU se atendrá a la Ley de Relaciones con Taiwán y a las Seis Garantías para garantizar que Taiwán sea capaz de defenderse”.

Militares taiwaneses: “debemos valernos por nosotros mismos”

Entre otros puntos, tal y como se define en la Ley de Relaciones con Taiwán, aprobada por el Congreso estadounidense en 1979, y en la Seis Garantías (corroboradas en 2016), ambos países mantienen relaciones diplomáticas de facto -no formales-, EEUU asume la potestad de vender armamento a Taipéi -en marzo se aprobó la venta de armas por valor de alrededor de 500 millones de euros- y EEUU no garantiza ni renuncia a apoyar al Ejército taiwanés en caso de una invasión china. Este último punto está muy claro en la estrategia de Defensa taiwanesa.

“Nuestra estrategia es la disuadir a China de comenzar una guerra”, nos cuenta Ting-sheng Lee, director general adjunto del Instituto de Defensa Nacional e Investigación en Seguridad (INDSR), exjefe adjunto del Estado Mayor y teniente general retirado de las Fueras Aéreas taiwanesas. “Para disuadirles necesitamos estar bien preparados y ser capaces de defendernos por nuestra cuenta. Todo el mundo debe entender que cada país se defiende a sí mismo. También entendemos que en la colectividad mundial de democracias debemos protegernos entre todos, así que si aceptaríamos ayuda de otros países”, explica. A su izquierda, el capitán retirado de la Armada, Hsinbiao Jiang, asiente ya que, en tiempos de guerra, la ayuda de países como EEUU o Japón sería clave “si nuestros sistemas de inteligencia o de vigilancia fueran destruidos por misiles”, añade.

“EEUU no ayudaría directamente”

Hay razones para tener bajas expectativas al respecto de una potencial intervención directa de EEUU en caso de que aumente la tensión en el Estrecho de Taiwán. Con 30 años de edad, Cony Lin ha servido en el Ejército taiwanés durante seis años y ahora, como civil, es una de las primeras 23 reservistas mujeres de la isla. Durante sus años como soldado ha formado parte de varias maniobras observadas por mandos estadounidenses, y en su formación como reservista en mayo, varios miembros de la Guardia Nacional estadounidense no perdieron detalle. Ella lo tiene claro: “creo que EEUU no ayudaría directamente con el envío de soldados a Taiwán, pero creo que sí nos asistirían de otras maneras. Esto lo he aprendido durante mi servicio militar ya que he recibido a muchos militares estadounidenses”, confiesa a NIUS.

A pesar de las críticas que ha recibido Blinken, acusado por el sector republicano más conservador de EEUU de doblegarse ante China y de abandonar a Taiwán, el hecho de que se haya mostrado en contra de su independencia no es más que una extensión del sentir general en la isla. Era el camino más corto para el acercamiento con Pekín, una clarificación fácil y de vital importancia para la perspectiva china y para la estabilidad en la región. Taiwán ha sido la moneda de cambio para el -relativo- sosiego mundial y ahora está por ver si surte efecto y el Ejército Popular de Liberación aminora o abandona la estrategia de intimidación militar en el estrecho.