En la ciudad más antigua de Austria hoy estaban más comunicativos. "Se ha hecho justicia, si es que de alguna manera se le puede compensar a esa chica lo que ha pasado", nos decía Alma, la antipática dueña del puesto ambulante de café, que ha hecho el agosto a las puertas de la carpa donde, estos días, nos hemos congelado los que hemos cubierto este juicio.Eso, si se le ha hecho justicia, sólo Elizabeth Fritzl lo sabe. "Hago esto por Michael, quiero que mi padre pague por sus actos hasta su muerte". Dice su abogada, Eva Plaz, que lo de presentarse el pasado martes en el juicio forma parte de la terapia. Elizabeth llegó de madrugada y aguantó estoicamente hasta poder mirar a los ojos de su torturador. Ha sido como una manera de exorcizar los demonios que lleva dentro.
Ahora parece ser que Elizabeth Fritzl va a escribir una autobiografía. Uno de sus primeros capítulos versará sobre sus impresiones al verse con los papeles cambiados. Ella, como una mujer libre frente a su carcelero ahora prisionero.
Desde aquí le deseamos mucha suerte. A ella y a sus seis hijos. Quizá volvamos un día a Sank Polten o a cualquier otra ciudad austriaca a la presentación de esas memorias. La verdad, tengo ganas de conocer a esta superviviente.